Antes de sentarme a escribir estaba con una taza de café pensando en el sábado anterior que te encontré en el súper, fue algo tan casual que me sorprendió y fue ahí donde recordé la caja de cartas que tenía guardadas para ti. Resulta que en mi mente figuraba una escena muy placentera en la que te encontraba, como el sábado, pero en un escenario más conmovedor.
No sabía cómo decirte la multitud de cosas que pensé cuando dejaste de estar conmigo, cuando ya no hablábamos por mensaje o llamada y ahora me doy cuenta que eres la única persona que podía lograr eso, el boomerang de notas mentales. La mayoría de esas notas eran sobre nosotros excepto cuando cortamos, porque ahí tuve que comer medio litro de helado para poder compensar la sensación de felicidad… no funcionó.
Pero la culpa no era tuya, fue compartida y si te tenía que confesar algo era ese enorme miedo a estar contigo no por ti, por mí. En realidad es una tontería porque yo no quería sustituir mi amor propio por el tuyo, mucho menos arrojar cada una de mis metas a la basura y absorber las tuyas. Lo triste es que las cosas pasaron de manera invertida y tú me dabas en toneladas repartidas paciencia y pasión. Ahora digo, ¿qué clase de persona deja ir algo así?
Y es que últimamente soy otra, cambié, me corté el cabello y sustituí la fórmula, mi metodología. Dentro de ello se me fue de las manos el factor más importante que eras tú. Te vi y eras otro, ni siquiera te reconocí, las manos en tu cabello se esfumaron, tu perfume que me volaba los sentidos se había ido.
Eso no lo supiste porque ni siquiera lo notaste. Ahora quiero despedirme y hacerlo de una manera en la que recuerdes cada uno de los momentos que sí valieron la pena, no los podría enlistar ni tampoco los separaría, sino que describiría con exactitud cuál fue mi favorito y que estuvo retumbando en mi mente los últimos seis meses.
Es corto y fugaz. Fue aquella ocasión que se me fue todo en un vaso de tequila, estabas guapísimo y bailamos hasta que nos cansamos de verdad, me besaste en repetidas ocasiones, me abrazaste y con un susurro angelical que decía “así vamos a estar toda la vida”. Pero después me abrumó cuando dijiste que se nos había terminado la pócima mágica de la felicidad, que ya no nos necesitábamos y mucho menos me querías dentro de tu vida, por cierto, esa llamada duró una hora y media y después no paré de llorar un mes y medio.
Ahora que nos reencontramos es un buen momento para dejarte ir, después de la carta tan extensa que te acabo de hacer, tres hojas, he decidido mandártela por correo, así como antes, sólo que lleva un punto final. Ya sé que es una locura pero es mi catarsis. Ya no espero nada de ti, me rompiste el corazón.
Tomé la carta, me dirigí al buzón y me paré por más de cinco minutos viendo el orificio por el que tenía que echar la carta, lo logré. Y sé que en un mundo alterno y en otra realidad todo lo anterior es una mentira y aún estamos juntos, sólo es un sueño y la carta es una más por un aniversario, no se han perdido estos cinco años y estos últimos seis meses sólo fueron un viaje espiritual.
**
Algunos grandes poetas mexicanos también han escrito sobre la decepción. Si te interesa conocer sus obras, te recomendamos leer a Jaime Sabine y a Gerardo Arana.