La poeta Oriette D'Angelo nació en Caracas el 12 de junio de 1990. Estudió Derecho en la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), ya que deseaba dedicarse a la criminología; sin embargo, la vida quiso desviarla de ese propósito y dirigió sus pasos hacia el mundo de las letras; ámbito en el que ella se considera: "no soy más que una muñeca rota intentando escribir".
En el 2014 resultó ganadora en la categoría de poesía de la XII Edición del Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila Editores Latinoamericana con su poemario Cardiopatías, el cual fue publicado en 2016. Al año siguiente, obtuvo el segundo lugar en el I Concurso de Crónicas de la Fundación Seguros Caracas y en 2016 se hizo acreedora del tercer lugar en el Concurso Iberoamericano de Poesía Letras de Libertad de Un Mundo Sin Mordaza.
En 2017 publicó su segundo libro, una antología de poesía venezolana titulada Amanecimos sobre la palabra. La profunda crisis política, económica y social de su país la llevó a emigrar a la ciudad de Chicago, en Estados Unidos. La vulnerabilidad, la pobreza y la violencia de un país fracturado ha hecho que la poeta lo retrate en sus poemas "Rodilla en tierra", "This must be the place" y, sobre todo, en el directo y doloroso "Suena Caracas":
Caracas, nombre propio
ápice de lodo
seis punto siete de último temblor
Ciudad-país de ritos mortuorios
ritos que alcanzan todas las esquinas
Aplauso hacia sí misma adentro
tu soledad de calle adentro
tu última nación
Suena hijo en hospital
Suena dedo rozando basura
Suena grito/callejón de sangre
Suena estómago vacío
Suena llanto de padre asesinado
Suena ¡boom! disparo en cara
Suena ¡boom! disparo en tórax
Suena hospital lleno de niños
llorando suelo lleno de niños
llorando morgue llena de madres
Suena ¡boom! amigos muertos amigos
con el pecho lleno de metales
Suena la tarima la mentira
de una máscara-canción
Caracas, rugido de leones
que no llegan a otros mundos
ciudad-orgullo de creerse todo
sin pronunciarse de verdad
sin creerse de verdad
sin decir en voz alta lo que somos porque no
lo aguantamos
Ciudad que suena
y grita fuerte hacia un público
tieso que no aplaude
Somos Caracas
y aquí hacemos una fiesta
para tapar el sonido de los muertos.
Hoy cursa un master en Comunicaciones Digitales en DePaul University Chicago; al mismo tiempo se desempeña como editora y fundadora de la plataforma literaria Digo.palabra.txt, espacio en el que rescata y visibiliza la poesía y la narrativa clásica, pero también contemporánea e inédita. Por eso, te invitamos a conocer a esta poeta venezolana que no se queda callada y usa la poesía como protesta:
"A los hombres no les gustan las mujeres rotas"
Nadie sabe que maltrata
hasta que rompe un hueso
y aun así
los morados de la piel no saben de perdones
las heridas disecadas sólo cuentan una historia
Todo cuerpo supura infiernos
todo cuerpo admite queja
exilio
Nadie sabe que maltrata
hasta que asesina
Nadie sabe que tiene fuerza
hasta que aprieta una garganta
luego abandona
sale corriendo
echa culpas
justifica puños
y huele a sangre
Todo cuerpo odia el desgarro
toda ausencia es un primer auxilio
Nadie sabe que es poco hombre
hasta que toca a una mujer
para romperla.
"Crecer era aquello"
Me dijeron que no
que no podía crecer así
siendo la muchacha mala de la historia
la que de ventana escogió mar
no juguete
tierra
y no pantalla
Me dijeron que crecer era «aquello»
no «esto»
que no
que no podía escoger querer vivir
con madre y tormenta
Tenía que escoger el paraíso
siempre así
superficial
desde la seguridad de los balcones
Me dicen que no
que no tenía por qué ver cómo hacían de madre
muñeca de trapo
Tenía que crecer lejos
desde la seguridad de la memoria
siempre así
siempre desde lo correcto
mirando hacia el piso así
siempre buena
triste.
