La poesía ayuda al escritor a lidiar con los dolores de su condición humana. Esos dolores no siempre son una experiencia íntima, porque a veces la sociedad en la que crecemos también resulta dolorosa. En el siguiente poema de Chris Becerra, el Yo poético cuestiona las injusticias de la sociedad que lo ha formado, a pesar de que él está en el lado ganador.
AQUINO Y LAYÚN
Siempre me supe blanco en un país moreno,
pero aunque yo fuera de la minoría jamás me sentí lejano.
De niño no entendía el significado de la palabra “naquito”,
ni por qué mis padres lo decían en diminutivo.
Ser blanco en México es ser Luis Miguel sin cantar un carajo,
ser blanco en México es tener un pie fuera de la miseria.
Prietito, morenito… diminutivos grandiosamente despectivos.
Vivimos haciéndonos los tontos ante nuestro brutal racismo,
crecemos creyendo que el blanco merece el trago de cortesía,
que el pobre es pobre por huevón.
No sé lo que es ser moreno, pero se debe sentir esa distancia también,
a menos de que también se hagan los tontos.
Toda la sangre indígena, debe doler lo lejos que estamos morenos y blancos.
México es un país dividido.
Dividido y callado, que evita el conflicto y se ríe de todo.
Por eso no hablamos de nuestras diferencias y nos sonreímos en la calle,
y le damos las gracias al señor de los jugos mientras que nuestra piel nos define.
Él regresará en camión a su casa, yo en Uber.
El señor de los jugos aprendió a sonreír, bajar la cabeza y dar las gracias.
Yo aprendí a ser amable y no cuestionar de dónde vienen mis privilegios.
El señor de los jugos se siente invadido cuando ve a un blanco en el metro,
yo me siento culpable de ganar poco habiendo nacido con todo lo que tengo.
El “prieto” y el “güero” conviven en tierras aztecas todos los días,
unos de barrenderos, otros de oficinistas.
Nos saludamos y nos damos la espalda,
nos robamos de maneras distintas.
La hipocresía del mexicano es de nacimiento y está en ambos lados de la moneda,
en el sol y en el águila,
en el político y el empresario,
el albañil y el arquitecto.
Quizá sea tiempo de aceptarlo,
al fin y al cabo Aquino y Layún tiran a la misma portería.
**
El clasismo ha sido un problema en México desde su fundación, las guerras civiles y revoluciones a lo largo de la Historia no han podido cambiar este orden. Desde la poesía también se puede hacer la revolución. Aquí te compartimos un poema que demuestra por qué la sociedad está condenada a destruirse.