Las leyendas y los mitos griegos han estado presentes de generación en generación, pues en todos estos relatos podemos encontrar diversas enseñanzas sobre los vales, el amor y hasta la destrucción. Hombres, mujeres, semidioses, reyes y guerreros, son algunos de los protagonistas de estas historias que ya forman parte de la cultura occidental, por lo que te dejamos algunas de las más populares leyendas y mitos griegos cortos.
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Medusa
Medusa era un mujer como cualquier otra, la única diferencia era que su belleza se volvía irresistible ante todo el que la conociera; su ojos, su pelo, hasta su forma de caminar atraían a todos los hombres que la llegaban a mirar. Poseidón, el rey del mar, fue uno de tantos que no pudo apartar la vista de tan hermosa mujer al verla caminar a la orilla del mar. De inmediato y enamorado de tanta belleza Poseidón decidió tomar a Medusa en contra de su voluntad para llevarla al templo de Atenas con él.
Al llegar ahí Atenas enloqueció de celos y rabia, pero sabía que de ninguna manera podía castigar a Poseidón, por lo que decidió maldecir a Medusa convirtiendo su largo y hermoso cabello en repugnantes serpientes, además de condenarla con un poder que haría que cualquiera que la viera fijamente a los ojos se convirtiera en piedra. Por lo que Medusa jamás pudo conocer el verdadero amor, no sin antes convertir en una sólida escultura de roca a todo aquel que la mirara con admiración y cariño directo a los ojos.
La leyenda de Andrómeda
Andrómeda era la hija de Casiopea y Cefeo, el rey de Etiopía. Su madre estaba tan orgullosa de su belleza y de la de su hija que declaró que eran más hermosas que las Nereidas, lo cual enfureció a estas hijas del mar y se quejaron con el dios Poseidón. Éste amenazó con enviar una inundación y un monstruo marino llamado Cetus para destruir el reino por semejante ofensa.
Ante el temor de ver su pueblo destruido, los reyes consultaron al Oráculo de Amón, que les explicó que la única forma de salvar a su pueblo y calmar la ira de Poseidón era entregar en sacrificio a su hermosa hija Andrómeda al monstruo. Los reyes no tuvieron más opción que encadenar a Andrómeda a unas rocas para que Cetus acabara con su vida, pero prometieron que si alguien la salvaba, le darían su mano en matrimonio.
Desesperada y clamando piedad, los gritos de Andrómeda llegaron a los oídos de un jinete que sobrevolaba los cielos sobre su caballo alado. Este jinete era Perseo, que acababa de derrotar a Medusa cortándole la cabeza y montaba a su Pegaso. Al ver a la joven abatida y al monstruo marino acercándose a ella, voló velozmente hacia éste y le acercó la cabeza de Medusa para que se convirtiera en piedra, hundiéndose luego en el mar.
En cuanto desencadenó a Andrómeda, ambos se miraron a los ojos y se enamoraron. Sus padres, que habían prometido que su salvador podría casarse con ella, no cumplieron su palabra y Casiopea quiso acabar con la vida de Perseo, pero éste se defendió convirtiéndolos en piedra. Zeus colocó las imágenes de Cefeo y Casiopea en el cielo, y Poseidón castigó a la reina por su traición y por su arrogancia, colocándola sentada en su trono de tal forma que en algunas estaciones del año quedara boca abajo.
Perseo regresó a su isla para casarse con Andrómeda. Luego, la diosa Atenea colocó sus imágenes juntas en el cielo, cerca de Casiopea y Cefeo, y del caballo alado Pegaso y del monstruo marino Cetus. Así nacieron sus respectivas constelaciones.
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El canto de las sirenas
Las criaturas más conocidas y temidas de todo el mundo antiguo son las hermosas mujeres con cola de pez que poseían una hermosa voz que atraía a los hombres que navegaban en alta mar. Cada vez que estos crueles y bellos monstruos cantaban salían del arrecife para hacer que los barcos se detuvieran a escucharlas mientras ellas los hacían naufragar.
Varios fueron los marineros que murieron al hipnotizarse con la perfección y el canto de las sirenas que sólo se aprovechaban de sus deseos carnales para ahogarlos y comérselos. Pues además de ser criaturas malignas eran mujeres sin corazón que no conocían el amor, por lo que jamás les importó alguna vida cobrada por sus instintos salvajes.
La leyenda de Filemón y Baucis
Cuenta una leyenda griega que en la antigua ciudad de Tiana existe, en lo alto de una colina, un viejo roble milenario y un hermoso y gran tilo de la misma edad. Al parecer, estos elementos del paisaje son en realidad el final de una hermosa leyenda, la leyenda de Filemón y Baucis.
Un día, Zeus y Hermes decidieron realizar un viaje transformados en mendigos. Llegaron a esta ciudad en mitad de una gran tormenta, así pues, decidieron pedir cobijo a todos sus habitantes. La sorpresa de los dioses fue que ninguno de sus ciudadanos quiso alojar a ambos mendigos.
El enfado de los dioses era más que evidente, no obstante, una pareja mayor, Filemón y Baucis, les ofrecieron su humilde cabaña, quizá una de las más humildes de todo el pueblo. Los dioses los acompañaron con sus vestimentas de mendigos.
Los anfitriones ofrecieron a los dos extraños su comida y bebida. No obstante, en un momento de la noche Baucis notó que las copas y los platos no disminuían en cuanto a su contenido. Esto le extrañó, y llegó a la conclusión de que estos individuos eran en verdad dioses, y que por ello, su comida y bebida mortal no les satisfacía.
Filemón fue corriendo a los establos para tomar el único animal que tenían, un ganso. Pero cuando estaba dispuesto a matarlo para ofrecerlo a los dioses, este ganso corrió a los brazos de Zeus. El dios se levantó y aseguró que no era necesario el sacrificio del animal. Asimismo, agradeció la actitud hospitalaria de la pareja.
Antes de marcharse, Zeus pidió al matrimonio que lo acompañaran al monte, pues pensaba destruir la ciudad dada la mala respuesta que había obtenido del resto de ciudadanos. Una vez arriba, en la montaña, el matrimonio observó cómo su ciudad y todos los habitantes que allí residían eran destruidos. Un castigo que ni hizo ni parpadear al gran y enfadado Zeus.
Tan sólo quedó la casa del matrimonio, que posteriormente fue convertida en santuario, siendo ellos los encargados del mismo. Además, Zeus decidió convertirlos tras su muerte en un gran roble y un precioso tilo, en muestra del agradecimiento a su comportamiento.
Aquiles
Cuando Aquiles todavía era un bebé, su madre, Tetis, lo bañó en el río Éstige, el cual tenía la característica de volver invulnerable a cualquiera que se sumergiera en él. Lo único malo fue que su madre lo tomó de su talón a la hora de sumergirlo al agua, por lo que años después y a pesar de su valentía, Aquiles fue derrotado con un flechazo en su única parte vulnerable: el talón.
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