Ya que la literatura no es más que una enorme mentira, nos facilita la creación de escenarios que no existen, pero que satisfacen nuestros sueños. El siguiente texto es una entrevista de ficción a John Lennon, construida a partir del legado de un músico legendario y no corresponde más que a la imaginación; por lo tanto, todo lo expresado es sólo una aproximación a algo que pudo ser verdad y que por un hecho trágico, no fue.
Despertó hacía las 8 de aquella mañana, preparó café en la cocina y dejó listas dos tazas sobre la mesa. A su costado un ventanal dominaba el espacio, a través del vidrio se podía ver una playa irlandesa que se extendía hasta cubrir la vista entera, con una línea apenas visible al fondo, donde el agua se camuflaba con el cielo. El mar siempre le había parecido hermoso, era allí donde se conectaban el firmamento y la tierra; tanto así que a veces un marinero podía conducir su barco hasta una estrella, sin darse cuenta.
Ya nunca se alejaba mucho del mar, vivía apartado de la civilización y sólo de vez en cuando prendía la radio, había un televisor desconectado en uno de los salones de la casa; a veces creía que el sonido de las olas le traía todas las noticias que necesitaba oír. Cuando era joven pasó tanto tiempo queriéndose alejar de los puertos que en sus años de retiro decidió hospedarse permanentemente en uno, sin importar cuántos lugares hubiese visto, seguía siendo ese muchacho de Liverpool, en el fondo le gustaba serlo, así se sentía auténtico. En los mejores días postraba una guitarra acústica sobre su pierna y componía canciones que nadie fuera de la casa iba a escuchar, le gustaba esa vida. John Lennon tenía todo lo que había deseado, a sus 78 años se sentía pleno.
Llevaba 28 mil 534 días vivo, los contaba todos, una manía absurda; le gustaban los números, principalmente el 9. Pensaba que estaba ligado a él en una forma que no alcanzaba a explicar: había nacido a las 6:30pm (6+3=9), durante un 9 de octubre de 1940; la misma fecha que su hijo Sean, sólo que 35 años antes. Su antiguo manager, Brian Epstein, descubrió a los Beatles en The Cavern Club un 9 de noviembre del 61, exactamente cinco años después, John conoció a su segunda esposa.
Aunque, como en su juventud, aún era proclive a no planear las actividades del día, cada momento en aquella cordillera con vista al mar era una oportunidad renovada para pintar alguno de los cuadros con los que decoraba la casa, para escribir poesía en las tardes y leer alguno de los libros de su biblioteca. Con los años se había dejado seducir por la rutina, pero ese día sería distinto, tenía un invitado: un reportero, enviado de una revista que John no había leído nunca. Por primera vez en su retiro, iba a ofrecer una charla con un miembro de la prensa.
Parte de él estaba entusiasmado por recibir visitas; no tenía nada preparado para ofrecer, pero confiaba en sus habilidades para dialogar. Escuchó el motor del auto apagarse mientras tomaba un sorbo de su bebida, abrió la puerta en bata -mucho antes había recibido a los diarios con menos puesto que eso. Se encontraron en el pórtico, se presentaron y John condujo al reportero a la sala, era un hombre de estatura mediana, cara redonda, nariz puntiaguda y mentón dividido que inspeccionaba sus alrededores casi por instinto.
-¿Cuántos años tenía usted en éstas?- dijo el hombre, señalando una serie de retratos puestos encima de la chimenea.
-Tenía 8,- contestó con voz calmada, –era la edad en la que cantaba en el coro de la iglesia.
-Desconocía que había cantado en el coro de la iglesia -dijo el reportero en un tono más sutil.
-Fue hace siglos- mencionó el músico mientras se acercaba al retrato, -En la iglesia de Saint Peter de Wooltor.
El hombre apenas llegaba a los hombros de John, vacilante sacó una pequeña libreta de notas del bolsillo de su chaqueta y miró hacía uno de los sofás dispuestos en el lugar.-¿Puedo sentarme?
-Por favor- indicó el anfitrión.
-¿Fue en esa misma iglesia donde conoció a Paul, no es así? -preguntó sin despegar su mirada de las páginas en las que parecía garabatear.
