Recórreme suavemente
con la yema de los dedos,
o con un objeto inerte
despacio, sin miedo.
Recórreme desde mis cortos cabellos
hasta la punta de mis fríos pies,
como en los días aquellos
en los que parecía tu tentempié.
Incluso sobre esa línea pálida
la que en ocasiones llega a ser tu castigo
que se halla entre dos montañas,
y desemboca en mi ombligo.
Recórreme con tu aliento
ese tan cálido,
como tu más valioso complemento
y a la vez, el más pálido.
Recórreme la silueta
a contraluz, frente a una ventana,
con tu lengua de poeta
sobre mi piel de porcelana.
Recórreme el cuerpo.
Recórreme el alma.
Recorre mis adentros
y traerás contigo la calma.
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La fotografía que acompaña al texto pertenece a Greg Pths