Luna confidente, luz de secreto y sensualidad de mujer, atrapa en tu belleza nuestra historia, cuéntale a las estrellas sobre cómo se detuvo el tiempo y habla de cuando te volviste cómplice de dos manos que, en medio de una pista de baile, le hicieron el amor a tu mágico universo.
Y al mismo tiempo aceleramos el tiempo para cambiarle los planes al destino y llenar nuestras tardes de un aire cálido, tardes que fluían a la par de conversaciones acompañadas de tantos besos como cigarrillos.
No existían suficientes cafés ni copas de vino para saciarnos de pensamientos, para absorber el aroma de nuestros besos, para entender el flujo del alma, hicimos que el reloj no quisiera avanzar, que anhelara marcar las horas de nuestros encuentros y nada más.
Convertimos dos pequeños escalones frente a ti, mágica Luna, en nuestro escondite perfecto y ahí en el aire frío, con poca luz, entre sueños y vagos argumentos, nos tocamos el corazón y me enseñó a amarme mientras yo lo estaba amando.
Luna, ilumina la noche donde en el silencio, su boca pronunció un quédate y entendí el poder de unas cuantas letras formando una palabra.
La noche en la que los versos de Pablo Neruda se convirtieron en reflejo de mi realidad, pues sin saber cómo, cuándo ni dónde lo amé porque era lo único que sabía hacer.
Nuestra plática entre aquellas sombras parecía pertenecer a los versos que Sabines te dedicó, él y yo platicándote, mi Luna.
Hablamos de mi amiga Lucrecia, una rosa, la que me da los buenos días cuando no despierto en su cama.
¿Cuándo será que pueda hacer eso?
A la mitad de ese pensamiento me tomó de la mano y me regaló un pedazo de cielo con la libertad de volar alto, muy alto, libre como paloma, libre de pintar con mis alas sus noches y sus días.
Tu luz, dueña de la noche, iluminaba la mitad de su rostro, esos ojos perfectos adornados de pestañas largas, su nariz pequeña y un poco más abajo por el centro de esa obra de arte, sus labios.
Sin pensarlo dos veces me acerqué y los coloqué sobre los míos, sentí cómo con un beso se puede robar la esencia y sólo se necesita media sonrisa para volver a ser una niña.
Entonces, Luna, en tu belleza nocturna, encapsulaste nuestra existencia.
¿Recuerdas lo poco que tardamos en descubrir nuestros cuerpos? su calor y tu resplandor nos hicieron uno mismo, entre suspiros y respiraciones agitadas entregamos lo poco material que nos quedaba porque la vida y el alma hacía minutos que se habían perdido en nuestra historia.
Una historia en la que el amor es subjetivo, es un arte incomprendido, loco, apasionado y desgarrador hasta el punto de rompernos el pecho para inundarnos la esencia con su presencia.
Cristal de noche, fuiste testigo de que con el corazón y las manos sostuve su alma, tan libre y honesta como la mía.
En sus brazos, un momento se convirtió en eternidad y escribimos a besos la simplicidad de nuestro amor.
Luna amiga, dueña de mi oscuridad, guarda en tu eternidad los besos que nos entregamos, la pista de baile donde nos encontramos y el amor que nos juramos frente a tus ojos aquella noche.
Luna, compañera de mis noches, no olvides platicar conmigo cuando mis sueños se encuentren lejos, háblame sólo de la realidad que me espera entre sus brazos.