Tu libertad de expresión no te la está quitando nadie, puedes seguir siendo un pinche guarro, sólo prepárate para las consecuencias de tus actos.
Así se lee entre líneas uno de los artículos publicados en Animal Político por Jorge Hill, quien trata de definir el acoso para que hombres, mujeres, tú y yo lo entendamos de la mejor manera posible. Refiriéndose, específicamente, al piropo como una forma de hostigamiento y al caso “Plaqueta” (la denuncia que hizo Tamara de Anda cuando un taxista le grito guapa), Hill argumenta que penar a quienes nos gritan “guapas” al andar por la calle, no es ninguna censura a la libertad de expresión, sino la exigencia del respeto que se merece cualquier ser humano.
La pregunta es ¿por qué, aún bajo un nuevo reglamento legal que propone castigar estas agresiones, el acoso continúa intimidando y violentando a las mujeres? Sería sencillo responsabilizar en un 100 % a quien lanza vulgaridades de en la calle, pero no sería muy justo. Recordemos el famoso meme que tal vez tus amigos, familiares o hasta tú likeaste o compartiste en Facebook, sobre un escala que describía las mismas palabras ofensivas en dos situaciones distintas. La primera se trataba de un hombre de tez blanca, ojos claros, estatura elevada y cuerpo atlético; cuando alguien como él lanza un ¡Hola guapa! se trata, según el meme, de un piropo travieso. Sin embargo, cuando un tipo chaparro, flacucho, moreno y mal vestido hace lo mismo, entonces estamos hablando de acoso verbal: un gravísimo delito que ninguna toleraría.
A este curioso y absurdo fenómeno sólo le podemos llamar de una manera: machismo puro. No olvidemos que éste no sólo lo ejercen los “machos”, sino también las mujeres que aún no comprenden el significado de conceptos como acoso. Por ello, hablar de guarradas y de los pinches retrogradas que nos gritan en la calle, que nos acosan en el transporte público, que nos intimidan en los bares o que nos agreden cuando creen que nadie los ve, es tan importante como necesario.
Los siguientes textos, escritos por distintos columnistas en diversos medios informativos, presentan el tema en forma de denuncia para reforzar la atención que tanto la autoridades como los ciudadanos debemos poner en cuanto al acoso. Como explica Hill en su texto, el objetivo no es desaparecer los elogios del vocabulario; no obstante, es distinto recibir un comentario enaltecedor de parte de un conocido, un amigo o una pareja, que de parte de un extraño irrespetuoso.
Además del machismo, la indiferencia e ignorancia que implica cualquier tipo de acoso, en él también va impreso un acto verdaderamente hipócrita. A ninguno de los hombres que se atreven a piropear en las calles, les gustaría que a sus madres, hermanas o novias las molestara otro de su género con algún refrán vulgar; ¿o sí? “Lo que tantos consideran aún romántico y piropero no es otra cosa que un hombre ejerciendo su poder sobre una mujer a la que se considera vulnerable”, aclara Hill.
Por otro lado, en los diferentes textos en los que se expone el tema, se encuentra una misma interrogante: ¿qué es acoso y qué no? Muchas mujeres han vivido experiencias que las hacen pensar que una mirada lasciva y penetrante es parte de esa escala de violencia, pero otras opinan que es incoherente castigar lo que sí esperamos oír de parte del chico que nos gusta. Ciertamente y como todo lo relacionado con el plano legal en este país, la incoherencia abunda al momento de implementar límites y leyes claras para castigar el acoso.
El hecho es que, desde el piropo hasta la violación sexual, conduce a la intimidación, degradación y destrucción de la seguridad, autoestima y salud femenina. Amedrentar y amenazar a una mujer no tiene nada que ver con hacerla sentir bonita; así que quien crea que escuchar un “mamacita” es un favor que debemos agradecer, está muy equivocado (por no decir muy pendejo). Esos comentarios sólo tienen cabida cuando son consensuados entre dos que se conocen y, por lo tanto, se respetan.
Sofía Carvajal Ríos, comunicadora social en Cali, escribió un libro (“El piropo callejero: acción política y ciudadana”) para descifrar cómo es que el piropo callejero se convirtió en la primera y más tenue forma de acoso. Ella se dio cuenta de la gravedad del asunto cuando una tarde, en lugar de continuar su camino por la acera, decidió dar media vuelta para buscar otra ruta y evadir a dos hombres que presentía lanzarían un comentario al notar su mirada lasciva sobre ella. A partir de esa decisión, Carvajal concluyó que para ignorar una práctica supuestamente “inofensiva”, tuvo que interrumpir sus planes y limitar el acceso a su propia ciudad.
El acoso no sucede sólo en México, sino en todo el mundo. De acuerdo a una investigación del Instituto Nacional de la Juventud (INJUV) de Chile, un 68 % de las jóvenes chilenas han sufrido acoso sexual callejero. Qué se puede esperar de la sociedad cuando el mismo presiendete de Argentina, Mauricio Macri, declaró que “En el fondo, a todas les gusta que les digan un piropo, por más que esté acompañado de una grosería, como: qué lindo culo que tenés”.
Entre los textos que tienes que leer para entender qué significa el acoso, uno de los más importantes es el “Protocolo para la atención de casos de hostigamiento y acoso sexual”, elaborado por el Instituto Nacional de las Mujeres. En éste se desmenuza a partir de un marco de referencia bastante rico, todas la partes y ejemplos que conforman el hostigamiento. Como una forma de prevención, se desarrollaron distintos apartados para explicar el acoso sexual en general y todas sus vertientes, por ejemplo, el acoso laboral o callejero.
La realidad es que no se puede pelear contra nada si no se conoce de la A a la Z el problema. La ignorancia es la primer amenaza y el mayor obstáculo para que tanto hombres como mujeres no dejemos de fomentar, permitir e ignorar el acoso.
Los textos que te recomendamos leer y que utilizamos como referencia para desarrollar este artículo son:
“Protocolo para la atención de casos de hostigamiento y acoso sexual” (2010), INMUJERES
Hill Jorge, “El plaquetas y el piropo” (2017), Animal Político
“Cómo el piropo callejero se convirtió en una forma de acoso” (2016), El País
M. Gaston Cecilia, “¿Piropo o acoso callejero?” (2016), El Diario