Cuando extendemos la mano y tomamos un puñado de letras para formar una palabra, para que, a su vez, se convertirán en un texto, estamos aceptando las consecuencias por lo que podemos crear. En todas sus formas y tamaños, las palabras contienen el poder de construir un infierno o bien, de destruir el paraíso. Deben ser tratadas con sumo cuidado, ya que jamás sabremos de qué manera pueden impactar cuando toquen la vista de un lector.
El sentido de un escritor es transmitir sentimientos a través de las formas que dibujan sus manos. Cuando su mente, guiada por la sensibilidad, encuentran un universo de letras que se compaginan de manera armónica, puede materializarlas a través de la creación de un libro. Un libro es un puente que conecta el mundo propio con el mundo de alguien más. Es subirse a la torre que construyó el vecino para percibir, desde su perspectiva, las maravillas que el mundo posee. Leer es ponerse la sensibilidad de alguien más, mientras que escribir es prestar tu traje de sensibilidad a los otros.
Existe una creencia que dictamina que el libro es quien elige al lector. Esta afirmación nos convertiría en la liebre y al libro en el cazador. Nos daría por hecho que la literatura es el arte donde los osos se enamoran del cañón que les apunta.
Existen autores que por la profundidad de sus palabras nos envuelven en actos de reflexión que conducen nuestras vidas al cambio. En algunos casos esta guía se da de manera planificada, mientras que en otros tantos se da por pura coincidencia. Los accidentes son ingredientes de la literatura que determinan el encanto principal de una obra. Los libros y la vida pueden resumirse en una frase, sólo hay que abrir nuestro campo de visión para poder detectar ese mágico accidente que puede conducir nuestro andar hacia tierras inexploradas, pues es ahí donde se hallan las respuestas a las preguntas más trascendentales de nuestra existencia.
Los ojos del perro siberiano, escrito por Antonio de Santa Ana, relata la vida de un niño y su hermano enfermo de SIDA. Un libro breve pero con un mensaje eterno que hace vibrar las fibras más profundas y que, sin duda, nos regala un sentido muy real sobre el significado de la hermandad y la vida. Aquí las mejores frases:
“Es terrible darse cuenta de que uno tiene algo cuando lo está perdiendo”.
“Sus ojos ya me estaban esperando cuando yo llegué al mundo”.
“En esos días comencé a tener una pesadilla que me persiguió por años. Un viajero sediento camina por el desierto, ve la sombra de un ave de rapiña pero no al ave. Si mira al sol lo ciega. Sólo ve la sombra amenazante haciendo círculos cada vez más cerrados, cada vez más cerca”.
“Tal vez, lo bueno de los abismos es que se pueden hacer puentes para cruzarlos”.
“No te olvides de esto; los hombres son como los vinos, en algunos la juventud es una virtud, pero en otros es un pecado”.
“Viví en sus ojos hasta el día en que los abrió y me dejó ir”.
“Si la cuerda no fuera delgada no tendría gracia caminar por ella”.
“Afortunadamente, a quien le gusta sufrir, le gusta amar”.
“Ninguna enfermedad te enseña a morir. Te enseñan a vivir”.