El Síndrome de Stendhal, o hyperkulturemia, es una enfermedad psicosomática
que se causa por la exposición de un individuo a obras de arte o elementos de gran belleza
estética, y tiene como consecuencia mareos, náuseas, incremento del ritmo cardíaco,
temblor, vértigo, alucinaciones, e incluso puede causar desmayo.
Era miércoles y hacía sol. Estaba solo, sentado en la terraza de un café que queda cerca de mi departamento y al que iba todas las tardes después de comer. Todas hasta ese día. El viento soplaba, todo estaba callado, y de repente una melodía quebró el silencio al pasar muy cerca de mí. Volteé. La vi. Su risa fue ensordecedora. Comencé a temblar, mi corazón se aceleró como si acabara de nadar 10 kilómetros o más. De un momento a otro llegaron las náuseas y sentí como si mi cabeza fuera la luna orbitando la tierra a toda velocidad. Quise salir corriendo pero las piernas no me respondían. Ningún miembro de mi cuerpo quería moverse, o más bien, no podían moverse. La fuerza de gravedad de su belleza era demasiada para un cuerpo celeste tan nimio como yo. Me tenía atrapado. Mis oídos sólo distinguían ruido blanco hasta que sentí una impetuosa energía acercarse a mí, como si la marea me hubiera golpeado el cuerpo entero.
-¿Estás bien?-escuché a lo lejos mientras la mirada se me nublaba. –Estás pálido.
“¿Pálido yo?”, le quise contestar pero las palabras sólo se amontonaron tras mis dientes sin querer salir. Una luz azul, brillante como un faro, de repente apareció. Reconocí unos ojos, sus ojos, y de un momento a otro, la luz se fue haciendo más lejana.
-¡Reacciona, por favor! ¡Auxilio! ¡Alguien haga algo!
Tomó mis hombros con sus manos de medusa y me sacudió. Sentí como un electroshock y mi cabeza y torso se movieron en slow motion al compás de sus brazos. Lo último que vi fue cuando me soltó y comenzó a ascender a los cielos, como una virgen pura, irradiando cierto brillo tornasol. Después de eso, el estruendoso impacto de mi cabeza contra el suelo lo volvió todo negro.