¿Hasta dónde?
Cuando se encuentra, la hora,
en la oscilación entre el aquí y el ahí,
oyes: va y fue
y ya no va.
Cuando acaba el día, la hora,
un pálido rastro hacia
el tiempo,
que, cerca de la finitud,
surge de ella.
-Heidegger.
Pongamos al centro el concepto de instante, aquella posibilidad en medio de lo que ha estado y de lo que será, la realidad objetiva en su mayor expresión estética, estilo de revelación donde la presencia del otro basta para estar en la experiencia. Luciano Concheiro lo plasma de manera más precisa en su libro Contra el Tiempo: “La revuelta significa también un encuentro con el otro. Al suceder genera una comunidad improvisada. El individuo sublevado se vuelve parte de una colectividad que lo trasciende. No forma una masa (agrupación unitaria, disciplinaria, que marcha al unísono y comparte una serie de principios ideológicos básicos) como lo haría la revolución. Los sublevados conforman un conjunto amorfo momentáneo, que surge espontáneamente y cuya unión está enraizada en lazos afectivos”.
Así sentíamos nuestro paso, entre las calles de Madero y Cárdenas, tomados de la mano, en medio de un mar de gente, todos dentro de una masa homogénea en la que las direcciones contrastaban las fuerzas llevándolas a cero. Llegando a la otra acera nos encontrarnos de frente al Palacio de Bellas Artes, majestuoso, lugar donde minutos antes tendríamos una cita con aquel pintor expresionista, Kandinsky. Al llegar tarde lo único que nos quedaba en ese momento de no saber era la sensación oceánica del ritmo de la ciudad: la señora cargando cigarros, cacahuates, pistaches; una muchacha con un gran vestido verde olivo acompañada del elegante muchacho de traje; un tipo pasando por encima de la jardinera con una gabardina larga que le llegaba hasta los tobillos; una señora cargando a su niño de unos tres años diciéndole: “mira esa es la casa de la cultura”, señalando la estructura del palacio.
Ahí el poder del instante, donde no necesitábamos futuro para ser, la experiencia se daba en la extraña intimidad que sosteníamos en medio de tanto ruido, abriendo espacios para que cada uno se expresara desde la posición a la que el deseo lo había llevado, hacíamos con palabras un hogar para que el otro habitara. Guardo esta experiencia junto a la invitación a vivir más desde la contemplación, sin hacer tanto caso a la necesidad de tener, consumir, convencer; abierto a lo que comparto, a tener mi presencia dispuesta cuando las palabras de quien tengo frente a mí narran lo más valioso que tiene, su historia, entretejer la significación del momento con la gratitud de su presencia.
Cierro resonando con las palabras del filósofo Byung-Chul Han: “La época de las prisas, su sucesión «cinematográfica» de presentes puntuales, no tiene ningún acceso a lo bello o lo verdadero. Sólo cuando uno se detiene a contemplar, desde el recogimiento estético, las cosas revelan su belleza, su esencia aromática. Se compone de sedimentos temporales que fosforecen”.
***
Te puede interesar:
Franz Kafka: la metamorfosis de la existencia
La soledad es donde se descubre que uno no está solo