El poema que se reproduce enseguida fue escrito por el joven autor venezolano Otto Valbuena. En su brevedad resume un momento detenido en la soledad, de una forma bella, desparpajada y sublime, como una contemplación del objeto del deseo. En cuanto la imaginación toma el control de la situación, sus recursos literarios retoma las riendas expresivas de un verbo que parece contenido en su afán de ilustrar el erotismo.
Lento por el camino de mi chica voraz
En el oro que revienta este silencio
te vislumbro tras la bruma y condenso el ritmo
convulso el pulso, agitas las piernas para mí
pero todo es mentira
todo es ficción.
Se ocultan los gestos bajo una sombra ridícula
mientras un deseo
—como gasolina—
va encendiendo el interior de nuestras entrañas.
Todo es acompasado ahora
como una balada punk o un respiro en loop
dirijo mis epigramas al sol
lento voy por el camino de mi chica voraz
quien consume la llama y la ceniza de nuestro amor
¿hacia dónde me lleva sino a la suave estela de su campo?
No obstante la espera
el acostumbrado peregrinar de los minutos
quejándose en silencio de nada
ase nuestros cuerpos y nos incita.
A eso apelo
al rumiar instantáneo de la infinidad
muriendo de sueño o de amor
len-ta-men-te.
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Las imágenes que acompañan al texto son propiedad de Justin Cummings.
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Los amores que están hechos para perdurar en el tiempo soportan cualquier cosa: “Somos la prueba de que el amor verdadero sobrevive a cualquier distancia”.