Dilema 1: Ella simplemente quiere que le avise cuando por primera vez en mi vida, creyese… haber terminado algo. Creo que no tomaré mi agenda para buscar su número, pues eso la decepcionaría. Primero: encender el estéreo y terminar de escuchar una canción. Segundo: encender mi cigarrillo y en algún momento acabarlo. Ahora me atrevo a afirmar que concluiré dos acciones: escuchar una canción y fumarme un cigarrillo. Entonces no tomaré mi agenda para buscar su número de teléfono. Dilema 2: Déjame tranquila. Era lo único que le decía susurrándole en el oído. Déjame tranquila. Pero a Martina no le daba la gana. El escenario: Facultad de ciencias humanas, segundo piso, sala de archivos. La puerta no tiene seguro. Martina la mira a los ojos, Maleja se inquieta. Martina le toca la cara, los pómulos, juega con sus dedos sobre la cara de Maleja. La otra mano se la desliza sobre su blusa, toca sus senos… sobre la misma tela toca su vientre, su ombligo. Desabotona el pantalón. Maleja acomoda su cabeza en el hombro de Martina. Maleja, lo único que en su silencio modulaba era: déjame tranquila. Dilema 3: ¿El bogonauta? Ser extraño. Crees estar frente a uno, pero no te da señales. Lo sientes porque tu sexto sentido te lo dice. A veces dudas de tu sexto sentido, porque aunque la seguridad te invada, el condenado te ha fallado. Esta vez sí va por el camino, porque aseguras para tus adentros que estás frente a un Bogonauta. Te sientas a su lado, a unos metros, pero a su lado. Entre el bogonauta y tú sólo hay aire que los separe. El bogonauta se acomoda el pelo, se acomoda sus gafas, se acomoda… Entonces te pones a leer. El bogonauta se para, camina y se pierde en el horizonte. Dilema 4: El día raya frio. Se baja del bús en la estación más próxima. Camina por la avenida. Camina como un perro, como un perro tatuado, fumando, pantalones turquí, camiseta blanca estampada con Mickey Mouse, chaqueta de jean, botines de cuero, negros, no tan altos. Cigarrillo, coca-cola en lata. Otro cigarrillo. Biblioteca. Se para frente al computador para pedir un libro, cualquiera, no importa, simplemente un libro. Pero te ve e inmediatamente te desea. Tú, caminas en dirección al mostrador de préstamo externo y te sientas en un sofá. Tu puesto es el último disponible. Él no lo ve, pues se queda buscando en la red algún libro. Tú llegas por la carrera derecha. Estudias francés y el instituto queda sobre la carrera derecha. Caminas, te miras, los miras, te miran. Tu coquetería siempre se encuentra en su estado más reprimido. Hoy no, porque tu falda te da poder. Subes los peldaños, coqueta. Ingresas, y tu cabellera baila. Te diriges a los computadores para pedir tres libros de literatura mexicana. De repente llega él, pero no lo miras, aún no sabes que existe. Vas en dirección al mostrador de préstamo externo. Él te mira caminar, mientras no te pierdes en la selva de paredes y columnas. Álvaro Díaz es un joven escritor colombiano que estudia en la Universidad Nacional de Colombia. Actualmente reside en la ciudad de Bogotá. Álvaro combina sus estudios en química con su gusto por la escritura, principalmente cuentos.