Algunas veces, cuando la memoria prevalece, el rencor no se aplaca. Entonces algunas imágenes piden el olvido, pero las palabras sellan el momento. El desamor empieza por la decepción, como suele decirse.
En ese sentido, las palabras nunca sobran, pues ellas acentúan los silencios. Y como la expresión de la belleza también es dolor, sobre dolor dulce y frío como un témpano, a continuación un poema de Ana Cecilia Méndez para expiar tu corazón.
El resquicio de mi recuerdo por ti
Quiero callarte, abstenerte, enmudecerte, mutarte y dejarte atrás.
Basta de gritos que me recuerdan tu nombre, noche y día, nube y raso, risa y lágrima.
No quiero volver a ver los estigmas de tus dedos sobre mi piel, la piel que habitaste en este tiempo vacuo.
Te di todo: lo bueno y lo malo, lo húmedo, lo amargo, lo benévolo y el estruendo más grande de mi pecho, de mi cuerpo entero.
Me quedo sin ti, sin nada: sin sueño, ni horas, sin alevosías, aversiones y sin ventajas.
Te pido que te largues, que te vayas, que te lleves toda esa tormenta en la que te convertiste para mí. No quiero inundarme más.
Tomaré café, intentaré no olerte, no leerte, no imaginarte, no verte, intentaré olvidarte.
Abjuro que lo intentaré.
La medicina: el tiempo.
El don: el olvido.
La terapia: la ablución, la resiliencia.
Te corro de mi cuerpo ebúrneo que fue tu casa, echaré tus cosas por la ventana de mi alma, te tiraré a la basura, poco a poco, lentamente… para que jamás se me olvide lo terrible, lo atroz que fue quererte.
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