La Guerra Civil Española que se desató en 1936 reunió a dos de los escritores más prolíficos en la historia de las letras de América Latina. Tanto Paz como Neruda clamaron por la República ante el avance del fascismo en Europa. Pablo vivió en carne propia el asesinato de su amigo García Lorca y el triunfo franquista sobre los ideales republicanos, reforzando su vínculo moral indivisible con el progresismo y la izquierda. Para Paz, el recuerdo de la Revolución que se gestó no más de dos décadas antes e inauguró estrepitosamente el siglo XX aún perseguía los ideales políticos del escritor novel, que para entonces suele hablar de marxismo como la unión entre razón e historia.
La segunda edición del Congreso Mundial de Escritores Antifascistas en 1937 reunió a Hemingway, Vallejo y el propio Neruda, que para entonces ya gozaba de cierta reputación comprometida a las causas sociales. El autor de “Residencia en la tierra” (1935) gestionó la participación de Paz que, a sus 23 años aún era desconocido publicando el mismo año “Raíz del hombre” y mostrando la misma inquietud de los poetas del siglo XX: hacer de sus letras las armas para transformar el mundo.
El primer encuentro entre ambos resultó en una conclusión mayoritaria por la urgencia que caracterizó al movimiento de entonces: cerrar filas contra la avanzada fascista y preparar la resistencia desde las trincheras de cada uno –fueran cuales fueran–, con la máxima de la organización social y la democracia, rival acérrimo del fascismo. Paz estaba convencido de su antipatía a los horrores del capitalismo en nombre del libre mercado y su producción literaria llevó un talante de memoria; mientras Neruda, a un paso de capitalizar su militancia en su regreso a Chile, gestionó el escape de inmigrantes españoles vía Francia a su país natal.
Más hacia el este, el socialismo soviético, inspiración y prueba histórica de una clase políticamente identificada para transformar la realidad, pasaba por sus horas más bajas. Stalin inició una purga y el mensaje de solidaridad, igualdad y justicia social se desvaneció ante la presencia de campos de concentración y la formación de un régimen unipartidista que traicionó a los ideales que lo vieron nacer.
Octavio Paz encontró terriblemente contradictorias las acciones del estalinismo. Neruda publicó odas al régimen de la Unión Soviética y volvió a Chile como un poeta consolidado y comprometido. Éste será el inicio de una discrepancia entre ambos, misma que se forjó al calor del conflicto ideológico en el seno de su producción artística. Neruda no podía creer cómo Paz cambió su militancia y pasó de ser un crítico del sistema a convertirse en un intelectual de derecha, alineado con el régimen priísta durante sus últimas décadas de vida.
El choque ideológico entre ambos se agudizó cuando Neruda se autoexcluyó de la antología “Laurel” (1941) que Paz publicó y consideró incompleta sin la envergadura de la obra del Nobel chileno. En un encuentro en México, ambos charlaron de forma hostil sobre el tema y la discusión pronto encarnó su origen real. Furioso, Paz soltó un puñetazo al mentón de Neruda que apenas alcanzó a esquivar, mientras los presentes los separaban. El mexicano se tuvo que conformar con tildar a Pablo de “estalinista” y “ególatra”, mientras él le correspondió con “artepurista” y “traidor”.
Neruda volvió a su país y consciente de los errores de la Unión Soviética, trabajó por construir una alternativa política llamada “Vía chilena al socialismo”, donde el poeta jugó un papel relevante como precandidato presidencial por la Unidad Popular, título que al final cedió a Salvador Allende y significó la llegada del socialismo por sendas democráticas al poder, a pesar de su trágico desenlace.
La de Paz, en cambio, es la historia del desencanto de un hombre con respecto a la realidad social en que se materializa una idea. Si bien el socialismo ruso demostró ser el camino más largo hacia el capitalismo y todas las máximas que se construyeron alrededor de la interpretación marxista del positivismo en la historia (y el control del Estado sobre los medios de producción como el estadio de la humanidad previo al comunismo) cayeron junto con los horrores del estalinismo en la Unión Soviética, el Nobel mexicano se separó lo suficiente del pensamiento crítico como para defender lo que en un inicio repudiaba.