Eduardo Sacheri, en La vida que pensamos. Cuentos de futbol, confieza no saber por qué escribe cuentos sobre este deporte, quizá porque la pasión o la indiferencia no necesitan explicación. El argentino, en un intento de convencimiento propio, escribe que el futbol, como parte de esa vida que tenemos, le sirve como una puerta de entrada a esos mundos íntimos en los que se juegan asuntos mucho más definitivos. Un escenario, o un telón de fondo, de las cosas esenciales que señalan y definen todas las vidas.
Y es que en el futbol hay momentos que son exclusivamente poéticos: los momentos del gol. Cada uno es siempre una invención, es siempre una perturbación del código: todo gol es “ineluctabilidad”, fulguración, estupor, irreversibilidad, precisamente como la palabra poética. El máximo goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año.
De este deporte hemos aprendido que no sólo lo disfrutan quienes están en el estadio, se disfruta desde casa, en la oficina, en la carretera a través de la radio y también desde las letras. A nada de que el mundo se convierta en un balón, editorial Alfaguara Argentina publicó una lista de recomendaciones para leer durante el mundial. Textos en los que el balompié se vuelve protagónico:
La pena máxima, Santiago Roncagliolo
La pena máxima es un thriller absorbente en el que la política, el fútbol, la lucha por sobrevivir y la muerte se entrelazan con ritmo vibrante.
“Algo estaba ocurriendo. Algo anormal. ¿Por qué no había nadie ahí afuera? (…)
Oyó un sonido familiar. Un clamor apagado. Salía de todas las puertas cerradas. Al principio era un murmullo sin forma. Un rugido lejano. Pero se fue convirtiendo en una melodía machacona y exaltada. Posiblemente, La Internacional o algún himno comunista. No lo sabía ni quería averiguarlo. Sólo quería salir de ahí. Encontrar el caño o la salida, con o sin su mochila roja.
Se apostó en un cruce de caminos y aguzó el oído. Reconoció algunas palabras de la canción, y su cadencia solemne y orgullosa. Era el himno nacional. Y no lo estaban cantando los habitantes de las casas. Salía de los televisores.
´El fútbol´, pensó. ´Me había olvidado´.”
Salvajes y sentimentales, Javier Marías
En este libro, que incorpora treinta nuevos textos, se habla de jugadores y aficionados, entrenadores y presidentes, derrotas y triunfos, de emoción y vergüenza; también del carácter casi cinematográfico de este deporte, de la cuidadosa memoria y el rápido olvido, del patriotismo, la celebración de los goles, los himnos, los andares y gestos llenos de significado. Y vemos el fútbol como lo que seguramente es, en el fondo, para millones de aficionados: un interminable desfile de héroes, villanos, figurantes y gestas, un espectáculo que quizá merece la pena tomarse en serio.
“Lo que sí sé es que no hay deporte que más angustie, cuando es angustioso. Es más, en mi caso particular confesaré que es de las pocas cosas que me hacen reaccionar hoy en día de la misma manera —exacta— en que reaccionaba cuando tenía diez años y era un salvaje, la verdadera recuperación semanal de la infancia. Hace un mes llegué a asustarme: al carecer de descodificador en mi televisión, hube de seguir la última jornada de la Liga española por radio, como en la postguerra y aun después. Tal vez fue eso lo que me retrotrajo con demasiada vehemencia a los años más indómitos de mi niñez, pero lo cierto es que cuando, acabados los partidos, mi editorculé me llamó con el himno del Barça como música de fondo y dispuesto a hacer bromas de las que —siempre entre risas y sin asomo de ceño— nos gastamos doscientas a lo largo del mes, le anuncié muy serio que ya no podría publicar nunca más con él; y no sólo eso, sino que dudaba que volviera a pisar Barcelona (ciudad que me encanta y en la que viví) y desde luego no pondría jamás pie en Tenerife. Me salió elhooligan que todos los aficionados llevamos dentro”.
Cuando nunca perdíamos, Quince escritores, quince maneras de ver al Barça
Este libro trata de reflejar la idea de la pluralidad del Barça. Aquí escriben escritores catalanes que se expresan en catalán y en castellano, escritores españoles y latinoamericanos que han llevado el Barça en su corazón tanto o más que cualquier guardián de las más puras esencias.
“Perdonen el atrevimiento. Quien escribe este prólogo no es nadie. Como le dice Ulises a Polifemo en la Odisea homérica. O tal vez sí. Un editor que al mismo tiempo es del Barça. ¿Qué sentido tiene esto? Ninguno en particular. Hablar de fútbol es algo que todo el mundo hace, que todo el mundo puede hacer. Escribir sobre fútbol ya no es tan corriente, pero se estila bastante. Todos los días, al levantarnos, los periódicos vienen repletos de información deportiva, sobre fútbol, sobre el Barça. Los periodistas tienen que hacer de tripas corazón para llenar las páginas diarias. Quizá de tanto hacer de la necesidad, virtud, hay hoy tan buena prensa escrita en el mundo del deporte, y del fútbol en particular”.
Tanta pasión para nada, Julio Llamazares
Los protagonistas de estos relatos son muy distintos, pero todos comparten la misma extraña condena: descubrir que la vida es una pasión inútil.
“Cuando cogió el balón, Djukic se acordó de lo que su mujer le había dicho aquella tarde; parecía como si lo presintiera. Si acaso, le había dicho Ceca, no se te ocurra tirar un penalti”.
El Fantasista, Hernán Rivera Letelier
“Parado en la calle, el hombre apretó la pelota como verificando la cantidad exacta de aire, miró hacia el cielo —tal vez no creyendo que el sol quemara tanto—, se persignó con la liviana gravedad de los futbolistas (mientras lo hacía, la sombra de un jote lo cruzó por encima), lanzó la pelota hacia arriba, la amortiguó con la cabeza al mejor estilo de Pelé, y comenzó a hacer sus increíbles malabares de futbolista de circo.
Nosotros nos quedamos pasmados”.
Papeles en el viento, Eduardo Sacheri
“Cuando el Mono terminó la escuela secundaria tenía absolutamente claro su porvenir. Al año siguiente le ofrecerían su primer contrato como jugador profesional de Vélez. En tres o cuatro temporadas se convertiría en el mejor número cuatro de la Argentina. A los veintitrés años —veinticuatro, a lo sumo— sería transferido en una cifra millonaria al fútbol italiano. A partir de entonces jugaría unas doce temporadas en Europa. Por último, volvería a la patria para terminar su carrera en Independiente y retirarse con toda la gloria. Pero los verbos que el Mono conjugaba en un convencido modo potencial no terminaban ahí”.