Nuestra mente es un baúl de infinitas memorias y sueños, pero también de dolorosos recuerdos y pesadillas… hay voces que escuchamos dentro de ella, reclamando atención y una manera de sublimación. La escritura es una de las maneras que tenemos para hacerlo; en las letras que plasmamos hallamos el alma perdida.
Es así como surgen algunos pequeños poemas de una mente atormentada por un corazón envenenado de amor, necesitado de una luz pasional en un abismo oscuro. Retando al destino, arriesgando todo para volver a sentirse vivo en una realidad desoladora.
Perdido
No hallo salida,
sigo aquí, en tu selva.
Aquella selva llamada tu cuerpo.
Cuya salida está en tu corazón,
o en mi fin.
Cruel es mi estadía,
¡Quetzalcoatl!
Ensáñame el camino.
Camino
para conquistar
su corazón de fuego.
Sol y luna
Noche, abrígame,
tengo frío de tanta soledad.
Protégeme,
ya que me asusta tu color.
Tu silencio aterroriza mis sentidos.
Voces en mi cabeza me estremecen;
Sol, sálvame de estas criaturas
pero no me quemes con tu insaciable calor.
Quiero volverme a encontrar
con aquella bella noche.
Y de nuevo ser tu víctima.
No te acabes en el infierno
Aún añoro el momento en que salgas de las tinieblas y
te alumbres de amoroso arrepentimiento.
Yo, Luzbel te imploro…
No llenes de esa luz amarga mi infierno.
Ahora me gusta mi soledad,
mi oscuridad,
pero con esos destellos agobiantes destruyes mi ser,
y el tártaro donde vivo en muerte.
Puedes estar aquí
Pero simplemente
no te acabes mi infierno.
Favor al viento
Viento,
déjame ser tuyo,
déjame ser libre.
Anda,
libérame de este cuerpo decadente,
regido por el hechizo de una arpía de ojos melódicos.
Asfixiándome en un amoroso y placentero dolor,
en una agonía masoquista
pero aburrida.
Viento, llévame entre tus brazos al edén esperado.
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Un corazón roto es el precio de vivir momento increíbles, y estas experiencias nos harán crecer cuando la tormenta haya pasado.