Una copa de Merlot, por favor.
Te veo a través de una copa de Merlot medio vacía. No sé cómo te ven otras personas.
Pero ojalá pudiesen verte como yo.
Te miré y aun sin conocerte pude decretar que serías el amor de mi vida.
Me detengo a observar cada curvatura de tu rostro fino al expresar sonrisas, de esas buenas
que sólo nos inspira el estar enamorados.
Me voy enamorando poco a poco de tus ojos pícaros al hacer mucho más que una reverencia amena
a mis ojos de caoba que siguen cada movimiento de tu mirada.
Puedo reconocer con facilidad la belleza andante que representas y que impresionan a la gente.
Las líneas delgadas de tu rostro tosco.
El increíble tono armónico de tu sonrisa muda
y hasta la oscura miel de tu mirada.
Contradictorio.
Eso eres tú.
Si pudiesen verte como yo, no se cautivarían por los trazos perfectos de tu diseño corporal,
si no por la manera en que día a día lo pones a valer con tu trabajo, con tu tiempo.
Tu sonrisa cautivadora quedará opacada por tu maravillosa cualidad de brindarnos motivos
para sonreír; y más que unos increíbles ojos en sintonía pudiesen sucumbir con la facilidad
irreversible y absoluta del enamoramiento que causa esa mirada hechizada.
Si te pudieran ver como yo, empezarían a mirarte.
Me conformo con saber que soy la afortunada de poder mirarte así.
Empiezo a ver la copa de Merlot medio llena.
Podemos hacerlo mejor.
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