A lo largo del tiempo las mujeres han ido luchando cada vez más por sus derechos, por el reconocimiento de su esfuerzo y por el trabajo, muchas veces invisibilizado, que realiza tanto fuera como dentro del hogar. La literatura, otro campo de pensamiento —y de batalla— nos permite acercarnos a la intimidad personal, al espacio e incluso a las personas. Es un viaje de evasión o de introspección que siempre busca la inefable emoción o el reflejo de la realidad. En ese sentido, el papel de la mujer como escritora, su rol en la literatura —más allá de su dimensión como musas y personajes—, es un tema que a menudo se pasa por alto a pesar de ser parte importante de ese reflejo, constructo emocional y simbólico de la cultura colectiva. La mujer, como el hombre, también ha sido lectora, escritora y protagonista de historias. Diferentes tópicos han acompañado a la mujer durante el paso de los siglos, tópicos que expondré a continuación gracias a la investigación de Marina Mayoral:
1. La vida intelectual es algo que perjudica moralmente a la mujer.
2. La vida intelectual es incompatible con la naturaleza femenina.
3. La mujer es por naturaleza dulce, sumisa y modesta. Por tanto lo que escriba ha de responder a este carácter.
4. La mujer intelectual carece de atractivo.
Mostramos, en relación con estos tópicos, los pensamientos binarios de los roles masculino y femenino:
Actividad / Pasividad
Sol / Luna
Cultura / Naturaleza
Día / Noche
Padre / Madre
Cabeza / Corazón
Inteligible / Sensible
Logos / (Pathos) Pazos ( fin).
En líneas generales, las mujeres han estado tradicionalmente en un lugar secundario: su papel estaba siempre relacionada con la vida familiar, el cuidado de los hijos y la labor doméstica que parecía que tenían que heredar, sin olvidarnos del desprecio e infravaloración de su persona o capacidades intelectuales.
Hasta mediados del siglo XIX en la literatura se condenaba, de un modo u otro, los comportamientos “inmorales” de las mujeres. Esa inmoralidad se relaciona con salirse de sus obligaciones o revelarse ante esa vida que ella no eligió. Por lo tanto, es muy complicado encontrar ejemplos de escritoras que salieran del anonimato. Cuando se desarrolla el romanticismo, movimiento característico por exaltar la libertad, mostrar el “yo” íntimo y la rebeldía ante los tiempos que corrían, muy pocas mujeres pudieron estar presentes en la vida pública. Esto explica el motivo por el cual muchas escritoras de la época tuvieron que publicar su obra bajo seudónimos masculinos, como George Sand; o poner sus asuntos en manos de sus padres, como es el caso de las hermanas Brönte. El papel de la mujer como escritora era, simple y llanamente, una imposibilidad para la sociedad.
Se cree que esta es la única fotografía de las hermanas Brönte
Ahora bien, a partir de la mitad del siglo XIX, con el realismo, comienza a aparecer un tipo de literatura que busca la representación objetiva de la realidad, es decir, mostrarla tal cual es. Y junto a esta corriente emerge un nuevo tipo de imagen femenina. Aparece así la mujer que se rebela, que está cansada de su incomprensión constante y, por lo tanto, se deja llevar por sus pasiones e impulsos y rompe con los cánones impuestos por la sociedad tradicional. Ejemplos de ello son Madame Bovary o Tristana, obras que reflejan esta clara separación con la imagen femenina anterior y que inician así un cambio en la literatura. Algunos ejemplos de mujeres que se atrevieron a dar el paso desde entonces y se han consagrado como escritoras emblemáticas son Jane Austen, Mary Shelley y Virginia Woolf, en Inglaterra; Rosalía de Castro y Emilia Pardo Bazán, las denominadas “sin sombrero” de la Generación del 27, en España, y Gabriela Mistral en Chile.
Gabriela Mistral
En la actualidad asistimos a un inmenso debate sobre si existe o no literatura femenina, es decir, una literatura que sólo pueden crear mujeres; sin embargo, también existen opiniones contrarias a esta concepción que defienden que la labor profesional del escritor y de la escritora es la misma, y que, por lo tanto, ambos pueden escribir sobre todos los géneros y no existe una literatura diferenciada. En palabras, por ejemplo, de Cecilia Domínguez Luis, escritora consagrada de Canarias, nos encontramos una reflexión profunda y necesaria: “En cuanto al papel reivindicativo, no sólo le corresponde a la mujer, también al hombre. ¿O es que el hombre no puede reivindicar a la mujer en sus escritos?”. A continuación un video que puede explicar mejor dicho debate.
En definitiva, el papel de la mujer como escritora y como protagonista en la literatura está empezando a consolidarse. La literariedad de la vida es una realidad y si también seguimos por un camino equitativo en el que todos se enriquezcan del otro, se terminarán de desvanecer los tópicos previamente mencionados y la bipolaridad de conceptos, pues quien escribe plasma un mundo que puede ser ficticio o real y puede exponer numerosos conceptos que nada tienen que ver con la masculinidad ni con la feminidad, sino con el universo personal y su creatividad.
Mediante este camino conseguiremos disfrutar de un buen libro sin preguntarnos si lo escribió un hombre o una mujer. Si quisiésemos responder a la pregunta “¿qué papel juega la mujer en la sociedad literaria actual?”, la respuesta sería que todos: el papel de lectora, de escritora, de personaje de historias y sobre todo de creadora infinita.
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Un poco a la par con el estreno de la película Los adioses, basada en la vida de Rosario Castellanos, y a propósito de este tema, tampoco se puede olvidar a esas mujeres esenciales para la literatura en castellano.