"Probablemente"
Mientras lees este poema
alguien
está siendo asesinado
alguien
probablemente mujer
está siendo grabada sin su consentimiento
alguien
probablemente tú
está siendo acosado
alguien recibe un insulto
una crítica
una ofensa
y nadie está haciendo nada
probablemente alguien esté gritando
pidiendo ayuda
pero tú estás leyendo este poema
cuando he terminado de escribirlo
probablemente tanto tú como yo
seamos vulnerables al ataque
en este preciso momento
un hombre dice que las mujeres no saben escribir
un hombre dice que las mujeres no saben cocinar
un hombre insulta
soborna
retuerce
un hombre silencia
una mujer aguanta
cada 40 segundos alguien se suicida
y aquí ya vamos por el segundo 40
es probable que al terminar este poema
ya hayan muerto dos personas
(a manos de sí mismas)
pero no vamos a ponernos románticos
no vamos a hablar del suicidio
porque hay gente que lo estudia
que se llena las manos de sangre por nosotros
no vamos no
a criticar a los muertos
a pensar que podíamos salvarlos
mientras la depresión la padecen todos
todos tenemos derecho a morirnos
y si por algunos hombres fuera
nosotras no tendríamos derecho a escribir
dirían que este poema ya lleva 120 segundos
y que tres personas han muerto
por nuestra culpa.
"Cansancio"
Estoy cansada del machismo literario
de los círculos herméticos
de los que quieren manejarlo todo y tener la última palabra
de los que coordinan antologías sólo para incluir a sus amigos,
a su gente cercana, a su gente querida
de los que creen que nadie puede protestar
ante lo que parece injusto
porque para qué quejarte
para qué gritar
cansada
de los que creen decidir que lo tuyo no es poesía
que lo de otros no es poesía
que lo único que es poesía es lo suyo
que para qué escriben si no saben cómo se hace
que para qué lo intentan
que para qué buscan
existir
cansada
de los que esperan que ganes premios para considerarte
(no en las antologías donde están sus amigos, claro)
(ni en su larga lista de contactos)
(ni en su agenda personal de gente de la cual hablar)
de los que te llaman “niña poeta” o “poetisa”
para disminuirte
porque «la niña» no sabe lo que está haciendo
sólo quiere hablar de sus desamores y heridas e intentos
y para eso escogió la poesía
pobre «niña» desahuciada
pobre «niña» sin generación
que no escogió otra cosa que la hiciera feliz
cansada
de los que usan problemas personales para cerrarte las puertas
de los que primero te cierran la puerta y luego arman un escándalo
de los que dicen que todo lo que consiguen las mujeres
es por su belleza
de los que hablan de la «poesía femenina» para indicar que la «masculina» es mejor
de los que se quejarán porque uno tiene algo que decir
de los que se quejarán porque uno tiene un blog
de los que se quejarán porque uno no se queda callado
de los que pensarán que esto sólo es un poema y no una protesta
no protesta
ni grito
ni poema
ni nada.
"Trece años"
La niña tiene trece años y la nombra un terremoto.
La niña está loca, se escucha
La niña está loca y desobedece
lava mal la ropa del colegio
huele mal la ropa del colegio
huele mal la niña
la niña está loca
sólo lee y come
ve televisión y odia
grita y saca buenas notas
muere en un cuarto que no es suyo
no me escucha cuando grito
no me escucha cuando odio
no abre la puerta
se encierra la niña
loca
no me habla
no come conmigo
no me soporta
y la niña loca no sabe
tener trece años
no sabe explotar la belleza
de sus ojos tamaño asteroide
sólo escribe y hace amigos
amigos que pronto serán su casa
su espasmo
sus primeros amores
alojados en pantallas
la niña loca es suicida
un cliché
se rasga los brazos con amigas
y sufre con ellas.
Escucha música fuerte y pinta animales.
Escribe poemas que no leerá.
Recorta cuadernos
para construirse un barranco.
Sabe que sus pechos crecen y con ellos su desgaste
sabe que todo está
destinado a morir
no tiene miedo de saltar.
No sabe cómo se tocan las ondulaciones del cuerpo
nadie le enseña a sentir y su vida está cambiando
nadie le enseña
que está bien sangrar
cuando no se lo provoca
nadie le hace caso a la niña
porque la niña está loca
no sabe tener trece años
y querer continuar viviendo.
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Las imágenes que acompañan al texto pertenecen a la artista canadiense Alexandra Levasseur.