En noches como ésta, noches con lluvia, con olor a tierra mojada, con fríos acariciadores, nos amábamos. Nuestras miradas se encontraban en la habitación: una, dos, tres veces, y nuestro deseo de amarnos sucumbía. Nuestros labios se encontraban, todo lo que se podía ver desaparecía, sólo quedaba lo que se podía sentir: ese frío, ese olor a la tierra mojada; nuestras pieles, las gotas que caían en el tejado nos empapaban el alma. Te amaba, me amabas. Entre respiros agitados, rayos y truenos confesábamos nuestro amor en palabras y latidos.
Eso fue hace mucho tiempo.
Esta noche bebo aquel recuerdo entre gotas de lluvia y whisky.
No hay mejor forma de aprender a vivir con las cosas que entrando en su miseria: nada se olvida en verdad, sólo nos adaptamos a ello.
Me pregunto si tú también me recuerdas en las noches como ésta, si tu mirada se encuentra con la del tipo con el que estarás ahora, y si ese tipo hace gemir tu corazón como lo hice yo.
Me pregunto eso.
Estos cuestionamientos son sólo para pasar el, pasar los minutos del insomnio, como un gato en el tejado viendo la calle nocturna solitaria o maullando a la luna.
Quizás el gato también esté pensando en alguna gata, y por eso su comportamiento. Qué más da. Quizá tengamos algo en común, al fin y al cabo, los dos pasamos las noches solos, él maullando a la luna y viendo la calle y yo bebiendo whisky y pensando en ti. Sólo espero que el gato no esté tan jodido como yo.
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El desamor cala hasta lo más hondo del pecho, cavando con su presencia un oscuro agujero que todo lo cubre. Los corazones rotos se curan, a pesar de que creamos lo contrario.
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Las imágenes que acompañan el texto pertenecen al fotógrafo Jared Tyler; conoce más sobre su trabajo en su página oficial.