El cuento de Jean Franco es capaz de contagiarnos la emoción de los amores apasionados:
“Me encanta ser tuyo”, fueron las palabras que pronuncié y se fundieron en un largo abrazo, el mejor de muchos de los abrazos que alguna vez sentí. Fue ahí cuando reafirme que de verdad me encantaba ser tuyo, porque en tus brazos sentía calma, y aunque afuera hubiera diez mil tormentas, en tus brazos yo sentía calma. Mi alma se llenaba de paz y en mi cabeza sólo había una oración que se repetía una y otra vez: “Me encanta ser tuyo”. No había razón en concreto, eran tantas sensaciones juntas que eran indescriptibles e inexplicables, muchos le llaman amor, pero… ¿Realmente existe el amor?
Aunque pareciera que fuera a negar con mil y un excusas la existencia de este maravilloso sentimiento, no, no dudo de él, hay amor, existe el amor, estoy seguro de que abunda en la tierra, pero lo que yo siento cuando estoy entre tus brazos no es amor solamente, hay algo más allá, algo mágico, algo que ni los poetas más grandes, ni las personas más experimentadas podrían saber lo que es. En este momento sólo hay un par de cosas que sienten realmente lo que yo, el papel y mi corazón que late por el simple hecho de estar entre tus maravillosos brazos; el sentir tu cuerpo tan cerca y que tu rostro choque suave con mi pecho.
Lo irónico es que aún estando mi corazón tan acelerado no dejó de sentir la misma calma; más irónico aún es tratar de darte seguridad cuando quien me hace sentir seguro eres tú. Y sí, me encanta ser tuyo, no me da vergüenza admitirlo, no me da miedo decirle al mundo, que sí, que me encanta ser tuyo, porque siendo tuyo me siento libre, porque aunque la palabra “tuyo” indica posesión, siendo tuyo es exactamente lo contrario. Es perfecto que en este momento nuestras pieles se unan en un sólo ser; un ser que ama, que vive, que lucha, que cree en la magia y que está consciente de que este amor es eterno; siempre que ambos queramos, siempre que ambos nos sintamos lo mismo, que a ti te encante ser mía y que a mí me encante ser tuyo.
En esta habitación sólo hablan las almas, pues el cuerpo es el medio de transmisión de datos, cada nervio, cada vellito elevado muestra el placer de este abrazo. Yo seré tuyo hoy, mañana y siempre. Y aunque suene complicado y poco creíble que este sentimiento tan frágil dure tanto tiempo, puedo plasmarlo en las rocas, en sedimentos como nuestros ancestros para que quede marca en la Historia de que en algún momento de la existencia humana un hombre le dijo a su chica: “Me encanta ser tuyo”, sin miedo a las opiniones.
Tan mágica es la experiencia de este abrazo que en algún momento llegué a pensar que los mismos ángeles me cubrían con sus majestuosas alas. Era tan perfecto que parecía obra de alguna fantasía o parecía un relato bíblico, un relato tan real que hasta los más escépticos empezarían a creer y los más creyentes empezarían a divulgar con más fuerza la experiencia tan mágica. Este abrazo llenó tantos vacíos en mí que parecía hacerme flotar en el universo, mientras tú sólo me apretabas con fuerza y me proporcionabas calma.
Aunque tal vez estoy totalmente loco, la noche, el recuerdo, tu olor y el imaginarte cerca de mí como cuando siento tus abrazos, me confirman en su totalidad que sí, me encanta ser tuyo. Únicamente tuyo.
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¿Alguna vez has sentido que te falta una parte de ti? Quizá sea porque existió un mito griego que nos afirma que éramos un sólo ser hasta que un rayo nos partió en dos por lo que estamos condenados a buscar nuestra “otra mitad”.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Olivia Bee.