No todas corren con la suerte de Tabitha King, esposa y consejera de vida del genio de la literatura de terror, Stephen King. Tabi, como King le dice de manera cariñosa, ha ejercido su propia carrera como escritora pese a que su nombre no resuena en el firmamento de las letras como el de su marido. Su obra es menos tan prolífica y conocida como la del hombre con quien lleva casada largos y pesados años, esta tuvo que soportar los episodios de drogas y alcohol en los que el genio de Maine se vio envuelto hace algunas décadas.
Aun así, Tabitha es una mujer con mucha suerte: es admirada y amada por su marido, quien la considera su principal y más influyente crítica literaria. Si dice que una de sus obras es una mierda, King da media vuelta y regresa a su escritorio para confeccionar una nueva versión de su escrito. Gracias a ella, el genio del horror publicó su primer libro, “Carrie”, obra que Tabi rescató de la basura cuando King lo desechó en un arranque de frustración al considerar que la historia era pésima. Su marido le dedicó la novela con las siguientes palabras: “Para Tabi, ese oscuro cofre de maravillas”. King le debe su carrera literaria y se lo reconoce con amor, admiración y elogios.
A diferencia de Tabi, otras mujeres que estuvieron casadas con escritores quedaron bajo una sombra pesada debido a las imposiciones de sus maridos. Pero que, sin duda, ellas hicieron el trabajo sucio de las letras y a continuación se los reconocemos.
Zenobia Camprubí, esposa de Juan Ramón Jiménez
El más claro ejemplo de lo que significa ser la parte fuerte de la relación. Camprubí sacó a flote al escritor español en su periodos de depresión y dedicó gran parte de su vida juntos al consentirlo como si fuera un niño pequeño. Fue su psicóloga, traductora, agente, madre, consejera… y no sólo se limitó a servirle, también realizó labores sociales como enseñar a leer y escribir a mujeres encerradas en la cárcel. Antes de morir redactó una carta en donde dejaba instrucciones sobre cómo cuidar a Jiménez.
Vera Nabokov, esposa de Vladimir Nabokov
Por otro lado, el caso de Vera es el de la mujer permisiva y de perfil bajo. Perdonó varias infidelidades de su marido e incluso llegó a culparse de ellas. Sirvió al escritor ruso como su mecanógrafa, chofer, editora y secretaria. Al tiempo de fungir como su asistente de Nabokov mientras impartía clases en la Universidad de Cornell. Llegaban juntos en el auto manejado por ella, escribía en el pizarrón las palabras que él emitía en clases, corregía exámenes y le sustituía en el aula cuando el escritor se ausentaba. Al igua que Tabitha, Vera salvó de la destrucción una de las obras de su marido: “Lolita”, la que el escritor trató de quemar por considerarla una mala ejecución literaria. Ella la rescató de las llamas. Estuvieron juntos 52 años.
Sofía Behrs, esposa de León Tolstói
Se casó con el genio de la literatura rusa cuando ya era una de las principales figuras literarias de su país. Tenía sólo 18 años. Entre sus proezas como esposa está la de haber copiado siete veces el manuscrito de “Guerra y paz”. Fungió como su promotora y organizó sus finanzas de manera eficiente. Fue madre de sus 13 hijos, aunque cinco de ellos no llegaron a la edad adulta. Los constantes cambios de humor del escritor, comenzaron a pesar en el carácter de Sofía, quien se sintió decepcionada cuando Tolstoi tomó la decisión de heredar sus bienes a la humanidad en lugar de su familia.
María Bernoulli, Ruth Wenger y Ninon Dolbin, esposas de Herman Hesse
Toda la dulzura y paz que emanan las obras de Hesse no correspondieron al verdadero carácter del autor nacido alemán y naturalizado suizo. Se declaró incapaz de amar a una mujer: “no soy capaz de centrar mi amor, de amar una cosa o a una persona en concreto, sino que debo amar la vida y al amor en general”.
María eligió dedicar su vida a Hesse en lugar de continuar su carrera como pianista y fotógrafa. Pasaba en limpio los manuscritos de su marido y le cocinaba. Alguna vez llegó a pedir dos días de vacaciones para poder salir de viaje y librarse por un tiempo de lo demandante que era estar con su marido.
Ruth Wenger vivió para cumplir con las órdenes del autor de obras como “El lobo estepario” y “Demian”. Se comunicaban por medio de cartas aun viviendo juntos.
Ninon toda la vida estuvo enamorada de Hesse y obtuvo algo de felicidad cuando el escritor decidió contraer nupcias con ella. Sin embargo, Hesse sólo estaba preocupado por su obra y jamás amó a ninguna de sus mujeres, como lo dejó por escrito en varias cartas a sus amigos.
Anna Snítkina, esposa de Fiódor Dostoievski
Snítkina, taquígrafa personal de Dostoievski fue una de sus principales admiradoras y sólo un mes después de conocerse, iniciaron una relación. Había ocasiones en las que Anna se sentía tan impresionada de las palabras de su pareja, que se echaba a llorar en pleno dictado. Gracias a sus habilidades con las finanzas y al amor que profesaba por el escritor, sobrevivieron durante sus penurias económicas. Publicó los libros de Dostoievski cuando éste murió. Lo amaba, admiraba y jamás volvió a casarse con otro hombre.
Los escritores guardan múltiples secretos que muchas veces no alcanzamos a imaginar por mucho que leamos sus obras completas. Todos ellos no sólo necesitan de su imaginación para llevar a cabo su labor creativa, sino también de la compañía femenina, la cual, por desgracia, no siempre tiene el reconocimiento que merecería.
Fuentes:
El Español