“Lo que suple la relación sexual es precisamente el amor”
Jacques Lacan
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Franz Kafka hizo de lo paradójico un universo literario que trasciende fronteras discursivas y expresivas. La imposibilidad de un hecho otorga a las situaciones un carácter abismal. Como dice la canción de la banda venezolana Sentimiento Muerto: “El amor no existe, hay que hacerlo”.
Otro escritor checo milita en ese camino desde una visión contemporánea que revisa varios temas de la condición humana es Milan Kundera, quien publicó en 1984 La insoportable levedad del ser, considerada por muchos como una de las mejores novelas del autor, así como la más leída. Es una historia con aura trágica que nos muestra la imposibilidad de la relación sexual por medio de las relaciones de dos parejas: Tomás y Teresa, y Sabina y Franz. Al personaje principal de la historia, Tomás, le resulta sumamente difícil serle fiel a Teresa, pues busca en sus amantes algo que diferencie a una mujer de la otra. Tomás también es amante de Sabina, quien representa otro polo de su vida. He aquí el primer trazo de la dificultad representada en la psique masculina, simbolizada como un todo en la figura de Tomás, pues éste no ha superado el tabú de la feminidad y es incapaz de amalgamar como signo de su relación el deseo sexual con el amor. Citando textualmente la novela: “¿Por qué no descansar de esa mesa de operaciones del mundo, sobre la cual abría con un escalpelo imaginario la funda en la que las mujeres guardaban la ilusoria millonésima diferencial?”.
Sabina, la amante, también irrumpe en el pulso de Teresa, ya que entre ambas se forja una especie de relación en la que la primera asume el papel de “la otra”. Al mismo tiempo, ella es el prototipo de la levedad del ser: incapaz de formar un lazo amoroso estable, se muestra cómo, al ser demasiado leve, termina volviéndose insoportable. Se establece una relación de espejo, como un vínculo esencial con Tomás y viceversa. Como es habitual en Sabina, su relación con Franz no prospera. El deseo queda insatisfecho y ella goza de la privación. Se puede identificar muy bien en la novela que el sujeto histérico se posiciona del lado izquierdo de las fórmulas de la sexuación, pareciendo ser una defensa ante el goce femenino, el goce ilimitado.
La figura del eterno retorno también confluye en esta idea. En ella se sostiente que el ser humano está condenado a vivir una y otra vez las mismas experiencias sin ninguna variación. Por medio de la historia de Tomás, Teresa, Sabina y Franz, este ciclo es más que evidente, pues cada uno de ellos busca una expiación, aunque siempre recaen en la tentación y lastiman a quienes buscan una conexión más allá de la penetración.
El capítulo “Pequeño diccionario de palabras incomprendidas” que resulta ser fundamental para comprender por qué la relación entre Sabina y Franz no persevera. Se antepone como hecho que la diferencia de significados es un asunto personal que depende no sólo de las propias palabras, sino de las vivencias, los lugares y los objetos, por mencionar sólo unos. Esto puede crear un mundo intermedio entre una pareja y no permite entrelazar el que se supone pertenece a ambos. Una metáfora de la imposibilidad en otro tipo de intercambio vital: la comunicación hecha verbo, la expresión de los sentimientos, sin ir más lejos. Básicamente esta situación ejemplifica lo que le sucede al ser humano desde el momento que habla.
En su sentido más amplio y hondo, La insoportable levedad del ser propone que en el amor nada está dicho para el ser humano, por lo que éste debe hacer una invención propia ante ese vacío que se abre. El hombre deberá hacer un movimiento y dejar de buscar el objeto perdido en cada mujer, como si así le diera existencia, para hacer de una mujer la causa de su deseo. Aunque se abra ese abismo de palabras incomprendidas, hay que inventar el amor, crearlo, componerlo y hacer de él lo que suple y recubre el abismo.
Los fotogramas pertenecen a la adaptación cinematográfica de la novela de Kundera.
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