Lennon bajó la cabeza, lo analizó por encima de sus anteojos -Allí mismo, cuando Paul tocaba una versión excelente de “Twenty Flight Rock”, nunca antes había escuchado a un músico tan competente.
-¿Eso le intimidó?
El compositor transformó su postura, se le veía más erguido. -Diría que me sobresaltó, era un pueblo relativamente pequeño y yo un músico improvisado, un talento como el de Paul fue un descubrimiento para mí, quizás una señal.
-¿De lo que vendría?- el reportero hizo una pausa, buscando las palabras adecuadas -¿Acaso cree usted en el destino, señor Lennon?
John rió suavemente, en un gesto casi imperceptible, una sonrisa se dibujó en su rostro para resaltar las arrugas que habían formado los años en él. -Creo en muy pocas cosas, usted ya lo sabe… lo dije en una canción.
El reportero se le quedó mirando en silencio por un instante, como esperando a develar un misterio en su figura. -Permítame cambiar mi pregunta entonces, ¿Aún cree en usted mismo, señor Lennon?
-¿Por qué no lo haría?
El visitante cerró su libreta en un movimiento y desvió la vista al techo del lugar. -Seré sincero, lo conocí cuando era aún un niño, cuando mi padre sintonizaba la radio de camino al colegio o colocaba sus álbumes en la antigua tornamesa de la casa; fue parte de mi vida y la de papá, así como lo fue de millones de personas alrededor del mundo. Las personas cantaron sus canciones, se enamoraron con ellas, contrajeron matrimonio y transmitieron ese placer a sus hijos; todos conocen su música, sin embargo, hay algo que se mantiene en misterio. De ningún otro artista se ha escrito tanto, pero no me interesan los estudios sobre el personaje que proyecta. Su público lo mira como un mito pero a mí, que toda mi carrera he conducido una entrevista de ficción a John Lennon en la privacidad de mis pensamientos, -dijo al momento en que apoyaba su espalda contra el asiento y cruzaba las piernas- me interesa el mortal.
-Pues verá- Lennon sacó una cajetilla de cigarrillos del bolso de la bata y ofreció uno a su acompañante, el hombre negó con la cabeza -espero ser mortal suficiente para satisfacerlo, después de todo aquí me tiene como un anciano en sandalias, listo para contestar sus preguntas, así que le recomiendo formular una buena.
-Empecemos hablando sobre por qué viajó tan lejos del mundo, de por qué vino a un colina en lo alto de los valles de Irlanda, un punto casi inaccesible, donde nadie pudiese verlo, oírlo o buscarlo. Quiso ser un fantasma y lo logró, dejó su carrera y por casi 30 años se negó a regresar a eso que con tanto fervor había construido y ahora, lo que quiero saber es: ¿qué le gustaría decir después de tanto tiempo? ¿y por qué se retiró?
John sintió ánimos de burlarse del hombre, generalmente era siempre así, su más grande talento (además de la música) era su sentido del humor, su habilidad de hacer de la vida una ironía. Caminó rumbo a la ventana de la estancia, empañada debido al ambiente invernal, a través de la bruma diviso un auto estacionado y un sendero que bajaba hasta perderse entre los árboles.
-Todo el mundo sabe de los Beatles- contestó al fin -fuimos famosos antes de redes sociales, de las telecomunicaciones, antes de toda esa locura del siglo XXI; es decir, conquistamos el orbe antes de que fuese sencillo hacerlo. Pero éramos unos adolescentes queriendo alejarnos de casa… meros novatos; no hubo tiempo para familia, para hijos, todos querían un poco más de nosotros, aún cuando estábamos separados.
-¿Entonces lo enfermó la fama?
En un rincón del salón descansaba una guitarra acústica recargada en una de las paredes, era una reliquia de una época lejana, con rasguños en los bordes. La llevó hasta el sillón frente al corresponsal y con ella entonó las primeras notas de una canción; el oyente pudo reconocerlas de inmediato.
