A continuación un poema de Estefania Rengifo Palomino para sopesar los estragos de la nocturnidad en el tiempo y en el corazón de las personas.
La era de la indolencia
La noche muda y negra destila su magia incierta
ronca el país pero no sueña.
La belleza se opaca con los años
la esencia de su existencia persiste.
El amor desciende de los cielos,
pero ellos se protegen con los paraguas.
La noche extiende su abrazo
fugaz y poderoso.
La calle es fiera, la guerra lo es,
la presiden los discapacitados.
Los que carecen de latido.
Hace falta ese amor invisible,
esa pequeña porción que aún permanece
en el pecho de los hombres.
Está dormido o enjaulado.
¿El amor dónde está?
¿La justicia en qué rincón?
La soberbia idiota,
recurso maldito e inagotable.
La paz secuestrada,
la razón ignorada.
Es la lucha de David
que olvidó que lleva la honda y la piedra
Taladran los grandes, lo sabes,
es el sonido de la muerte.
El oro no seca las lágrimas de los niños,
el poder no acaricia a los desfavorecidos
pero les clava las garras
les arrebata su porción de esperanza.
Se asoma la luna y la tercera guerra
el aroma de la hierba calma y oxigena,
reconforta el instante
que se desvanece,
así como el cuerpo que tendido en el campo
observa a las quietas nubes
a sus presagios.
La tormenta se acicala
es la era de la indolencia.
Se hizo de noche.
¡Corre a casa! y recuerda:
¡No te conozco pero me dueles!
¡No eres mi hijo pero me dueles!
¡No eres mi madre pero me dueles!
Tu dolor traspasa continentes.
¡Corre a casa que ya es de noche!
Y esperemos a que el día llegue.
***
La poesía no es sobre la verdad, sino sobre la búsqueda constante de ella. A las palabras y a la poesía, como al cuerpo, lo que pida.