Según Robert Walser, Dios está con los que no piensan. Si es así, me encuentro relegado de todos y a punto de ser juzgado como un maldito. Por esta razón no duermo por las noches, por temor a ser condenado: sólo medito las insatisfacciones del [micro] mundo en el que habito. Leer me hace más próximo a las cavernas del mismísimo infierno. ¡Porque leer me hace pensar insaciablemente!
En un descanso inusitado, proporciono un breve placer a mis necesidades lectoras. Es de madruga. Busco la esencia portátil sin remordimiento. Es el inicio preferente para leer al shandy por excelencia, momento de invadir mi mente con lecturas tan heterogéneas como la de Historia Abreviada de la literatura portátil, Suicidios Ejemplares, Hijos sin hijos, Lejos de Veracruz, Bartleby y compañía, El mal de Montano, Doctor Pasavento, Dublinesca, Chet Baker piensa en su arte, Aire de Dylan o Kassel no invita a la lógica.
Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948) y su literatura generan un espasmo lúcido y penetrante en las imaginerías del insomne; sus textos son la estructura de una infinidad de contagios que al momento te atrapan. He ahí al susodicho por excelencia, en la oscuridad de tu cuarto, invadiéndote a través de historias llenas de significados impares, ricas en referentes que sobrevuelan todas las literaturas (y en específico esas literaturas raras sumidas en el olvido): después de todo estás frente al escritor español más dispar de la actualidad, frente al padre de la escritura desinhibida, clandestina, que sólo busca el hecho literario en su construcción más completa.
Novelista, cuentista, ensayista, gran conversador, sagaz exponente de la creación posmoderna. La escritura innovadora de Vila-Matas es reflejo de las facultades literarias y de exploración personal que como autor logra concebir y después plasmar en sus libros. Es un magnifico descubridor (“Veo un misterio en todo”) que transforma sus referentes en una forma de ficción sorprendente, ingeniosa y atractiva. Es lo que muchos teóricos han llamado “autobiografía bajo sospecha” o autoficción, pues pareciera utilizar los recursos de su propia literatura (citas, personajes, lugares, novelas, otros escritores) en artefacto de creación. “De esta manera, toda su literatura se concibe para ser reflejo de la misma, pues de la literatura misma nacen y renacen sus grandes historias”.
El escritor barcelonés es un hombre esmerado en su arte, la que concibe al mundo como un absurdo cargado de sentido, en el que la crisis del sujeto presenta rasgos de inconformidad y poca identificación con el entorno, de hombres sabedores de su encanto pero no de su porvenir. Hombres que pareciera describir a la perfección en su libro de cuentos Hijos sin hijos, en el que alude a “esos seres a los que su propia naturaleza aleja de la sociedad; seres que (…) no necesitan que nadie los defienda porque, siendo oscuros, la incomprensión no puede hacer blanco en ellos (…) que tampoco necesitan ser confortados, porque si quieren seguir siendo de verdad sólo pueden alimentarse de sí mismos, de forma que no se les puede ayudar sin hacerles daño”.
Estamos frente a un escritor conocedor “de la forma de pensar al individuo del contexto socio-histórico en el que se escribe”, ante un creador receptivo relacionado con lo verdaderamente importante: la realidad reflejada en su punto más preciso, en la ficción. En ese lugar sabe jugar muy bien sus cartas, siempre establece muy bien sus juicios, tanto colectivos como personales: critíca, ironiza, se divierte, juega con la literatura y sus concepciones. La disfruta. La expone. La crea. Es un virtuoso de la intertextualidad y la llamada metaliteratura, de la apropiación y la cita; juega con las frases e inventa las suyas. Es un autor rara avis. La peculiaridad está a la vista de todos. Sólo hay que leer y pensar como portátil, como el dandy vestido con gabardina y lentes oscuros que camina tranquilo y decidido a la estatua de Joyce en el festejo del Bloomsday para pronunciar fragmentos esenciales del capítulo sexto de la obra cumbre del escritor irlandés.
Es Enrique Vila-Matas, ciertamente, un escritor con cualidades notorias y significantes, necesitado de lectores activos, deseosos de calidad y estilo único. No importa que dios no acompañe nuestra lectura, sigamos leyendo, pensando, adquiriendo conocimientos a través de la lectura, ya sea vilamatiana o de cualquier otra: tal vez Javier Marías, Rubem Fonseca, Álvaro Enrigue, Yuri Herrera, Javier Cercas, Roberto Bolaño o el gran Sergio Pitol. En fin.