Las mejores frases de ‘Orgullo y Prejuicio’ para aprender a amar

Las mejores frases de 'Orgullo y Prejuicio' para aprender a amar

Las mejores frases de 'Orgullo y Prejuicio' para aprender a amar

Deberíamos considerar si es que en realidad deseamos un amor a lo Jane Austen. El arquetipo de la mujer trabajadora del siglo XXI que tiene que malabarear trabajos de hogar con un empleo en una suerte de Dragon Lady que siempre vuelve a casa, en comparación con el de esa mujer decimonónica quien dependía de un hombre para subsistir, da como resultado un contraste que nos pone a pensar: ¿hemos escapado de ese romance a lo Elizabeth Bennet y Fitzwilliam Darcy? ¿Queremos seguir viviendo ese tipo de pasión?

La obsesión por el matrimonio estaba bastante justificada por la dependencia de un hombre cuando Jane Austen escribió Orgullo y Prejuicio; una realidad muy distinta a la que hoy nos atañe, pero que nos sigue obsesionando emocionalmente en el ideal de un amor que halla su consumación más allá de cualquier diferencia y trasciende los cánones económico-políticos del contrato conyugal. Quizá sea allí donde encontramos la fantasía y el click con personajes de tan arcaica vida y aburridos placeres.

En ese sentido, Elizabeth es una heroína moderna, una mujer que bien puede entenderse en la contemporaneidad; es decir, un ser decidido a casarse por amor y cuyo valor de decisión hace de su pensamiento un anhelo vigente de inteligencia y calidad humana en concordancia.

Por ello, se hace menester la lectura cuidadosa de sus frases para hallar aún las claves del amor sincero y decidido –que surca los mares del desentendimiento y los valores externos– en la vida común.

—«Siempre he considerado la poesía el alimento del amor —dijo Darcy.

—Tal vez de un amor exquisito, sólido, saludable. Cualquier cosa sirve para alimentar lo que ya tiene fuerza. Pero, si se trata sólo de una leve inclinación, estoy convencida de que un buen soneto puede acabar con ella».

«Cuando apreciamos a alguien, a menudo cedemos gustosamente a sus peticiones sin necesidad de que nos convenza con argumentos».

«Me esforzaré por apartar de mi cabeza cualquier pensamiento doloroso, y pensaré únicamente en aquello que pueda hacerme feliz: tu amor».

«Mi afecto y mis deseos no han cambiado, pero una palabra suya me silenciará para siempre».

«Mi verdadero propósito era verte, y tratar de averiguar si podía albergar alguna esperanza de que me amaras».

«En vano he luchado. No quiero hacerlo más. Mis sentimientos no pueden contenerse. Permítame usted que le manifieste cuán ardientemente la admiro y la amo».

«Desde el comienzo mismo, casi puedo decir que desde el primer instante de mi relación con usted, sus modales que impidieron en mi la más arraigada creencia en su arrogancia, su vanidad, su egoísta desdén a los sentimientos ajenos, me parecieron tales, que al punto asentaron los cimientos de la desaprobación que los sucesos posteriores han convertido en desagrado firme; y aunque no le hubiera conocido sino hace un mes, habría pensado que era usted el último hombre en el mundo con quien yo desearía casarme».

«Yo no quería que usted pensara bien de mí, pero usted lo hizo sin yo quererlo».

«Tiene que saberlo. Tiene que saber que todo lo he hecho por usted. Es usted demasiado buena para jugar conmigo. Su conversación de anoche con mi tía me ha hecho recobrar la esperanza que ya creía tener totalmente perdida. Si sus sentimientos siguen siendo los mismos, dígamelo. Mi afecto y mis deseos no han cambiado, pero una sola palabra suya me silenciará para siempre. Sin embargo, si sus sentimientos han cambiado, debo decirle que ha embrujado usted mi cuerpo y mi alma y que la amo, la amo y la amo y que ya nada podrá separarme de usted».

Las novelas de Austen se centran en la importancia del matrimonio como la elección más importante de la vida, de mayor fuente de felicidad; allí están Emma y Orgullo y Prejuicio como ejemplares creaciones literarias. Pero ésta última, leída con el enfoque actual necesario y las intenciones bien fijas, describe la completa (y real) variedad de motores, honestidades y razones que distinguen a los mejores matrimonios de las parejas mediocres, que hacen la diferencia y que nos siguen prometiendo –paulatinamente– una relación que brinque del casamiento decimonónico a la unión actual, y después a algo que, esperemos, sea aun mejor.

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