Nombrado por Octavio Paz como “el hombre-puente”, debido a que su persona implicaba un diálogo constante entre España y México, Ramón Xirau también estableció a través de su obra una línea de comunicación entre la poesía y el ensayo, misma que constituye una parte importante en la historia de la crítica literaria de nuestro país. En 1939, pocos meses antes de la invasión nazi en Polonia, él y su familia llegaron a México como refugiados; fue en nuestro país donde encontró las herramientas necesarias para poder desarrollarse como escritor gracias a todos los elementos que formaron parte de su obra.
«México me dio todo. A la generación de mis padres les dio la posibilidad de vivir; en mi caso, como llegamos muy chicos, era más fácil adaptarse, aunque siempre hubo un problema: el deseo de volver a España, cuando teníamos 16 o 17 años, pero con armas para luchar contra el franquismo».
-Ramón Xirau para MILENIO, enero de 2009
Hoy, 27 de julio, se anunció la muerte de este autor a los 93 años de edad. El Instituto Nacional de Bellas Artes, así como el embajador José Ignacio Madrazo, Enrique Krauze y Guillermo Sheridan confirmaron la noticia apenas unos momentos después de que ésta recorriera las redes.
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Su poesía no sólo atendía a cuestiones de ritmo y forma. Trató de que, en cada verso, sus lectores pudiesen encontrar una idea que desafiara su mente y los llevase a pensar en las múltiples posibilidades que tiene el ser humano de trascender su realidad a través de las letras. Esta postura está desarrollada principalmente en el libro Poesía y conocimiento de 1978.
Propuso un enfoque filosófico que no estaba totalmente basado en los clásicos, sino que retomó y realizó sus reflexiones alrededor de propuestas de autores poco estudiados como Friedrich Schleiermacher o Henri Bergson. Es por ello que su libro Introducción a la historia de la Filosofía sigue siendo un texto imprescindible para las academias mexicanas.
Mostró un fuerte interés por apoyar a los nuevos filósofos y poetas mexicanos, razón por la que, dentro del ámbito intelectual de nuestro país, se le recuerda como una persona siempre dispuesta a escuchar, conversar e intercambiar ideas con el único fin de enriquecer la mente de los demás y la suya.
El amor que sentía hacia nuestro país lo llevó a definirse como un poeta que escribía en catalán, sí, pero, finalmente, un escritor totalmente mexicano.
Como parte de su labor ensayística realizó estudios sobre lírica mexicana en los que destaca la trayectoria de autores como Ocatvio Paz y Xavier Villaurrutia catalogándolos como los dos autores esenciales para tener una comprensión más o menos redonda de la literatura nacional y la manera en que la gente la asimila.
Más allá de una disciplina, Xirau percibió la filosofía como una forma de vida en la que necesariamente tienen que intervenir sentimientos tan básicos como el amor, lo cual supone la humanización de un pensamiento; todo ello con el fin de que las reflexiones filosóficas no puedan ser condensadas en un pensamiento académico y cuadrado que en algún momento de su desarrollo se vea en la terrible necesidad de limitarse a sí mismo.
Dentro de sus postulados más importantes se encuentra el del significado del silencio, en él propone que para llegar a una comprensión más completa de la palabra es necesario evocar a “lo silencioso” como una parte necesaria en la construcción del lenguaje hablado. Todo este pensamiento está basado en lo que San Juan de la Cruz llamó “soledad sonora”.
Con su libro Genio y figura de Sor Juana Inés de la Cruz se unió al grupo de investigadores como Margo Glantz y Antonio Alatorre conocidos como sor-juanistas, cuyos estudios no sólo se enfocan en la obra de esta escritora novohispana, sino también en su vida.