*Este artículo fue publicado anteriormente y ha sido modificado
¿Cuánto tiempo de la vida pensamos en la muerte? Es una sentencia de la que no podemos escapar, un cuerpo espacial que gravitamos, que nos mueve y que en algún momento nos devorará. Hablar de nuestra propia muerte no debería ser motivo de miedo o de angustia, sino una síntesis en la que comprendemos la vida misma.
Foto: MilenioRodolfo Usigli (1905-1979) no temía a hablar de su muerte. Poeta, dramaturgo y diplomático nacido en la Ciudad de México, desde muy joven abordó el tema escribiendo sus epitafios a manera de ejercicio poético. Considerado el padre del teatro moderno mexicano, la figura de Usigli marcó una pauta en las letras mexicanas.
A continuación te presentamos uno de los poemas que aparece en su libro Conversación desesperada.
TESTAMENTO
En la agónica gota de un reloj cuya máquina
he descubierto en vano, voy captando la huella
del tiempo en esta trampa de lodo y de ceniza
que soy. Yo mismo ahora ya no recogería
los restos de mí mismo que han dejado el silencio
la espera, las mujeres y la angélica
curiosidad de mí mismo hasta el crimen mismo.
No me atrevo a poner ya las manos sobre mí
ni aún en la sombra por lo que el tacto me revelaría
de llagado y de oscuro en mi materia.
No me atrevo en la noche a preguntarme nada
por no hallar en mi oído la respuesta del eco,
de la repetición de otro reloj.
Y no resistiría verme al espejo por miedo
a mi piedad estéril y terrible
que caería sobre mí mismo.
Sólo las huellas de estas gotas del tiempo en mi ceniza,
la mecánica sangre sistemática,
mis vellos que se erizan en esta tormenta
de la soledad desencadenada como una seca lluvia.
Sólo la indiferencia
de un Dios que no me castiga todavía
y que me envuelve en una ahumada pausa
de niebla. Sólo el desprecio de olvidarme
como un objeto desarticulado
en una amarga música
en un silencioso vino
en una luz opaca.
No me quedaba ya más que un silencio
en que tenderme, en que soñar. Y ya lo he roto.
Y las palabras, todas las palabras
con que lo perforé de extremo a extremo
han partido de mí y no podría repetirlas siquiera
aún huecas, aún metálicas, aún muertas.
Y no me queda ya del tiempo
más que esta gota agónica y eterna
que cae sobre mí de todos los relojes,
que parecen maquinarias de cera.
Y perdido el silencio, y la palabra,
hago este testamento
para dejar al viento lo que queda de mí,
testigo mudo y lejano de mí mismo,
sombra de soledad, sombra de espera.
Algunos grandes poetas mexicanos han escrito sobre la muerte. Si te interesa conocer sus obras, te recomendamos leer a Jaime Sabines y al joven escritor Gerardo Arana.
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