Como cada viernes, Lorena se despertó a las seis de la mañana para llevar a su niña a la escuela. Es un día difícil pues los jueves baila de once de la noche a tres de la mañana en el Solid Gold; sin embargo ella se levanta siempre temprano para preparar el desayuno y el lunch de Fátima.
Aquella mañana, se paró de su cama, se persignó y se dirigió al baño. Lavó su cara y se miró al espejo. Al verse, se dio cuenta de una gran mancha encima de su seno izquierdo; talló intentando quitársela, pero no fue posible. Lorena cogió la toalla y la restregó sobre la mancha y nada: estaba como infiltrada en su piel; volvió a mirarse al espejo y se dio cuenta de que se trataba de una imagen: la figura de San Judas Tadeo. No había duda: era la imagen nítida del santo y estaba en su seno izquierdo. Lorena no se explicaba cómo se había impregnado en su piel, así que se metió a la regadera y de nuevo se talló con jabón, pero aquello no se removió. Empezó a repasar lo ocurrido la noche anterior: ella sólo había bailado, cenó un poco de fruta, tuvo dos privados, pero ninguno de sus clientes la tocó y, al concluir de trabajar, regresó a casa. Nada fuera de lo común.
Ya en la noche, Lorena temía desnudarse en el vestidor del Solid Gold: sus compañeras notarían la mancha; así que fue con Gema, su mejor amiga y bailarina también, y le explicó lo que había pasado. Gema, creyente de la mayoría de los santos, se arrodilló ante ella y le dijo que eso era un milagro, que debía mostrarlo al mundo. Así que le ordenó que esa noche saliera a bailar para que la gente presenciara el prodigio, y Lorena incrédula, así lo hizo.
Lorena saltó a bailar y, en cuanto se quitó el bustie, los caballeros ahí presentes se levantaron de sus asientos y se acercaron a la pista de baile a ver aquella imagen; algunos se persignaban, otros se arrodillaron y otros lloraban. En cosa de dos semanas, la gente pedía sólo privados con Lorena. Se formaban grandes filas para entrar al bar y ver la aparición.
El nombre de Lorena y el de San Judas Tadeo en su seno izquierdo empezó a circular en los periódicos locales y después por el país. Los titulares encabezaban a llamarla con varios sobrenombres. “Lorena del Sagrado Seno”, “La Santa Juditas del Seno Bendito” y “San Juditas de la Teta”, por referir algunos. Lorena platicaba en sus entrevistas de que la sagrada figura había aparecido de la noche a la mañana y eso dio pie a la controversia y a la duda. Por eso, algunos científicos mexicanos, como el refunfuñón René Druquer, empezaron a hacerle diversas pruebas de autenticidad, exámenes psicológicos; muestras de su piel fueron examinadas y, al final, se dio la noticia de que la imagen de San Judas Tadeo, en la piel de Lorena, tenía las mismas características que un lunar en su pigmentación y composición. La buena nueva era una realidad, aquella sagrada imagen en el seno izquierdo de Lorena era un milagro. Miles de creyentes iban diario a casa de Lorena a dejar flores, regalos y ofrendas. A su nuevo santo le llamaron: “San Juditas de la Ubre Sagrada”.
Lorena comenzó a ser invitada a programas de televisión y radio. La entrevistaban periódicos y revistas importantes; es más, ella y su seno fueron estandartes para la campaña de prevención del cáncer en el seno y su San Juditas fue nombrado el patrono del cáncer de seno. La vida de Lorena había cambiado de manera drástica. Al salir a la calle para ir a comer, ir al parque con su hija o ir al cine, las personas le pedían cosas, le daban presentes o le tomaban fotos, inclusive los hombres le pedían que si se podía descubrir el seno para besarlo. Todo eso comenzó a molestarle, empezó a aislarse y, con ella, su hija, pues no la dejaba salir a jugar y pensó en sacarla de la escuela. Una noche, mientras cenaban, Fátima, su hija, le comentó: “Mami, yo sé que ya estás cansada de todo esto y creo yo también; pero la gente que está allá fuera cree que lo que tienes en tu pecho es milagroso y no le hace mal a nadie, ¿o sí?”.
Una vez en la cama, Lorena recordó las palabras de su hija y lo meditó. Ese San Juditas en su seno por algo había aparecido, quizá era una señal y ella había sido elegida para ello, para difundir un mensaje de paz y amor. Así que a la mañana siguiente, Lorena se levantó de su cama, se persignó, se llevó la mano a la teta sobre la imagen, suspiró y sonrió. Se prometió que de ahora en adelante dedicaría su vida a difundir el mensaje de su “San Juditas de la Teta Sagrada”. Esa mañana se bañó y desayunó, le dio un beso en la frente a su hija y abrió la puerta de su casa. No había nadie, ningún reportero, sólo algunas flores y el periódico del día:
“Aparición milagrosa: Una nueva imagen sagrada ha aparecido sobre un cuerpo humano. Primitivo Pérez, un joven bombero, el día de ayer, al cumplir con su trabajo de apagar un incendio de una bodega en Ecatepec, fue golpeado por un fierro caliente que le quemó desde la espalda baja hasta la pierna. Al momento que los paramédicos lo atendieron, se dieron cuenta de que la única zona que presentaba quemaduras era el glúteo derecho. Sus compañeros y las personas ahí presentes vieron que la quemadura de Primitivo dibujaba una imagen muy parecida a la de la Virgen de Guadalupe”.
“La gente del lugar comenzó a ponerse de rodillas al ver a la santa figura en la nalga del señor Pérez y, en poco tiempo, llagaron más curiosos al lugar para presenciar el acaecimiento. Primitivo, fiel devoto de la virgencita, se conmovió al ver lo que le había sucedido y accedió a estar hincado, mostrando sus nalgas para que la gente tomara fotos y presenciara lo que él llamó un mensaje milagroso”.