-Help , I need somebody / Help, not just anybody / Help, you know I need someone…- siguió con la siguiente estrofa y sin quererlo, el hombre seguía el ritmo con el zapato sobre la alfombra. Al concluir, Lennon levantó la vista y habló -Escribí esto en 1965, cuando tenía 25 años, me sentía estresado, estaba temeroso e inseguro, la lanzamos como sencillo y luego la tocamos en el Shea Stadium, frente a 55 mil 600 eufóricas personas. Créeme cuando te digo que nunca has tenido miedo si no has enfrentado tanta gente… aún así es una de mis favoritas porque sigue siendo igual de buena que antes; tenía temor, pero estaba consiente de ello y no tuve reparo en confesarlo, porque eso hace un artista, convierte lo malo en algo bueno, la gente se identifica siempre con eso. Lo único que lamento es que suena muy a prisa, creo que es porque intentábamos ser comerciales.
-¿Qué le inspira, señor…?
-Dime sólo John, compañero.
-Esta bien… -el reportero sintió sudor perlando su frente -¿Qué le inspira, John?
-No lo sé- levantó ambos hombros al unísono -me veo como un artista, dame unas crayolas y haré una maldita obra de arte. Pero las canciones son palabras que flotan a nuestro alrededor, sólo hay que descubrirlas; por ejemplo en Norwegian Wood intentaba hablar del romance sin que mi esposa se diera cuenta, así que el tema se construyó de palabrería, muy abstracto. Nowhere Man es sobre mÍ mismo, surgió de una especie de colapso creativo, prácticamente llegó de golpe en la época en la que escribí mucho de amor porque, ya sabes, todos lo hacían.
-¿Qué piensa del amor?
-Todas las decisiones inteligentes del humano han sido motivadas por el amor, el odio y la rabia son una pérdida de tiempo, es por eso que se escriben tantas canciones al respecto. En cuanto al amor romántico, pienso que nos crían para encontrar al amor de tu vida alrededor de los 30, cómo si se tratase de una formula; lo que no dicen es que crecemos a través de las personas y el amor puede tardar en llegar, porque sólo podemos querer hasta que nos encontramos en plenitud. Es una mentira eso de ser la mitad de un todo, cada individuo está completo por sí mismo.
-¿Trabajaría de vuelta con Paul?
-Lo haría -Lennon se retiró las gafas, acarició la parte superior de su nariz, se mantuvo en silencio por varios segundos, -ya he dicho antes que sólo he trabajado con dos personas a lo largo de mi carrera, con Yoko Ono y Paul McCartney. No creo que se deba reunir a los Beatles porque fuimos el resultado de un determinado momento social y cultural, fuimos portadores de un mensaje de paz que era mucho mayor que nosotros; en el mejor de los casos, los Beatles ayudamos a que el público descubriese el amor dentro de ellos, en el que ya creían antes de nuestro debut. Pero, siendo sólo con Paul, probablemente lo haría, quizá sólo por nostalgia; pienso mucho en los años cuando componíamos juntos, antes de la fama, en el tiempo en que sólo teníamos nuestras guitarras. En esos primeros años, nunca pensé que esos tres chicos a mi alrededor serían tan importantes en mi vida. Lamento el tiempo en el que pasamos peleando, este es un buen retiro, pero quizá, si pudiera retrasar el tiempo, pasaría largo rato en compañía de Paul, en Liverpool, como era antes.
El periodista había quedado casi absorto en sus pensamientos, con la pluma en sus dedos y la hoja de su libreta debajo, en la que había parado de escribir. Pensaba en sus palabras, prefirió dejar que simplemente fluyeran.
-John, -sonaba apesadumbrado -mi padre me enseñó sus canciones, su voz me recuerda a él, para mí su memoria esta ligada a cada letra que escribió con y después de los Beatles. El 8 de diciembre de 1980, un hombre le esperaba bajo el edificio Dakota, en Nueva York. Este sujeto sacó un arma y disparó; alguien entre el pequeño tumulto de seguidores que aguardaban allí, notó el arma y pudo derribarlo, aunque el atacante logró atinar tres tiros de las cinco detonaciones del cañón. Es aquí donde nos cruzamos por primera vez, John; mi familia vivía en Nueva York y cuando papá se entero del suceso, decidió ir a acompañarlo; me llevó de la mano hasta las afueras del hospital, donde la gente cantaba All you need is love con cariño genuino. Confundido por el momento, le pregunté a mi padre por qué habíamos ido y, muy seguro, me respondió: “Lennon ha estado en tantas ocasiones conmigo, que iba a ser incorrecto si yo no estaba aquí y ahora con él”. Papá nunca pudo ver actuar en vivo a The Beatles, ni siquiera después de su milagrosa recuperación.
