Si estás pasando por una crisis existencia, tranquílizate, vas por buen camino. Eso quiere decir que tienes la capacidad emocional para sondear los más oscuros aspectos humanos; que intelectualmente eres lo suficientemente crítico como para cuestionar por qué las cosas son como son y que puedes ejercer el derecho de no estar de acuerdo con ello.
No tienes la obligación de estar bien, es verdad. Pero si sientes que esta sensación te está lacerando demasiado, estos libros —todos autoría de Stefan Zweig— te ayudarán a superar el momento. Pero antes, una advertencia: tienes que saber que para lograrlo, deberás pasar por un buen tramo de intensas emociones. Sólo así lograrás la catarsis y podrás librarte del peso del absurdo.
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Carta de una desconocida (1922)
«Sólo quiero hablar contigo, decírtelo todo por primera vez. Tendrías que conocer toda mi vida, que siempre fue la tuya aunque nunca lo supiste. Pero sólo tú conocerás mi secreto, cuando esté muerta y ya no tengas que darme una respuesta; cuando esto que ahora me sacude con escalofríos sea de verdad el final».
Descubriendo los más recónditos sitios del alma humana; reconociendo la pasión y el sentimiento en cada uno, esta novela estruja el corazón. A través de un monólogo, la obra pone de manifiesto las relaciones de desigualdad que aparecen en el amor. Su capacidad para ser el veneno o el bálsamo para encontrar el sentido de la vida.
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Amok (1922)
«Los enigmas psicológicos tienen sobre mí poder inquietante. Todo mi ser arde en el deseo de descubrir la relación que hay entre las cosas, y la sola presencia de un individuo de tipo singular puede despertar en mí una pasión de afán de saber, no menos viva que lo es la pasión carnal en las mujeres».
Los hombres y las mujeres son iguales cuando se les ve desde las pasiones. Amok es una novela que revela cómo a falta de un sentido trascendental, deviene el amor obsesivo y la entrega completa de los hombres hacia las cosas más superficiales. Con una prosa envolvente, Zweig nos sumerge en el interior de los personajes llenos de contradicciones y conflictos.
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Confusión de sentimientos (1926)
«Vivimos miríadas de segundos y, sin embargo, es uno solo —siempre uno, el que pone en ebullición todo nuestro mundo interior— es el segundo en que (Stendhal lo ha descrito) la flor interior, saturada ya de todos los jugos, llega como un relámpago a la cristalización: un segundo mágico, parecido al de la procreación y, como él, oculto en el cálido interior de la vida propia, invisible, impalpable, imperceptible, misterio vivido una sola vez. Ningún álgebra del espíritu puede calcularlo, ninguna alquimia del presentimiento puede adivinarlo, y raras veces lo capta la percepción de uno mismo».
Con el uso continuo de metáforas —sin que lleguen a ser enfadosas—, Confusión de sentimientos nos cuenta el transitar de un joven estudiante que está apunto de abandonar los estudios cuando una decisión de su padre cambia el curso de las cosas. A simple vista parece un asunto trivial pero de asomarse un poco a estas páginas, se verá todo lo que emocional y psicológicamente está involucrado.
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Ardiente secreto (1914)
«Se encontraba en esa edad decisiva en la que una mujer empieza a lamentar el hecho de haberse mantenido fiel a un marido al que al fin y al cabo nunca ha querido, y en la que el purpúreo crepúsculo de su belleza le concede una última y apremiante elección entre lo maternal y lo femenino. La vida, a la que hace tiempo parece que se le han dado ya todas las respuestas, se convierte una vez más en pregunta, por última vez tiembla la mágica aguja del deseo, oscilando entre la esperanza de una experiencia erótica y la resignación definitiva».
Desde el deseo femenino hasta los sentimientos dolorosos de la infancia, Ardiente secreto es una historia que nos lleva de la desesperación al gozo en sólo instantes. Tiene la capacidad de convertir en placer eso que en algún punto se creía horror. ¿Qué más prueba de la futilidad de los asuntos humanos?
El mundo de ayer: memorias de un europeo (1942)
«Nuestros maestros tampoco tenían la culpa del desolador ambiente que reinaba en aquella casa. No eran ni buenos ni malos, ni tiranos ni compañeros solícitos, sino unos pobres diablos que, esclavizados por el sistema y sometidos a un plan de estudios impuesto por las autoridades, estaban obligados a impartir su “lección” —igual que nosotros a aprenderla— y que, eso sí que se veía claro, se sentían tan felices como nosotros cuando, al mediodía, sonaba la campana que nos liberaba a todos».
Este es uno de los escritos más personales del escritor, una biografía lastimosa pero necesaria para comprender el horror de su tiempo. Con una profunda sensibilidad y elementos de dramatización literaria, narra la convulsión social y emocional que supuso la transición entre guerras, lo irremediable de la vida pasada y lo que implica encontrarse con una realidad devastadora.
