El abanico de sentimientos humanos es muy vasto como para sólo admitir y celebrar algunos de ellos. Los poetas lo saben y han transformado las experiencias negativas en deleitosos poemas que, si bien no pueden curar la ausencia de la persona amada, sí logran ser una compañía que entiende las oscuras sensaciones que inundan el alma.
Como la soledad es una experiencia que se padece menos cuando se comparte, aquí una pequeña selección de poemas para tu disfrute:
La Jaula
Alejandra Pizarnik
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento.
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la noche y barcos sedientos de realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
Alejandra Pizarnik (1936) fue una poetisa obsesiva y solitaria. Su amor por las palabras contrastaba con sus altibajos emocionales. Murió en 1972, dejando amistades en círculos artísticos importantes, así como una obra literaria memorable.
Ausencia
Jorge Luis Borges
Habré de levantar la vasta vida
que aún ahora es tu espejo:
cada mañana habré de reconstruirla.
Desde que te alejaste,
cuántos lugares se han tornado vanos
y sin sentido, iguales
a luces en el día.
Tardes que fueron nicho de tu imagen,
músicas en que siempre me aguardabas,
palabras de aquel tiempo,
yo tendré que quebrarlas con mis manos.
¿En qué hondonada esconderé mi alma
para que no vea tu ausencia
que como un sol terrible, sin ocaso,
brilla definitiva y despiadada?
Tu ausencia me rodea
como la cuerda a la garganta,
el mar al que se hunde.
Jorge Luis Borges (1899) fue siempre un enemigo del dogma. Su pensamiento flexible lo llevó a analizar los sentimientos humanos desde múltiples perspectivas, lo cual le da a su obra una sensación de frescura y originalidad.
En mi flor me he escondido
Emily Dickinson
En mi flor me he escondido…
En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú, también allí estuviera…
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.
En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.
Emily Dickinson (1830) tuvo una vida de reclusión que le valió ser considerada una excéntrica. Su visión de las relaciones personales, así como de las convenciones sociales fue, en su tiempo, contraria al espíritu de la época. No obstante, hoy es considerada como una de las poetas fundacionales estadounidenses.