-¿Qué fue de tu padre?- preguntó Lennon, afligido.
-Murió apenas un año después.
-Lo lamento, -John se notaba apesadumbrado, con la voz quebrada.
-No- dijo el hombre. -Le agradezco, lo digo por él, por mí y por todo lo que podría significar. Usted lo expresó mejor que nadie: “All these places have their moments / With lovers and friends I still can recall / Some are dead and some are living / In my life, I’ve loved them all”.
Siguieron la conversación, por la tarde pudieron salir de la casa, prosiguieron la entrevista en un par de sillas dispuestas bajo un balcón de la residencia, Lennon le mostró la casa aledaña a la suya, la que había construido para su tía Mimi; sacó viejas fotografías, algunas junto a su madre, otra posando con su padre. Por largo rato debatieron sobre el pasado y el posible porvenir.
Casi al acabar el día, el reportero preguntó si era feliz en aquella costa.
-Lo soy, es la fortuna que perseguí mi vida entera, supongo que debía crecer mucho para alcanzarla.
El periodista lo miraba fumar, veía la silueta de su rostro encima del atardecer, con sus gafas color dorado y su cabello ondulado; hacía mucho tiempo había dejado de ser aquel chico que cambió la música, pero en su carácter, en su mirada cargada de ingenio, se presentía la existencia del genio. Era como si para él no hubiesen pasado los años y todas sus experiencias se hubiesen condensado en un Lennon mucho más sabio, pero había algo que perturbaba al periodista, como si en aquella escena hubiese la seña de una treta, así que no pudo más que preguntar de nuevo.
-¿Es feliz, John?
-Bueno- empezó su respuesta con una bocanada de humo que se propagaba en el aire -eso de ser feliz es algo espontáneo, es endeble y efímero; pero esta es la vida que decidí tener y me siento satisfecho con ella. ¿Te cuento algo?
-Por supuesto
-Han pasado 13 mil 856 días desde que me dispararon, llevó la cuenta porque tengo la extraña sensación de que desde entonces cada día es… diferente. En aquella ocasión perdí el conocimiento camino al hospital y al recobrarlo vi a mi hijo Julian, era tan mayor que casi no lo reconocí; después de todos los problemas entre ambos, estaba allí, y cuando pude levantarme lo abracé porque se lo debía, antes de eso me costaba mucho decirle que me importaba. Luego de eso me di cuenta que no me importaba el mito de John Lennon, no quería conciertos o álbumes, quería a mis hijos, a Yoko; visitar a mis amigos, aprender a pedir perdón. Si al público eso le bastaba, o no, dejó de importar, lo único que tenía sentido para mí eran estas personas. Como artista fui un reflejo de la sociedad, pero mi familia era reflejo de mí y no quería volverlos a dejar.
El hombrecillo lo miró, convencido de la seguridad con la que se confesaba y agradeció la honestidad; se mantuvieron sentados en silencio, mirando el cielo al oscurecer. Cuando por fin llegó la noche, al reportero se le ocurrió preguntarle algo más.
-¿Y si es este el cielo, John? ¿Y si en verdad lo que ahora estamos experimentando es sólo el Edén?
-Bueno, ¿que es la vida? Una serie de hechos sin sentido en la que sólo nosotros somos reales; hay quienes pasan todos sus días sin darse cuenta de ello, del aquí y ahora. Si esto es el cielo- dijo John a la vez que despegaba sus labios del cigarrillo- no lo quiero dejar.
La historia de esta entrevista de ficción a John Lennon no acaba aquí, sigue recordando a esta leyenda con la playlist que preparamos para ti.
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