El joven escritor Enrique Ocampo, autor del libro de relatos Salto de fe, muestra en el texto en prosa que se reproduce a continuación un afán por su oficio, por el arte, por la escritura, haciendo uso de referencias y guiños de ojo que componen una especie de manifiesto poético.
Con gran dolor, viene gran arte
Estás sentado, los pies a la mitad en la coladera de tu cuadra y el cabello cual saeta rasgando el párpado. Tres trombones y un violín repican la canción de tu cumpleaños. Una sábana pluvial te arropa entre el frío y el petricor. En el bote de basura hay unas rosas, tres agujas de tejer y el sueño de una noche de verano. Te rascas la oreja derecha y encuentras dos granitos de arena. El cuello rígido y Belerofonte lancea una nostalgia profunda en tu pecho. Tus manos inquietas coquetean entre la rodilla y el cigarro. El humo cae como noche negra. La noche negra cae como un silbido. Un silbido pasa como humo en el frente de tu garganta. Sonríe. Empuña la espada y clávala más hondo. Deshaz el nudo clavicular y ata una horca con él. Sonríe. Canta. Con gran dolor, viene gran arte.
Estás parado, la brisa a un cuarto de los alveolos y las uñas cual puñal cortando la palma. El tren pasa y su hedor te recuerda a tiempos peores. Siempre hay tiempos peores. En el primer asiento, te guiña el ojo una memoria. La angustia sella el pasaporte rumbo al aeropuerto de tu presente. Boleto sólo de ida, por favor. Placer; y negocios. Una chispita embalsama tu empeine y te pegas al suelo. Se te va el aliento. La boca fruncida y Aquiles babeando frente a Troya. Revisas tus bolsillos y encuentras unas monedas, tres poemas de amor y una canción desesperada. El tren regresa sin ton ni son y sigues parado en el andén. Es la última vez que regresó. Sonríe. Abraza la flama y fúndete con ella. Saca a la loca de la casa e invítala a bailar un tango sobre los rieles. Sonríe. Escribe. Con gran dolor, viene gran arte.
Estás acostado, el hacha completa en el esternón y la piel enrojecida cual armadura magullando el hueso. El incendio estalla y ves todo color naranja. Vengar o morir. Un cuervo negro y nauseabundo grazna una copla malograda. Sin cuartel, mi general. Cien antorchas combustionan tu espíritu y las trabes de la ley se desmoronan antes de nacer. Sin cuartel, mi general. Empuñas la espada. Sin cuartel, mi general. Ajustas el nudo. Sin cuartel, mi general. Avivas la hoguera. Sin cuartel, mi general. Sin cuartel para nadie, mi general; ni siquiera para la loca de la casa. Unas últimas palabras, tres avemarías y el fin de la soledad. La mirada penetrante y Heracles en jarras sobre el mar del perdón. La guerra comienza y el arte es tu escuadrón. Sin cuartel, mi general. Sonríe. Saborea la sangre y sírvete otro cáliz. Embrida el corcel con la rienda de la rabia. Sonríe. Haz arte. Siempre haz arte. Con gran dolor, viene gran arte.
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Las imágenes pertenecen a la serie Retorno, de Cristóbal Escanilla.
Puedes apreciar más de su trabajo fotográfico aquí.
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¿Qué harías si no tuvieras tiempo que perder? Este texto te dará la mejor de las ideas.