El movimiento es cambio, a veces es caos; nos aferramos a la quietud y a la seguridad que no logramos percibir cuando nos han crecido las raíces y estamos fijos en un lugar, sin poder avanzar a ninguna dirección…
La teoría del caos
La teoría del caos habla del orden, de las consecuencias y repercusiones.
Me fascina leer al respecto aunque me pierda y me sienta un poco tonta.
Caos no es destrucción y ambigüedad,
es movimiento, atracción y fuerza.
La imagen me maravilla; la asocio con nuestros deseos.
Nuestro impulso feroz de seguir una órbita y girar sobre ella a una velocidad determinada
en un tiempo determinado,
generando una serie de formas múltiples que se desvanecen
a la vez que se construyen.
La destrucción es necesaria, brinda equilibrio a nuestro Universo
pero no está exenta de dolor.
Le tememos.
La construcción como complemento y desde nuestra perspectiva humana
es un empresa que toma más tiempo y esfuerzo.
A esa fuerza creadora la respetamos.
Destruir y construir,
aprender a sobrevivir nuestros sistemas caóticos
donde las pequeñas fluctuaciones generan infinitas posibilidades.
Dicen que los sistemas caóticos son flexibles,
se adaptan al cambio y se envuelven en él.
Nosotros tan obsesionados por controlarlo todo
queremos también darle órdenes al Universo y en tono mandón,
decirle cómo queremos que las cosas permanezcan inmóviles y seguras.
Cómo nos frustramos con la sordera del cosmos,
y así nuestros deseos impacientes y un poco sesgados por nuestros correspondientes patrones de conducta
dan poco espacio para la incertidumbre del devenir.
Digamos que el Universo no se conmueve con las consecuencias de lo que podamos generar,
sean estos grandes movimientos o no,
si nos levantamos cada mañana decididos a agrandar ese agujero en nuestra capa de ozono
o si creemos que los escarabajos son hermosos y evitamos pisarlos cuando vamos andando.
No juzga nuestras acciones;
Si nos cepillamos los dientes antes de dormir,
si cedemos el asiento en el autobús a los ancianos,
Si decidimos volver a empezar todo pero esta vez con ganas,
O
Si somos unos pobres diablos llenos de sombras en el alma
y nos salpicamos los unos a los otros con nuestros rencores.
Le da igual pero se acomoda como una gran placa tectónica
ante nuestras repercusiones de microbios.
Repaso mis deseos,
Mi ferocidad y mi voracidad;
Mis sombras y mis patrones.
Mi fuerza destructora que puede darme un poder incalculable de dañar
si no se conjuga amorosamente con mi fuerza creadora.
Esa que con cuidado pone orden.
Repaso mis deseos;
Mi fragilidad y mi vulnerabilidad.
Mi individualidad,
Mis ganas de despertarme y verte;
El miedo de perderte.
Mi voluntad de cuidarnos.
Entiendo que ambas fuerzas brotan de la misma fuente.
Me abstengo de darle ordenes al cielo y le digo al Universo:
Querido, haz de mí una criatura libre de todo prejuicio
y enséñame a ser
caótica e impredecible,
Posibilitadora y amable,
Fuerte y flexible:
el punto intermedio entre un ventarrón
y un recuerdo aleteando en un pulmón.
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Todos somos náufragos esperando una orilla; sin embargo, no podemos perder la esperanza de que podemos nadar y llegar, cambiar el rumbo, las costumbre y fluir con la vida.
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Las fotografías que ilustra el texto pertenecen a la artista Andrea Koporova; conoce más sobre su trabajo dando click aquí.