Akira
Hayao Miyazaki no fue el responsable de llevar el anime a otro nivel. El mérito se lo lleva la que hasta la fecha es considerada una obra maestra de la animación, que influyó a una serie de animadores de los 90 que crearon universos como el de “Dragon Ball”, “Dr. Slump”, “Sakura Card Captor” y que catapultaron la cultura japonesa, llevándola a la escena mainstream, comparándose con algunos de los grandes trabajos cinematográficos alrededor del mundo. Sin embargo, esa obra no fue pensada como una película que cambiaría el cine asiático para siempre. Originalmente era un manga escrito e ilustrado por Katsuhiro Otomo, uno de los autores más reconocidos de la actualidad, quien también fungió como director del filme.
“Akira”, como fue llamada, en su forma literaria también logró popularizar el manga a nivel internacional.
Su estructura distinta a cualquier cosa que se haya visto en ese formato, inmediatamente llamó la atención tanto de la crítica especializada como de los fanáticos ansiosos de ver un trabajo innovador en un tiempo en el que el manga y el anime eran expresiones aburridas y repetitivas con las mismas historias antiguas de héroes y experiencias extrañas. El trabajo usaba futurismo, cyberpunk, existencialismo y metafísica en un formato que era conocido sólo por atraer a los niños, llevándolo así a otro nivel. Desde su primer tomo, Otomo fue altamente reconocido y antes de que pudiese terminar de escribirlo, se le ofreció la oportunidad de hacer un filme.
Sin embargo, la cinta (que ahora está disponible en Netflix), aunque es un excelente trabajo que revolucionó todo un género e influyó a una generación, no se compara ni un poco al trabajo original, especialmente porque es tan amplio y complejo, que sería casi imposible trasladarlo a un sólo filme. Así que, cualquiera que quiera absorber por completo la genialidad que implica “Akira”, debe leer primero el manga.
Las diferencias
Tal como señala el experto en manga y anime Tom Pinchuk, la diferencia principal entre el manga y el anime es que, mientras que el filme se enfoca sólo en los primeros tres tomos del trabajo literario (cambiando drásticamente el final), el manga cuenta con seis volúmenes, que en total reúnen 2 mil páginas de historia. Ambos trabajos narran la historia de Shotaro Kaneda, el líder de una pandilla de motociclistas en un mundo alternativo.
Según el trasfondo, en 1982 se llevó a cabo una explosión nuclear que destruyó Tokio, desatando una serie de eventos que culminan en una Tercera Guerra Mundial. Distintos grupos terroristas atacan al gobierno y la sociedad está dividida. Kaneda viaja con sus compañeros criminales cuando su amigo, Tetsuo Shima, se encuentra con un esper: un ser con poderes telepáticos que pueden destruir toda una ciudad. El encuentro despierta esas mismas habilidades destructivas en Tetsuo, así que decide causar destrucción, alejándose de su amigo y continuar ganando poder.
Ese es el setting principal. Sin embargo, el anime sobrepasa todos los elementos del contexto en el que se desarrollan los jóvenes y por qué sus personalidades son tan diferentes. El manga profundiza presentando diferentes personajes y escenarios que demuestran el trasfondo del héroe y su antagonista, además de que habla de manera más extensa sobre las tensiones políticas que influyen en la historia.
“Akira”, la cinta, va demasiado rápido, y aunque resulta impresionante y concisa, elimina múltiples personajes y abre demasiadas cuestiones que nunca se resuelven. Aunque resulta atractivo que un final sea abierto y haga que la audiencia analice lo que acaba de mirar, vale la pena analizar todo lo que dejó fuera el filme. La cinta no sólo crea un sentido único de fantasía, sino que en todos sus personajes habla sobre distintas problemáticas políticas y sociales que eventualmente podrían acabar con el mundo.
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La esencia
El anime es importante, relevante y una pieza de arte única, sin embargo, el manga es aún más sólido y su esencia es irrepetible. Aunque el diseño y el guión de ambos estuvo a cargo de Otomo, el manga indudablemente tiene un sentido más experimental, crudo y revolucionario. Mientras que el anime mostró que los dibujos podían ser más complejos, el manga mostró que las historias podían ser cada vez más extrañas mientras no se dejara de lado la relevancia de los personajes. “Akira” en su manifestación literaria se convirtió en una forma de crear crítica social de manera indirecta. Tomó elementos del cine hollywoodense y de la literatura europea y los integró a un contexto asiático para motivar a las personas a pensar y a mirar más allá del mundo que tienen frente a ellos.
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La relevancia
Sin manga no habría anime, y aunque sea más famoso el filme, es necesario mirar primero el trabajo literario. No sólo servirá para adentrarse en la versión cinematográfica, comprendiendo todo lo que sucede (sin arruinar la experiencia), sino para abrir el panorama sobre la importancia del manga y qué tan trascendente puede ser una historia creada en ese formato que, hasta los años 90, era considerado un medio primordialmente pensado para un público infantil. Tanto los fanáticos de los mangas como aquellos que nunca han leído uno estarán impresionados por la narrativa, el aspecto visual y cómo Otomo manipula las imágenes para crear efectos más profundos.
“Akira” es de esos textos literarios que son igual o más relevantes que su adaptación cinematográfica. Leerlo significa adentrarse en una cultura desconocida para ampliar los panoramas de la imaginación y hacer un profundo análisis sobre el gusto humano por la guerra, la violencia y el futurismo. Sin esos trabajos, Miyazaki no tendría un impacto mundial tan importante y el anime se hubiese quedado como una forma de expresión mediocre e infantil. Así que si piensas ver en Netflix la cinta, considera seriamente hojear el manga y leer uno de los trabajos más importantes del siglo XX.
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Referencias
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