No soy así, lo juro, no como me ves. Somos extractos raros de dolor, nos celamos y nos odiamos, intentando encontrar caminos alternos a querernos. Nos encoscamos, nos degollamos. Sentimos. Sentimos, a veces demasiado. No me malentiendas, no se bien a qué viene todo esto. Necesito olvidarte, amarte, odiarte. Porque no me puedo quedar quieto. No sabés, créeme, no tenés idea lo que es no controlar tu cabeza. La ira es enorme, incansable. Es caminar por un puente que ya desde los cimientos está mal pensado. Es tropezar con los mismos errores y no hay peor excusa para un error que haberse quedado pensando en un error anterior. Qué vivan los desgraciados, qué floten los desamparados. Qué ellos aparezcan en la TV, diciendo qué pensar. Hasta el tope, caminando hasta el fondo. Ellos se aman, van cruzando los océanos. Hablan de poesía, en idiomas que no entiendo. En rastros ajenos hasta a ellos mismos. No tenés idea, creeme, lo que es no poder controlar tu propia cabeza. La libertad implica soledad y el que lo entienda, jamás será aceptado.
M.C.Escher
Juré que iba a llegar al fondo, sin dejar espacios. Ocupando todo, perdí la fuerza hace unos años. Pero me queda algo, siempre lo mismo, buena intención. Un gato juega con una bolsa, se va a ahogar y vomita pelos. Se me encarna la uña negra, cerveza barata y olor a frambuesa. Es preferible un hijo de puta a un inseguro. Porque el hijo de puta al menos coge. Olor a bronca, sudor y vergüenza. Gusto a cigarrillo, a tabaco negro y pelos en la boca que no sé si son tuyos o de qué parte de mí. Veo las letras, nos llaman, piden y buscan consuelo, evaporarse al Sol, con Mayúscula, se dan vuelta y se ríen minúsculas. Se casan y nunca se traicionan, porque son inertes a deseos ajenos. En el cielo se dibujan agujeros negros, usando de marco las nubes y hace dos meses que no para de llover. Probé cubrirme por todos lados, pero siempre me mojo.
Una mujer con tacos de plataforma patea un auto, insulta y se le ven las tetas, la gente mira, filma y ríe, son masa, nada es culpa de ellos, ellos no pueden hacer nada, sólo juzgar qué está bien o mal. Sólo repiten. Sólo preguntan pelotudeces y se responden a sí mismos. Conversaciones predeterminadas que hasta creo que las adivino. Son lógicas. De repente está haciendo más frío y hace tres meses que no tengo hambre. No entiendo de qué parte me estás hablando cuando señalás para adelante y yo te miro el dedo. Un Kilo de cielo, que pide pan, come miel y juega con un raro acento norteño.
Una foto con un pie cortado, una historia de fuerza y dolor entrecruzados. Se levantan anécdotas por todos lados, entre las rocas, entre los dedos, la casa que se va cayendo a pedazos, entre tus piernas, el calor y los mutantes escuchan música en mundos portátiles, molestan, porque es su función: que el mundo se entere y, sobre todo, recuerde que es una mierda.
Prometí llegar al fondo de la hoja y ni siquiera me arrimé al agujero.