¿Pueden los eventos del futuro interferir en el pasado? ¿Realmente se podría modificar el curso natural de la línea de tiempo en la que me hallo ahora? Y de ser esto viable, ¿cómo podría alterar el estado de cosas en las que me hallo?
Víctor guardó silencio mental durante un momento. Estos pensamientos le habían invadido durante la última semana de su vida. A sus 33 años, su existencia consistía en poco más que una puta y molesta monotonía, una rutina estructurada por la fuerza de la costumbre y la apatía y estaba algo inconforme, por decirlo de alguna forma, pues su novia le había botado por un sujeto que apenas si sabía pronunciar bien las vocales. Le habían degradado de puesto en la empresa de tecnología y diseño para la cual laboraba desde hacía exactamente 6 años y 6 meses y sus hermanos sólo le dirigían la palabra para asuntos formales relacionados con un proceso de sucesión testada derivado de tramites legales para recibir la herencia que le habían legado sus padres, quienes por cierto habían fallecido hacia solo 23 días. Números, claves, cuentas de correo, algoritmos, sucesión de minutos, segundos que se transformaban en horas, un continuo de momentos se aglutinaban en lo que era el remedo de una triste existencia sin propósito o sentido alguno.La humanidad de Víctor se descomponía ante sus propios ojos. Observó a través del cubículo a los otros compañeros de trabajo que parecían más autómatas que seres vivos; yendo y viniendo como maquinas sin espíritu. Abrió la gaveta de su escritorio y sacó el arma semiautomática, misma que dos semanas atrás había adquirido con un vendedor clandestino. La observó fijamente y tomó una gran bocanada de aire. Se levantó de su puesto y volvió a observar a su alrededor, tratando de identificar un blanco especifico. Por el pasillo principal venía a paso lento el jefe de piso, el señor albóndiga, cuyo mote se lo había ganado con mérito por su aspecto grotesco y su conocida propensión al porno hardcore. La mayoría de empleados de piso le odiaban profundamente, más aún las mujeres, pero en especial Víctor.
–¡Maldita bola de grasa! –gritó Víctor atravesando el barullo a través de toda la sala. Levantó el arma y jaló el gatillo. Gritos de conmoción, desesperación y sangre salpicada en 3 o 4 escritorios: en el piso sangre fresca, roja, penetrante y hermosa. Sangre en los teclados, sobre las tetas de la golfa de piso, sangre por todas partes. Un espectáculo visual. La gente corría como ratas en frenesí, sin saber siquiera qué estaba pasando.Víctor sonrió, se sentía por vez primera tranquilo, le deleitaba toda la situación y de manera visceral intuía que todo iba a cambiar a partir de ese instante. Volvió entonces sobre su pensamiento primitivo y se cuestionó de nuevo: ¿Podré alterar mi línea de tiempo? ¿Este evento influirá sobre mi pasado?Víctor flexiona su brazo derecho, llevando el arma hasta su cien, sonríe una última vez y se escucha un estruendo.
-–Buenos días amor. –¿Cómo que has dicho? –Buenos días Víctor, tenías una pesadilla –afirma su esposa. Esposa. Víctor tiene una esposa, está felizmente casado, pues así lo percibe, ella es bellísima y su mirada cálida. Víctor la besa fuertemente en su húmedos y cálidos labios. Acto seguido se levanta de un salto, corre el baño, se encierra y vaya sorpresa: Víctor ahora tiene otro rostro, otro cuerpo, pero siegue siendo en el fondo el mismo Víctor Macfarlane aunque todo ha cambiado.
–Lo he logrado maldición, lo he conseguido. La retrocausalidad es real, muy real, aún cuando no la entienda del todo, ni el porqué de este cambio abrupto, es demasiado real. RETROCAUSALIDAD.