¿Qué tiene de malo buscarte
si apenas hemos hablado frente a frente
menos de diez minutos?
¿Qué tiene de malo empaparse de la ilusión
y asecharte con el instinto que me hace
ser lo que soy?
No me gusta tener que esperar para llamarte
y preguntarte cualquier cosa ridícula
que me haga conocerte más a fondo.
No soy adicto a dejar que el corazón
se me llene de polillas y hielo
por no decir un Me Importas
o un apresurado Te Quiero.
Tampoco soy partidario de darle
a los sentimientos
un vestido invisible
o una capa de silencio.
Mostrar rápido las estrellas y los nardos
que uno trae en las tripas y en el pecho,
en estos tiempos donde
todos van apresurados
le hacen creer a uno
que está desquiciado
o casi enfermo.
Y a pesar de eso sigo pensando
que las historias que vibran en el alma
las cuentan los valientes,
los que besan sus cicatrices
y embellecen su desnudez.
No me mires como posibilidad o prioridad,
si me vas a definir que sea con caricias;
contempla mi esencia
como algo que sucede y
si sucede no es casualidad.