Sin importar la religión a la que éstos pertenezcan, los guías espirituales constantemente dirán que el secreto de una vida prodigiosa es encontrar el punto justo en el que la mente y el cuerpo puedan convivir en perfecta armonía. Absolutamente nadie está cerrado a la idea de que el placer es una forma de alcanzar cierto grado de iluminación; no obstante, cada persona debe de estar consciente de que todo en este mundo inicia por el pensamiento, así que, aunque suene un poco enredado, para llegar al placer tenemos que pensar en ello.
Pocas culturas le dan tanta importancia al conocimiento de una persona en relación con su entorno como la hindú, sus practicantes se levantan cada día con la esperanza de tener un nuevo aprendizaje o algo que refuerce de alguna manera su visión de la vida. Como un ejemplo de esto podemos citar al filósofo y poeta Rabindranath Tagore, cuya vida se basó en un aprendizaje constante de todas las cosas que existen en el mundo a través de la meditación y los viajes que emprendió para conocer otras culturas.
La sabiduría de Tagore quedó plasmada en sus textos, los cuales transmiten al lector esa sabiduría y pensamiento profundo que lo caracterizaban, demostrando así que el conocimiento no sólo está en los datos duros de los libros sino también en las emociones que experimentamos todos los días:
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En Mi Cielo Al Crepúsculo
En mi cielo al crepúsculo eres como una nube
y tu color y forma son como yo los quiero.
Eras mía, eres mía, mujer de labios dulces
y viven en tu vida mis infinitos sueños.
La lámpara de mi alma te sonrosa los pies,
el agrio vino mío es más dulce en tus labios,
¡oh, segadora de mi canción de atardecer,
cómo te sienten mía mis sueños solitarios!
Eres mía, eres mía, voy gritando en la brisa
de la tarde, y el viento arrastra mi voz viuda.
Cazadora del fondo de mis ojos, tu robo
estanca como el agua tu mirada nocturna.
En la red de mi música estás presa, amor mío,
y mis redes de música son anchas como el cielo.
Mi alma nace a la orilla de tus ojos de luto.
En tus ojos de luto comienza el país del sueño.
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Me Parece Amor Mío…
Me parece, amor mío, que antes de rayar el día de la vida
tú estabas en pie bajo una cascada de felices sueños,
llenando con su líquida turbulencia tu sangre.
O, tal vez, tu senda iba por el jardín de los dioses,
y la alegre multitud de los jazmines, los lirios y las adelfas
caía en tus brazos a montones y, entrándose en tu corazón,
se hacía algarada allí.
Tu risa es una canción, cuyas palabras se ahogan
en el gritar de las melodías; un rapto del olor de unas flores
no vistas; es como la luz de la luna que rompiera a través
de la ventana de tus labios, cuando la luna está escondiéndose
en tu corazón. No quiero más razones; olvido el motivo.
Solo sé que tu risa es el tumulto de la vida en rebelión.
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El Último Trato
Una mañana iba yo por la pedregosa carretera,
cuando espada en mano, llegó el Rey en su carroza.
“¡Me vendo!”, grité. el Rey me cogió de la mano y me dijo:
“Soy poderoso, puedo comprarte.” Pero de nada le valió su poderío
y se volvió sin mí en su carroza.
Las casas estaban cerradas en el sol del mediodía
y yo vagaba por el callejón retorcido
cuando un viejo cargado con un saco de oro me salió al encuentro.
Dudó un momento, y me dijo: “Soy rico, puedo comprarte.”
Una a una ponderó sus monedas. Pero yo le volví la espalda y me fui.
Anochecía y el seto del jardín estaba todo en flor.
Una muchacha gentil apareció delante de mí, y me dijo:
“Te compro con mi sonrisa.” Pero su sonrisa palideció
y se borró en sus lágrimas. Y se volvió sola otra vez a la sombra.
El sol relucía en la arena y las olas del mar rompían caprichosamente.
Un niño estaba sentado en la playa jugando con las conchas.
Levantó la cabeza y, como si me conociera, me dijo:
“Puedo comprarte con nada.” Desde que hice este trato jugando, soy libre.
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Te Cojo Las Manos
Te cojo las manos, y mi corazón, buscándote a ti,
que siempre me eludes tras palabras y silencios,
se hunde en la oscuridad de tus ojos.
Sin embargo, sé que debo estar contento en este amor,
con lo que viene a rachas y huye, porque nos hemos encontrado
por un momento en la encrucijada de los caminos.
¿Soy yo tan poderoso que pueda llevarte a través de este
enjambre de mundos, por este laberinto de veredas?
¿Tengo yo alimento para sostenerte por el oscuro pasaje bostezante,
de arcos de muerte?
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Juguetes
¡Qué feliz eres, niño, sentado en el polvo,
divirtiéndote toda la mañana con una ramita rota!
Sonrío al verte jugar con este trocito de madera.
Estoy ocupado haciendo cuentas,
y me paso horas y horas sumando cifras.
Tal vez me miras con el rabillo del ojo y piensas:
«¡Qué necesidad perder la tarde con un juego como ese!»
Niño, los bastones y las tortas de barro
ya no me divierten; he olvidado tu arte.
Persigo entretenimientos costosos
y amontono oro y plata.
Tú juegas con el corazón alegre con todo cuanto encuentras.
Yo dedico mis fuerzas y mi tiempo
a la conquista de cosas que nunca podré obtener.
En mi frágil esquife pretendo cruzar el mar de la ambición,
y llego a olvidar que también mi trabajo es sólo un juego.
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Puse En Mi Bandeja Cuanto Tenía, Y Te Lo Di…
Puse en mi bandeja cuanto tenía, y te lo di.
¿Qué traeré a tus pies mañana?
Soy como el árbol que, huyendo el verano floreciente,
mira al cielo, levantadas sus ramas desnudas de flores.
Pero ¿no hay, entre todas mis ofrendas pasadas, una sola flor
que haya hecho inmarcesible la eternidad de las lágrimas?
¿Te acordarás, me darás las gracias con los ojos
cuando llegue yo a ti con las manos vacías,
en la despedida de mis días estivales?
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Perdóname Hoy Mi Impaciencia, Amor Mío
Perdóname hoy mi impaciencia, amor mío.
Es la lluvia primera del verano, y la arboleda del río
está jubilosa, y los árboles de kadam, en flor,
tientan a los vientos pasajeros con copas de vino de aroma.
Mira, por todos los rincones del cielo los relámpagos
dardean sus miradas, y los vientos se yerguen por tu pelo.
Perdóname hoy si me rindo a ti, amor mío. Lo de cada
día anda oculto en la vaguedad de la lluvia; todos los
trabajos se han parado en la aldea; las praderas están
abandonadas. Y la venida de la lluvia ha encontrado en tus
ojos oscuros su música, y julio, a tu puerta, espera, con
jazmines para tu pelo en su falda azul.
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Si estos poemas no te convencieron de la espiritualidad que domina, quizá lo hagan estas fotografías de los monjes Sadhu que nos enseñan cómo alcanzar la felicidad con las que podrás dar una miradas a su espíritu y darte cuenta de lo que toda su sabiduría encierra.