Cada ser humano deja una pequeña huella en este mundo como prueba de que estuvo aquí

Disfruta a continuación de un relato escrito por Celeste Garza. 19 de septiembre Ahora es difícil recordar el motivo de la discusión, seguramente era un sinsentido, ella dijo cosas tan hirientes como las que yo decía. Mientras tomaba lo necesario, no paraba de gritarle que no quería volverla a ver, algo que por supuesto no

Cada ser humano deja una pequeña huella en este mundo como prueba de que estuvo aquí

Disfruta a continuación de un relato escrito por Celeste Garza.

19 de septiembre

Ahora es difícil recordar el motivo de la discusión, seguramente era un sinsentido, ella dijo cosas tan hirientes como las que yo decía. Mientras tomaba lo necesario, no paraba de gritarle que no quería volverla a ver, algo que por supuesto no sentía realmente. Pero hasta entonces no sabía el peso que a veces pueden tener las palabras. Salí corriendo al trabajo, inicié el día de la peor manera. Deseaba disculparme, pero alguna parte de mí se resistía y me hacía considerar que esta vez yo tenía la razón. Mientras miraba fijamente la pantalla del computador intentando concentrarme en el trabajo, escuchaba una y otra vez mi teléfono sonar, era ella. Decidí ignorar sus mensajes y seguir simplemente ocupando el lugar que se suponía debía ocupar, aunque no dejaba de voltear por momentos, pensando que tal vez sería mejor detener esa absurda pelea, pero no lo hice.

Era la una de la tarde, el teléfono aún sonaba, ahora eran llamadas y mientras dudaba en responder o no, entonces y sin previo a aviso cayó una taza de mi escritorio. Inmediatamente volteé a ver la lámpara que colgaba del techo para encontrarla balanceándose precipitadamente. Sin decir una palabra, nos apresuramos en salir del edificio, lo cual resultó una experiencia terrorífica y casi imposible, el lugar se caía a pedazos, los cristales quebrándose, la alerta sísmica ensordeciéndonos, mientras dar un paso se convertía en una hazaña, el camino al igual que el terremoto parecía no tener final. Quería gritar, lanzar un aullido de dolor y temor pensaba en la muerte y casi sentía los muros caer sobre mí, no habría más. Mi único objetivo era salir de aquel sitio.

Lo habíamos logrado, salimos todos casi a salvo, algunos con raspones y heridas menores, pero el terror apenas comenzaba, al mirar a la acera de enfrente nos encontramos con una gigantesca nube de polvo causada por el derrumbe de un edificio. Tan pronto como logré salir del shock en el que estaba, abordé mi auto quería verla a ella, al mirar mi teléfono fue que vi todos los mensajes que envió por la mañana, en ellos se disculpaba y me daba la noticia más importante de mi vida: “Seremos padres”. Toda mi energía más que antes se concentraba en estar a su lado, poder decirle cuánto la amo y saber que todo estaba bien. Le llamé una y otra vez, pero las líneas estaban saturadas.

El tráfico estaba completamente detenido, con lo poco que podía concentrarme, escuchaba en la radio que en alguna parte de la ciudad se había agrietado el pavimento. Se sentía lejano como una pesadilla. Sólo pensaba que esto abría paso al terror. Y deseaba estar entre sus brazos, me impresionaba cómo podía hacerme el hombre más feliz, incluso en momentos como este.

Volvía a mi mente el pánico, bañado de incertidumbre. Corría por mi mente: “Los temblores son parte de la naturaleza, los edificios no”. En las noticias no dejaban de anunciar daños, derrumbes, accidentes, fugas de gas, muertos, heridos.

La sensación de vértigo no se iba, conseguía cerrar los ojos por segundos y sentía hundirme súbitamente en la nada, envuelto en sirenas, gritos y miles de voces pidiendo ayuda desesperadamente. Adonde mirara encontraba rostros desolados, almas atiborradas de pavor porque, como yo, nadie sabía lo que pasaría. Era difícil dimensionar qué tan importante era lo que ocurría atrapado en una avenida que más bien parecía un estacionamiento gigante.

Bajé del auto, supe que pasaría horas detenido en el mismo lugar. Lo abandoné a su suerte, era lo menos importante en ese momento. Salí corriendo, aún sentía que no lograba avanzar, era una jungla. Autos en sentido contrario, nadie prestaba atención a los semáforos, vi sangre en los suelos, gente robando a mano armada. Niños llorando preguntando por sus padres, personas queriendo entrar a edificios casi deshechos, el fétido olor a gas. Policías dando indicaciones que la mayoría ignoraban, sólo conocía un motivo para seguir sin detenerme y era llegar a mi destino.

Parece un pésimo chiste que la ciudad viviera nuevamente tal desastre, justo en el aniversario del terremoto de 1985. Parece estúpido que con tanta evolución en tecnología y ciencia aún no se logre desarrollar algo que prevenga estas desgracias. Donde queda la falsa idea de superioridad del ser humano. Mientras sigo corriendo, siento que me desvanezco, me puede el temor y a unas calles me sentí paralizado, me detuve de golpe y algo en mí se niega a continuar el camino.

Debía terminar la espera, sólo deseaba saber que ella estaba bien, que aún nos faltaba vivir lo mejor de nuestras vidas, caminé lentamente intentando calmar mi respiración. Al fin llegué y frente a mis ojos había un montón de escombros donde solía estar mi hogar, perdí la razón. Recuerdo que caí al suelo de un golpe y mi visión se oscurecía, fue sólo un desmayo, pero de otra forma había acabado mi vida. Preguntaba a todos por mi esposa y nadie sabía de ella, seguía sin responder al teléfono, todo se trataba de tiempo, los rescatistas trabajaban, cientos de voluntarios se unían a la causa. Desesperadamente rezaba y suplicaba que estuviera con vida, pasaron días como semanas y al encontrarla ella no estaba más aquí. Sentí que mi vida terminó y sigo pensando que fue así.

El día más doloroso de mi vida ha sido el 19 de septiembre, perdí mi hogar al mismo tiempo que perdí a la única persona con quien soñé en construirlo, rememoraba todos los momentos que habíamos vivido ahí, todo el tiempo que pasamos en casa, haciendo planes y soñando que el fin nunca nos alcanzaría. Ahora sé que en algún momento sobre nuestra historia, sobre el polvo que quedo de ella construirán un nuevo edificio, con nuevas personas, iniciando nuevas vidas que irán dejando atrás y cada vez más enterrado lo que ha sido el pasado.

Esta breve historia va dedicada a las personas que perdieron la vida y a sus familias. Es bueno saber que además de nuestros recuerdos, cada ser humano deja una pequeña huella en este mundo como prueba de que estuvo aquí.

*

La imagen que acompaña al texto es propiedad de Nishe.

***

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