¿No entiendes cómo los amigos de tu pareja son sus amigos si son insufribles? Descubre aquí un relato sobre cómo tratar con ellos cuando no tienes nada en común y no poner en riesgo tu relación, aunque no puedas evitar decir “odio a los amigos de mi pareja”.
No pude zafarme, se me acabaron los pretextos, esta vez tenía que convivir con los amigos adinerados de mi chica. Llevamos seis meses saliendo, supongo que es algo inevitable; cuando se está enamorado, uno se tiene que mezclar con amigos y familia como dicta la Biblia y el manual de buenas costumbres.
Salimos mi novia, Natalia, tres de sus mejores amigas con sus respectivas parejas y su amigo homosexual; nos quedamos de ver en el Inamo Garden, un sitio snob popular en Londres que ahora abrió sucursal en México.
–Guapa, ¿por qué tenemos que ir a ese lugar? –pregunté inocente.
–Porque es chic.
–¿Chic? …. ¿Chico? –la pregunta era un poco inútil, dado que nunca había pisado el dichoso jardín inglés.
–No sé, seguramente no. No entiendo porque nos tenemos que ver en un lugar Inglés. ¿Qué tiene de malo un Sanborns? Es mexicano y de buen gusto.
–No seas codo.
–¿Codo? Esa era mi opción de lujo.
Llegamos al Inamo, todo era limpio y muy blanco; los camareros parecían abogados, su buen porte y acento sudamericano hacía más excéntrico el escenario. Un cuarteto ambientaba la tarde. Todo se veía costoso, no sabía si lo parecía porque no compro cosas caras y no sé como calar precios a ojo, pero de que se veía caro, se veía caro. Olía a jazmín y mi madre me enseñó que todo lo que huele a jazmín es de mundo.
Saludamos a todos: Pao, Xim y Fer, las chicas, que venían acompañadas de: Ro, Ale, Isra y Vic. Así se presentaron; para ser gente con dinero eran muy avaros con las letras.
–El es Ben –dijo mi novia.
–Benjamín. Me llamo Benjamín. Mucho gusto a todos.
–Encantando, Benji –respondió “Isra”
–Benjamín –repetí contundente.
–Benji suena mas fresh
–Super trend
–Sí, love it mil
El resto de la mesa reforzó la idea de cambiarme el nombre con diferentes frases en spanglish.
–¿Cómo te dice Nat de cariño?
–“La máquina”, pero eso cuando estamos en las sabanas, generalmente me llama “Adonis” o “Cabasho”. Siento que es un poco presuntuoso pero me ve con ojos de amor. ¿Qué se le va a hacer?
–¡Benjamín, para de una vez! –me regañó como niño mi “Nat”
–Bueno, ¿Benji? –preguntó otro tipo de la mesa, intentando cambiar el tema.
–Benjamín –aclaré otra vez.
–Como sea.
¿Qué pasa con la gente millonaria? Me pregunté, en silencio. Todos son así, creen que pueden hacer y decir como sus egos dicten. El dinero no sólo da libertad financiera, al parecer te da derecho de ser un completo petardo.
–¿A qué te dedicas Benji?
–Reparo encendedores, ahora el negocio ha estado mal. Tú sabes: el gasolinazo, el TLC, los 43, el vitíligo de Pepe Meade. Parece que todo afectó la demanda perfectamente elástica de los encendedores…
–Ben es productor y tiene su marca de ropa. –interrumpió abruptamente mi novia.
–¿Productor? ¿Cómo productor de músicos?–No, de amapola. –reí– Es broma; sí de artistas, pero no produzco música, más bien soy manager de productores. Algo así como Jimmy Iovine cuando se unió a Interscope. Y lo de la ropa ahí va, aún no sale pero va encaminado. Es ropa de negros para blancos.
–La industria textil es negocio fácil, mi padre tiene maquilas en todo el norte del país. –dijo otro de los novios de dos letras.
–Sí, me imagino que es fácil cuando tienes un padre que lo haga por ti. –respondí en tono tajante, directo, dispuesto a hacer estragos en sus egos de oro.
–Ja, bueno señor Zara… –comentó sarcástico.
–El fundador de la marca se llama Amancio Ortega, yo esperaría que esos básicos los supiera un experto en la industria textil.
–A lo que voy es que son negocios fáciles, son negocios para mujeres.
–Mi amor, ¿estas escuchando al aquí presente, Sr. Misógino sin cejas ni calcetines, Don “estoy a punto de decir la mayor pendejada del mundo”, mejor conocido como Ro?
–No lo digo como ofensa, pero es verdad que el cerebro de las mujeres es más pequeño y por eso no se dedican a negocios más agresivos, entonces negocios nobles como el textil o clínicas de belleza les van muy bien.
No podía creer lo que estaba escuchando; tampoco cómo su novia se quedaba ahí sentada, acostumbrada a estas conductas, hasta parecía excitarse escuchando al anodino de su novio.
–¿Y tú a que te dedicas? –pregunté, pero cambié de opinión al darme cuenta que estaría abriendo la puerta a una perorata de horas– Mejor no me digas, no quiero saber; me da asco y ni siquiera lo he escuchado. Mejor cuéntame ¿cuánto semen usaste para tu peinado? ¿o te peinó tu mamá?
Se empezó a hacer un alboroto, todos se me fueron encima mientras Natalia trataba de conciliar todo, intentando guardar la calma. Yo disfrutaba cada momento, cada insulto: “naco”, “jodido”, “prieto morenista”, etc. Ahora sí me sentía en Londres, pero en Finsbury Park. Salimos del lugar antes de que llegaran las entradas. ¡Verdaderamente una noche de éxito!
–¡¿Por qué hiciste eso?! –me gritó Natalia.
–Yo no hice nada más que hablar –quise defenderme.
–¡Empezaste con tus chistes de mamón!
–¡Fueron súper chistes! –rebatí– Y en todo caso ellos empezaron a llamarme Benji, cuando les dije específicamente que no lo hicieran. ¿Qué se supone que haga? ¿Quedarme callado y aceptar sus condiciones de convivencia?
Me decidí a sacar todo, total, estaba bien consciente de que Natalia no pensaba igual que ellos; por eso me enojaba más que tuviera esos amigos y que me obligara a convivir con ellos.
–No puedo creer que te lleves con esos tipos, ve como se expresan de las mujeres. ¡Piden Coñac! ¡A nadie le gusta el Coñac! Ni siquiera al cabrón que lo inventó, es pura pose. Y no usan calcetines, ni que fueran bebés.
–¡Sí! Son mis amigos y así los acepté; los conozco de muchos años, ya no me enojan, aprendí a verlo con humor.
–¿Y yo soy el de los malos chistes?
–Por eso los veo sólo una vez cada seis meses –Natalia aceptó– Debí advertirte sobre ellos; perdón por eso. –el gruñido de su estómago vacío la interrumpió– Demonios ahora tengo hambre.–Podemos ir al Sanborns, hoy me siento espléndido –ofrecí– pero sólo si aceptas que mi chistes estuvieron a nivel de Saturday Night Live.
–Estuvieron al nivel de la hora pico –se rió.
Fuimos a cenar y estuvimos hablando durante horas de nuestros sueños, de cine, del amor; me sentí tan pleno, tan feliz. Rico de vida. Tal vez el dinero rara vez tiene que ver con riqueza.
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