A continuación se presenta otro de los breves y concisos relatos de la autora argentina Cecilia Cabrera, quien con su oficio poético y narrativo se ha empeñado en indagar en los pequeños resquicios irónicos de los momentos más cotidianos, en los que a pesar del duro baño de la realidad, hay espacio y tiempo de sobra para que se desarrolle el absurdo como forma de vida sin dramatismos exacerbados ni sinsentidos fortuitos. Disfrútalo.
Incontenible autosatisfacción
El único problema de masturbarse dormida es la mirada del resto de los pasajeros, pensó Marina. Su sueño era tan real como cuando de chica soñaba que se sentaba en el inodoro y se meaba en la cama. Ese sueño fue así de real y así también reaccionó su cuerpo el 15 de julio de 2015. No lo pudo evitar, fue un gesto irreprimible, amoroso, húmedo, pero, sobre todo, público. Aterradoramente público.
Tal vez no hubiera sido tan grave si no fuera porque tampoco podía evitar gemir al acercarse al clímax. Siempre gozó de un éxtasis sonoro importante. También era una reacción incontenible e involuntaria. Aunque obviamente inoportuna en colectivo interurbano…. aunque todos estuvieran durmiendo… Marina siempre fue una mujer muy expresiva, y su sexualidad no era la excepción. Es por eso que prefería viajar en avión, así no era necesario dormir en el trayecto.
Esta costumbre se afianzó en Marina cuando se fue a vivir sola. Cuando vivía en la casa paterna compartía habitación con sus hermanas, por lo cual se imponía límites. De no haberlo hecho, hubiera padecido las burlas interminables de sus hermanas. Pero al no tener que compartir su espacio se fue liberando gradualmente. Al principio sólo lo hacía cuando estaba despierta, hasta que sus sueños se volvieron más realistas.
Esta autosatisfacción dormida hubiera sido como cualquier otra habitual, excepto porque viaja en un colectivo interurbano. Excepto, también, porque ojos curiosos la descubrieron en pleno placer.
Marina siempre comenzaba acariciándose por encima de la ropa, con suavidad, hasta que se sentía húmeda. Luego metió su mano debajo de su ropa interior. Esta vez el placer fue más intenso, su mano pareció agrandarse. Sentía unos dedos gruesos y ásperos horadando su sexo con firmeza. Se rindió al éxtasis. El orgasmo fue tal que la despertó. Al abrir los ojos se encontró con la cara de un desconocido muy cerca de su cara. Este hombre la olfateaba y se metía los dedos en la boca.
Quedó petrificada por el miedo y el asco. El desconocido seguía mirándola y le preguntó si le gustó. Ella vomitó sobre él, lo empujó y salió corriendo por el pasillo del colectivo. Buscó a los choferes en silencio. Iba a denunciarlo pero se sintió avergonzada y les pidió un pucho y se sentó a fumar con ellos.
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Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a Grant Spanier.
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Si quieres dedicarle más textos a tu pareja con los que puedan hacer arder sus cuerpos, entonces estos poemas eróticos son perfectos para esa persona cuyos besos eran balas.