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La curación por el espíritu (1941)
«¿Se quedará?, ¿se retirará?, ¿se lo puede conjurar, pedirle que se vaya o dominarlo? Con fuertes garras la enfermedad arranca al corazón los sentimientos más opuestos: miedo, fe, esperanza, desánimo, maldiciones, humildad y desesperación. Enseña al enfermo a preguntar, pensar y rezar, a levantar hacia el vacío su mirada despavorida para inventarse un ser al que ofrecer su angustia. Ha sido sobre todo el sufrimiento lo que ha inspirado a la humanidad el sentimiento religioso, la idea de un dios».
Este libro es en esencia diferente a los demás. En él, Zweig hace aproximaciones a la psicología y la medicina, al pensamiento mágico y las “enfermedades del espíritu”. El acercamiento a las teorías de Sigmund Freud es evidente. La curación por el espíritu se ha convertido en una referencia para comprender la cercanía del dolor humano y la búsqueda de su sanación personal.
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La embriaguez de la metamorfosis (1982)
«Nuestra memoria es sobornable y se deja persuadir por los deseos, y la voluntad de apartar lo hostil de los pensamientos ejerce una fuerza que actúa con lentitud, pero que a la postre surte su efecto. Tan oculto se hallaba aquel episodio en su memoria que, apenas llegada a Europa, escribió a su hermana en busca de un reencuentro».
Más allá de los hechos históricos —que son el sustento de esta obra— el interés de Zweig se deposita, de nuevo, en las motivaciones humanas que impulsan todas sus acciones. La novela se divide en dos: un verano en Suiza y la otra, la postguerra. Rompe con el romanticismo convencional y estremece los sentimientos de los lectores desde la primera línea.
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La impaciencia del corazón (1939)
«Hay dos clases de piedad. Una, débil y sentimental, que en realidad sólo es impaciencia del corazón para liberarse lo antes posible de la penosa emoción ante una desgracia ajena; es una compasión que no es exactamente compasión, sino una defensa instintiva del alma frente al dolor ajeno. Y la otra —la única que cuenta— es la compasión desprovista de lo sentimental, pero creativa, que sabe lo que quiere y está dispuesta a aguantar con paciencia y resignación hasta sus últimas fuerzas e incluso más allá».
El amor no correspondido y la delgada línea que existe entre sentir compasión y sentir lástima por alguien se encuentran expuestas en esta obra. Inteligente, sensible y agudamente reflexiva, esta novela nos hace cuestionar cuáles son los linderos del heroísmo y qué tan cercano —o lejano— está a los hechos heroicos.
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La lucha contra el demonio (1921)
«Ignoran hacia dónde van; salen del infinito para sumergirse nuevamente en el infinito y, de paso, rozan apenas el mundo real. Los domina una fuerza superior a su propia voluntad, una fuerza nada humana, a la que se sienten encadenados. Su voluntad no cuenta: llenos de angustia, ellos mismos lo reconocen en instantes de clarividencia. Son esclavos. Son posesos, en todo el sentido de la palabra, del poder demoníaco».
Este es uno de los libros más pesados intelectualmente hablando. Parece ser una intuición —y una necesidad— interior la que lo impulsa a lanzarse al abismo de los planteamientos filosóficos más complejos y arriesgados. El eterno retorno y el vacío de la existencia se asoma en cada página, donde retoma conceptos de Hölderlin, Kleist y Nietzsche.
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Mendel el de los libros (1929)
«Sentí un regusto amargo en los labios. El regusto de la fugacidad. ¿Para qué vivimos si el viento tras nuestros zapatos ya se está llevando nuestras últimas huellas? Durante treinta años, tal vez cuarenta, una persona había respirado, leído, pensado, hablado, en aquella habitación de unos cuantos metros cuadrados, y bastaba con que pasaran tres o cuatro años, que viniera un nuevo faraón, y ya no se sabía nada de José»
Es una historia desgarradora. En una mezcla entre nostalgia, horror e infamia, el escritor logra conmover al lector hasta el llanto. Es la historia de un librero viejo cuya condición de judío lo llevaría a un campo de concentración injustamente. Según los críticos, esta es una de las novelas más antibélicas escritas por su pluma.
Stefan Zweig fue un escritor que vivió una historia especialmente difícil. Debido a su origen judío —y el destino de nacer en 1881— vivió los estragos de la guerra. Su trabajo literario siempre se manifestó en pro de la paz. Sin embargo, esto no sólo le costó la prohibición de la venta de sus libros sino también el exilio. Estos y otros sucesos de marginación y violencia marcaron su vida para siempre. Ante el temor exacerbado de que el nacionalsocialismo se impusiera en todo el mundo, decidió quitarse la vida junto con su esposa en 1942.
Tal vez no tengas los mismos motivos que Zweig para estar en crisis y aun así, pensar que la vida te ha golpeado tan duro que jamás podrás reponerte, pero no todo está perdido. Las crisis han pasado siempre, no eres el único en sufrirlas y tampoco serás sólo tu quien pueda salir de ellas.
Fotografías: Nuria Val