Seguro pasó otra vez. Estaba todo tan bien, tan agradable, y de pronto volvió a llegar eso que tanto duele. Y como es la tradición, la noche se vuelve la enemiga que no se puede evitar. Era improbable que pasara, acababas de viajar a su lado y todo parecía ir muy bien. Aún están frescas las imágenes, grandes praderas verdes que contrastaban con el cielo azul que se acababa de poner. Eran los últimos rayos de sol y el auto se sentía helado. El viaje era hacia la aventura, a un futuro incierto pero verdadero.
Tuviste lo mejor, pero ya se fue y te encuentras flotando esperando no volver a lo que te hace daño. Lo mejor es leer un poco para calmarse. Hay que pedir ayuda. Ojalá resultara cualquiera pero en casos extremos como éste, sólo los poetas más extraordinarios tienen las palabras para hacerlo. Se necesita de una maestría en la rima para que se aclamen los más duros versos. Aquellos que se necesitan para un corazón roto u oscuro. Porque en las sombras es en donde se está.
Si por un momento tuvieras calma, podrías descansar y pensar en todo. Por eso es mejor leer algo que calme el dolor, que vaya borrando los recuerdos que hacen daño. Así todo sería más llevadero. De momento te queda esperar que pase la noche y la luz encienda tu día, ahí donde puedes fingir que no es cierto, todo está bien. Entonces comienzas a leer.
–
“Acuérdate de mí” – Lord Byron
Llora en silencio mi alma solitaria,
excepto cuando esté mi corazón
unido al tuyo en celestial alianza
de mutuo suspirar y mutuo amor.
Es la llama de mi alma cual aurora,
brillando en el recinto sepulcral:
casi extinta, invisible, pero eterna…
ni la muerte la puede mancillar.
¡Acuérdate de mí!… Cerca a mi tumba
no pases, no, sin regalarme tu plegaria;
para mi alma no habrá mayor tortura
que el saber que has olvidado mi dolor.
Oye mi última voz. No es un delito
rogar por los que fueron. Yo jamás
te pedí nada: al expirar te exijo
que sobre mi tumba derrames tus lágrimas.
–
“A la soledad” – John Keats
¡Oh, Soledad! Si contigo debo vivir,
Que no sea en el desordenado sufrir
De turbias y sombrías moradas,
Subamos juntos la escalera empinada;
Observatorio de la naturaleza,
Contemplando del valle su delicadeza,
Sus floridas laderas,
Su río cristalino corriendo;
Permitid que vigile, soñoliento,
Bajo el tejado de verdes ramas,
Donde los ciervos pasan como ráfagas,
Agitando a las abejas en sus campanas.
Pero, aunque con placer imagino
Estas dulces escenas contigo,
El suave conversar de una mente,
Cuyas palabras son imágenes inocentes,
Es el placer de mi alma; y sin duda debe ser
El mayor gozo de la humanidad,
Soñar que tu raza pueda sufrir
Por dos espíritus que juntos deciden huir.
–
“Alma desnuda” – Alfonsina Storni
Soy un alma desnuda en estos versos,
Alma desnuda que angustiada y sola
Va dejando sus pétalos dispersos.
Alma que como el viento vaga inquieta
Y ruge cuando está sobre los mares,
Y duerme dulcemente en una grieta.
Alma que nada sabe y todo niega
Y negando lo bueno el bien propicia
Porque es negando como más se entrega,
Alma que suele haber como delicia
Palpar las almas, despreciar la huella,
Y sentir en la mano una caricia.
Alma que siempre disconforme de ella,
Como los vientos vaga, corre y gira;
Alma que sangra y sin cesar delira
Por ser el buque en marcha de la estrella.
–
“Amor eterno” – Gustavo Adolfo Bécquer
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá!
Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jamás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
–
“Lágrimas” – Lord Alfred Tennyson
Lágrimas, indolentes lágrimas, no sé qué significan:
Lágrimas que desde lo profundo
De alguna divina desesperación
Se alzan en la esencia del corazón,
y se reúnen en torno a los ojos
Al contemplar los alegres campos de otoño,
Pensando en los días que ya nunca serán.
Frescas como el primer rayo brillante sobre la vela,
Convocando a nuestros amigos del inframundo,
Triste como el último lamento agónico
Que se hunde en el abismo con todo lo que amamos.
Tan tristes, tan frescas, como los días que ya no serán.
Amados como el recuerdo de los besos tras la muerte,
Y dulces como la indiferente fantasía fingida
Sobre aquellos labios que serán de otro;
Profundas como el Amor,
Profundas como el primer Amor,
Salvajes huellas de un pálido remordimiento.
Oh, amarga Muerte en Vida, ellas son el lamento
Por los días que ya nunca serán.
–
“Más allá del olvido” – Alejandra Pizarnik
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Alguna vez de un costado de la luna
verás caer los besos que brillan en mí
las sombras sonreirán altivas
luciendo el secreto que gime vagando
vendrán las hojas impávidas que
algún día fueron lo que mis ojos
vendrán las mustias fragancias que
innatas descendieron del alado son
vendrán las rojas alegrías que
burbujean intensas en el sol que
redondea las armonías equidistantes en
el humo danzante de la pipa de mi amor.
–
“Los vampiros” – María Eugenia Vaz Ferreira
Dos nidos con mis cabellos
tejí en mis sienes y en ellos
se vino a posar un día
de tu boca el ave roja,
pérfida madre alegría
de mi incurable congoja,
Y en vano olvidar quisiera
lo que fue mi vida entera…
que tus besos maldecidos
como vampiros sedientos,
a mis sienes suspendidos
me chupan los pensamientos.
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