Simplemente no soy de este mundo… Yo habito con frenesí la luna. No tengo miedo de morir; tengo miedo de esta tierra ajena, agresiva… No puedo pensar en cosas concretas; no me interesan. Yo no sé hablar como todos. Mis palabras son extrañas y vienen de lejos, de donde no es, de los encuentros con nadie… ¿Qué haré cuando me sumerja en mis fantásticos sueños y no pueda ascender? Porque alguna vez va a tener que suceder. Me iré y no sabré volver. Es más, no sabré siquiera que hay un ‘saber volver’. No lo querré acaso.
Alejandra Pizarnik
Llevar a cuestas durante la mayor parte de la vida un dolor vehemente y una melancolía interminable nunca termina bien. Lo mismo le ocurrió a la poeta argentina Alejandra Pizarnik, su consumo de metanfetaminas y sus tendencias obsesivas se agudizaron cada vez más que la sombra de la locura la desquició en sus últimos años; tuvo diversos intentos de suicidio, pero no fue sino hasta el 25 de septiembre de 1972 que terminó con su caótica vida gracias a una dosis intencional de barbitúricos que le tranquilizó el espíritu para siempre.
Días previos a su muerte, Alejandra le escribió una carta a Silvina Ocampo —escritora y esposa de Bioy Casares— por quien sentía un amor descomunal. Una carta estremecedora, excesiva desde todo punto de vista, en la que le recuerda que la ama “sin fondo”, le dice que querría tenerla desnuda a su lado leyéndole un poema, y después, en el colmo de la exaltación amorosa y el patetismo, le ruega que le haga un “lugarcito” en ella, que la ayude, que la cure, que no haga “que tenga que morir ya”.
Tristísimo día en que te telefoneé para no escuchar sino voces espúreas, indignas, originarias de criaturas que los hacedores de golems hacían frente a los espejos.Pero vos, mi amor, no me desmemories. Vos sabés cuánto y sobre todo sufro. Acaso las dos sepamos que te estoy buscando. Sea como fuere, aquí hay un bosque musical para dos niñas fieles: S. y A.Escribime, la muy querida. Necesito de la bella certidumbre de tu estar aquí, aquí abajo; sin embargo, yo traduzco sin ganas, mi asma es impresionante (para festejarme descubrí que a Martha le molesta el ruido de mi respiración de enferma). ¿Por qué, Silvina adorada, cualquier mierda respira bien y yo me quedo encerrada y soy Fedra y soy Ana Frank?El sábado, en Bécquar, corrí en moto y choqué. Me duele todo (no me dolería si me tocaras –y esto no es una frase zalamera). Como no quise alarmar a los de la casa, nada dije. Me eché al sol. Me desmayé pero por suerte nadie lo supo. Me gusta contarte estas gansadas porque sólo vos me las escuchás. ¿Y tu libro? El mío acaba de salir. Formato precioso. Te lo envío a Posadas 1650, quien, por ser amante de Quintana, se lo transmitirá entre escogencia y escogencia.Les envié así un cuaderniyo venezolano con un no sé qué de degutante [desagradable] (como dicen Ellos). Pero que te editen en 15 días.Oh Sylvette, si estuvieras. Claro es que te besaría una mano y lloraría, pero sos mi paraíso perdido. Vuelto a encontrar y perdido. Al carajo los greco-romanos. Yo adoro tu cara. Y tus piernas y tus manos que llevan a la casa del recuerdo-sueños, urdida en un más allá del pasado verdadero.
Silvine, mi vida (en el sentido literal) le escribí a Adolfito para que nuestra amistad no se duerma. Me atreví a rogarle que te bese (poco: 5 o 6 veces) de mi parte y creo que se dio cuenta de que te amo sin fondo. A él lo amo pero es distinto, vos sabés, ¿no? Además lo admiro y es tan dulce y aristocrático y simple. Pero no es vos. Te dejo: me muero de fiebre y tengo frío. Quisiera que estuvieras desnuda, a mi lado, leyendo tus poemas en voz viva. Sylvette, pronto te escribiré. Sylv, yo sé lo que es esta carta. Pero te tengo confianza mística. Además la muerte tan cercana a mí, tan lozana, me oprime. Sylvette, no es una calentura, es un re-conocimiento infinito de que sos maravillosa, genial y adorable. Haceme un lugarcito en vos, no te molestaré. Pero te quiero, oh no imaginás cómo me estremezco al recordar tus manos que jamás volveré a tocar si no te complace puesto que ya lo ves lo sexual es un “tercero” por añadidura. En fin, no sigo. Les mando los 2 librejos de poemas póstumos –cosa seria—. Te beso como yo sé, a la rusa (con variantes francesas y de Córcega). O no te beso sino que te saludo, según tus gustos, como quieras.Me someto. Siempre dije no para un día decir mejor sí.Sylvette, sos la única. Pero es necesario decirlo: nunca encontrarás a nadie como yo. Y eso lo sabés (todo). Y ahora estoy llorando. Sylvette, curame, ayudame, no es posible ser tamaña supliciada, Sylvette, curame, no hagas que tenga que morir, ya…Tuya:
Alejandra…
¿Qué formas pueden tomar el amor y el erotismo entre una mujer de casi 70 años, que para colmo es esposa de su también amigo, “Adolfito” —como ella lo hacía llamar—, y una joven melancólica de 36? El amor es amor. Pues se ama a la persona con la que nos identificamos. Alejandra amó a Silvina hasta desaparecer, ese amor que llamó “sin fondo”.
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