Razones por las que la figura del drogadicto cambió la Literatura para siempre

Razones por las que la figura del drogadicto cambió la Literatura para siempre

Razones por las que la figura del drogadicto cambió la Literatura para siempre

¿Por qué nuestro siglo enaltece a los negligentes vitalistas dando vuelta del antihéroe al héroe? Los tiempos han cambiado, definitivamente. ¿Pero por qué se debe enaltecer aquella figura si no es por envidia misma? Los “puristas” voltean a verlos despectivamente en un pedestal moral, escondiendo la envidia ulterior. Se colocan como uno kantianos merecedores de la felicidad, mientras “aquellos” la han alcanzado, efímera y banal, como debería ser. Pero la vértebra romántica de la especie nos hace buscar una felicidad auténtica, sea lo que signifique eso.

En la Literatura moderna se comienza a enaltecer la voz de los drogadictos, los junkies —como se les conoce en inglés—, como si se tratara de la única posibilidad de una personalidad original, en el sentido de autenticidad, sin más; desechando el ascetismo del protagonista, cuyo código ético complica la resolución de la trama. ¿Cuál es la voz del junkie? Se trata de un nuevo nihilista, aquel superhombre que murmuraba Nietzsche, el desencadenamiento total de los grilletes sociales. Irvine Welsh lo escribe a la perfección detrás de las voces de Sick Boy y Mark Renton en Trainspotting; incluso se enaltecen en el ritmo de Iggy Pop con el guión de John Hodge y la dirección de Danny Boyle. “Choose life” dice el protagonista.

¿En realidad es aquella la voz de un junkie? ¿O es la obra homónima de William Burroughs la verdadera y auténtica voz? En realidad el junkie no tiene voz. Un auténtico y verdadero junkie no tiene historia que contar; el alcohólico, a lo mejor, sí. El junkie está, como se dice en la jerga cotidiana y popular, “tirado a la mierda”. ¿Pero qué quiere transmitir el junkie a través de su mutismo observador? Creo que Burroughs es el mejor ejemplo. No la generación beat, pues Ginsberg utilizaba las drogas como un ritual espiritual del chamanismo. Burroughs no hace más que drogarse por la diversión de las drogas —o si diversión parece un calificativo controversial, entonces, el entumecimiento.

El drogadicto no quiere decir pero sí transmitir, pues es fundamental de la condición humana. La figura del junkie funciona como protesta, por aquello mismo se enaltece durante el siglo XX, el siglo de las guerras. La vida en la sobriedad no causará mayor remuneración vital que la deliberada estupidez a causa de una genocidio neurológico por las sustancias químicas de las drogas.

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Conoce los plagios que demuestran que no necesitamos más intelectuales.

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