Existen horas efímeras y segundos que parecen eternos, momentos que sobre papel lucen extensos, en la práctica se desvanecen; ocasiones en que la realidad es más emocionante que los sueños.
Hay momentos que no deberían terminar, como el primer beso de dos enamorados, como el sonido de las olas rompiendo en la playa, esa llamada telefónica en la madrugada, aquel abrazo después de extrañarle o la sensación de tomar su mano por primera vez; son como la calma que precede a la tormenta, como vivir en el ojo del huracán deseando que se vuelva brisa.
Definitivamente esta noche no debería terminar.
Ojalá nunca acabara esta noche
Ojalá nunca acabara esta noche.
Y que una estrella se quede grabada
por cada beso dado sin reproche,
hasta opacar al sol de madrugada.
Ojalá nunca acabara esta noche.
Y el abismo nos consuma la pena,
que ahora mismo la cena está en tu broche
y el zángano profana tu colmena.
Ojalá nunca acabara esta noche.
Y que podamos quedarnos despiertos,
que de inspiración hagamos derroche,
para soñar con los ojos abiertos.
Ojalá nunca acabara esta noche.
En que tus labios han sido sicarios
y apuntan cual pistolero fantoche,
pero no matan mis vocabularios.
***
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