No lo leas

Carlos José Pérez Sámano no tiene un estrujan texto… Y entonces vienes así, como si nada, esperando que escriba, esperando que sea lo que siempre has visto de mí, esperando que siga siendo el mismo pendejo, pero con nuevos bríos. ¿Qué es brío? No tengo idea. Este texto es basura. Como todos los anteriores. Basura.

No lo leas

Carlos José Pérez Sámano no tiene un estrujan texto…

Jovenes escritores - no lo leas

Y entonces vienes así, como si nada, esperando que escriba, esperando que sea lo que siempre has visto de mí, esperando que siga siendo el mismo pendejo, pero con nuevos bríos. ¿Qué es brío? No tengo idea. Este texto es basura. Como todos los anteriores. Basura. Un trozo más de esta porquería que pretendo ser. ¿Algún día me daré por vencido? ¿Algún día abandonaré mi terco impulso de escribirlo todo? ¿Algún día aceptaré, de una vez por todas que a nadie le interesan mis textos? ¿Algún día confesaré que todo es una farsa? ¿Algún día aceptaré que no logro sentirme orgulloso ni un segundo? ¿Algún maldito y estúpido día seré capaz de escribir algo que valga la pena? (y no esta clase de mamadas). Y va a resultar que este texto sí lo van a leer. Y me dirán ¿porqué dices malas palabras, Carlitos? ¿Dónde quedó tu educación, Carlitos? ¿No te conformas con hablar mal, ahora escribes groserías, Carlitos? Y entonces se llenarán la boca de razón, de lo mal que escribo, de lo mal que he escrito siempre. Y claro, nadie triunfa en el mundo literario si escribe groserías. Y menos si está empezando. ¿Qué es el “mundo literario”, por Dios, si sólo existe un amigo que acomoda el texto y una imprenta que cobra más de lo que siempre lograré pagar. ¿Y dónde está el mérito? ¿Dónde queda eso de “mi libro se vende en todo el mundo”? ¿Para qué carajos mentir? ¿Dónde está ella? ¿Dónde está ella? ¿Dónde estás? ¿Dónde estás?

El martes subí al departamento de mi vecina. Bebimos. Platicamos. Leímos. Le leí. Me pidió que le leyera. Colombiana. Me pidió que leyera pedazos de “Viaje a pie” de Fernando Gonzalez. (Tuve que googlearlo en este momento para acordarme). Y luego le leí una cosa que te escribí el otro día. Y me dijo “escribes como Caicedo” (de ese sí recuerdo el apellido) Y sacó otro libro, de Andrés Caicedo. Me pidió que leyera un poema. Según ella era parecido. Y sí, era parecido. Mucho mejor escrito, obviamente, pero la misma maldita idea. Se le va. Ella se le fue. Y cosas tan parecidas: el sonido de las llaves, las puertas semiabiertas, la luz dentro del departamento. Todo tan parecido. Hasta que llegué a ¿Dónde estás, dónde estás? Y no pude seguir. Casi lloro. Maldito débil. Casi lloro. No pude seguir. Me despedí y bajé a mi departamento. A eso que un día fue nuestra cama y ahí sí te lloré.

Y ahora este texto. Este texto tan…

Es porque ella no me contesta los whatsapps….

Porque pensé que le gustaba.

Porque pensé que le gustaba como escribía.

“Estoy bloqueada”, me dijo la última vez.

Y yo creyéndome Don Vergas, le dije: “no escribas” y escribió. Vaya que escribió.

Escribió una frase que pensé era para mi.

“No, Carlos”, me dijo la psicóloga, “tú crees que todo te hace referencia a ti. Por lo que me dices, sólo le caes bien. Lo demás son ideas tuyas. Mejor usa esa imaginación para escribir”. Y ahora estoy aquí, sin imaginación, escribiendo esta porquería de realidad.

No estás tú, no está ella, no está nadie.

Ahora sí, ni siquiera mi imaginación.

Y yo que creía que escribir en Errr me ayudaría. Suena muy bien tener que escribir algo cada semana. Pero ésta no. Ésta definitivamente no. El otro poema que publicaré también será basura. No debería de dejarme escribir esta basura.

Porque ni siquiera sabía qué escribir cuando empecé.

Sólo imaginé que aparecieras, o apareciera ella, (en realidad pensé en ella antes que en ti) y que me dijera: “qué has escrito” y por eso empecé el texto, con el…”Y entonces vienes así, como si nada…” pero hasta eso es basura. Eso nunca pasó. No hay “next year in Jerusalem”, no hay texto para esta semana, no hay nada más que esta porquería de escritura automática. Y ojalá, de verdad, hayas hecho caso al título de la entrada. Porque así como te pedí que no lo leyeras, así creo, que no debí haberlo escrito. Amén.

***

Las palabras tiene la capacidad de sanar y salvarnos de las circunstancias que se nos presentan, pues es la única forma en que podemos exteriorizara aquello que nos pesa, por eso estos poemas de desamor te recordarán que somos presos de la memoria…

**

Las fotografias que acompañan al texto pertenecen a Elena Helfrecht.

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