La odisea de Kerouac, la odisea de los beats, una generación de Ulyses: Un nuevo héroe destinado al fracaso quien no debe triunfar como lo hace en las películas con el fin de salvar a la damisela enfrentando a la muerte.
En este nuevo Ulyses, la damisela es la metáfora de ellos mismos y la muerte es social; el denigrante trabajo, el esfuerzo sin reconocimiento popular. Todo ello por un nuevo concepto que han creado de libertad.
Todos anhelamos ser cronistas, nómadas, viajar, algunos -por mas banal que sea- su narrativa se plasma, en vez de una pluma y hoja, en una cámara y un selfie stick. El ideal de hogar, casa, domesticación nos enajena de la libertad <<o lo que creemos que es la libertad>>.
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Recuerdo haber leído Los vagabundos del Dharma y no llevar apenas un par de páginas para querer dar un giro tangente a mi vida y amanecer en un tren en las playas californianas con un vino, unas latas de atún y un poeta despojado de las convenciones sociales etiquetado bajo el pseudónimo de vagabundo.
La magia de Kerouac -y del resto de los beats- yace en en esa sensación de romper con el convencionalismo social y aceptar con gracia lo denigrante: la prostitución, el trabajo duro de recogedores, el hambre, el miedo a un camión hacia lo desconocido, la explotación de tus propios pies dando un ligero adelanto en una carretera, aceptar el aventon a alguien que bien podría ser un psicópata, aceptar el frío y el calor exuberante sin poder tirarte a refrigerarte.
Erradicar las convenciones sociales que son tan solo etiquetas, son nombres que distinguen lo bueno de lo malo según alguien, según un conjunto de “alguienes”.
Desapego, despojarnos de la ropa que cubre la temperatura corporal que se dicta por emociones, el desnudo de los betas, almorzar desnudo. El desnudo de una sociedad, huir de ella, es la única forma de recuperar una filosofía metafísica/ontológica, a lo mejor no en los libros pero generar una sinapsis que nos lleve a los primeros filósofos, los primeros como Tales de Mileto, quien pensaba que todo era agua debajo de una planicie a la que llamamos Tierra, o Anaximandro, el primero en pensar qué es la distancia. Filosofía que no se dicte en una convención social como lo es el lenguaje. Regresar al pensamiento metafísico, absorberte en una montaña y comprender la magnífica infinitud del cosmos para entender nuestra insignificancia, absorberte en un mar de estrellas tan lejos de las luces artificiales para contemplar constelaciones y nebulosas, arrinconar tu mente a un solo pensamiento… metafísica pura, todo lo demás es irrelevante, lo que queda es el SER.
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Más allá de revolucionar la literatura en la década de los 40, la generación beat revolucionó los ideales de la sociedad norteamericana. Adaptando una tergiversación del budismo, los Beat regresan a los nómadas. La importancia es el mero empirismo nómada, en ello se encuentra el arte, se olvidan de teorías y abogan por el completo antiacademicismo para encontrar pasiones en la vida, tener historias por contar. Olvidar al escritor Kafkiano y abogar por Hemingway.
En la carretera ha sido considerada como el auge de los beats, parece prudente debido a que en ella encontramos el hipérbole viajero. Aullido (aquél poema de Gingsberg en el que comienza demacrando a sus compañeros: vi a las grandes mentes de mi generación fundirse en locura) por otra parte, podría verse como un manual dadaista de los hippies: aboga por la demencia, y por supuesto, el ideal perdurante de los beats -las noches en bohemia- Noches de jazz en los techos del bronx. la importancia de la música en el día a día.
Esta generación de escritores están a un paso de que el gobierno norteamericano arrincone a la sociedad a meterse drogas y surjan los hippies en los 60: “los hippies comerciales”.
Por supuesto nace la controversia de las drogas por el afán social de tener que etiquetar todo y el término Junkie utilizado por Burroughs se tergiversa a un insulto. Las drogas son falta de voluntad, eres débil, patético, feo, estúpido y así podría encontrar una vasta cantidad de etiquetas que hay ante la postura de las drogas.
No obstante, las drogas tienen un fundamento literario, las drogas están vinculadas a la experiencia, al igual que la literatura, la gente que se droga es por mera asociación de una nueva experiencia, porque la sobriedad es macabra, la sobriedad eterna, pensar como un siempre piensa y nunca tener una nueva perspectiva nos destina a la demencia.
Es un goce poder leer un buen viaje a través de la perspectiva de un literato <<No olvidemos el viaje de la bicicleta de Albert Hoffman, mientras vive la primera consecuencia documentada del LSD>>.
La literatura nos incita a imitarlos, a ser un alcohólico negligente como Hemingway, o un Drogadicto introvertido escondido detrás de su genialidad literaria como Ginsberg. Es claro que la literatura es una brecha entre dos mundos, es un portal entre realidad y los límites de la imaginación.
Los viajes de los beats son la purga de la generación de hippies en los 60, el sustento intelectual de los hippies yace en novelas o tratados vanguardistas sobre la justificación filosófica del uso propio de las drogas y el estilo de vida que se desapegue de la sociedad convencional y tradicional, de la sociedad cerrada a lo cotidiano que compró la idea de la institución por miedo a la libertad. La institución del matrimonio por miedo a la fidelidad, a la monogamia; institución de la educación por miedo de tu intelecto; institución para el higiene para beneficiar tu autoestima. Incluso en Big Sur podemos contemplar cómo la edad es meramente anatómica, la dialéctica Kerouaca sigue sin envejecer, aunque el autor esté ya en sus tardíos 40 o bien la dialéctica Burroughs en la década de los 80, trabajando a lado de Gus Van Sant en Drugstore Cowboy sigue juvenil, el envejecimiento es también una convención social.
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Hoy la gente confunde la sensación vital de viajar por entretenimiento, por un estatus en Facebook. Buscan un diálogo de juventud por la monotonía del ritual del antro, su vida llega a ser cíclica, todos los fines de semana se repite un algoritmo ya diseñado.
He escuchado diversas historias de “cronistas” contemporáneos que no se sumergen en la cultura al viajar. La narrativa es la misma historia que sucede en su hogar, los factores del algoritmo fueron modificados pero el resultado fue el mismo porque a la gente no le agrada lo desconocido.
El famoso mochilazo de Europa ya es un estándar de la juventud que se acostumbra a ser un extranjero o un turista y se comprende la diferencia cultural.
Fue el desapego de estos autores que nos dan la miserable libertad y nos ponen en tela de juicio el deseo de la libertad de la que los hippies retoman aquel anhelo de disfrutar la música.
Como los beats tienen esta musicalización literaria a través de un escenario de drogas en algún bar o departamento del dealer, los hippies llevan aquél ideal a un campo abierto donde Woodstock gestionó la cultura musical de los festivales.