La filosofía se encuentra implícita en todo lo que nos rodea; muchos hemos escuchado o leído alguna frase que asegura que todos somos filósofos, y es cierto. No es necesario haber realizado estudios escolares sobre la materia para convertirnos en un practicante de esta disciplina; ¿en qué momento nos convertimos en filósofos? Generalmente en momentos negativos de nuestra vida: un fracaso profesional, una relación fallida o la muerte de un ser querido, pero no es exclusivo de estas experiencias, a veces el ocio provoca que nuestra mente, siempre activa, comience a pensar en cosas más complejas que aquellas en las que se ocupa normalmente.
Incluso nuestros gustos artísticos se ven influenciados por la manera en que percibimos el mundo, pues los artistas son apasionados de una filosofía que buscan expresar por medio de su arte.
Muchas personas prefieren no hacerse preguntas como ¿qué es la vida?, ¿cuáles son los propósitos de vivir?, ¿cómo se debe vivir?, pues dicen ya tener suficientes cosas en qué pensar. Y tienen razón al hacerlo, pues muchas veces nos frustramos o enojamos porque sólo dejan más interrogantes sin respuestas. Por ello es esencial saber manejar esta pasión, tenemos que recordar que la vida real está lejos de esta área y que tenemos que continuar antes de dedicarnos a pensar el porqué de todo (esto lo digo para quienes no estudiamos filosofía en la Universidad). Bien dicen que no hay que pensar tanto las cosas.
Schopenhauer, el pesimista que cambió el mundo a su voluntad
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Grandes frases para darle significado a tu vida