“Desde lo hondo del corazón, sé que los más desdichados han visto surgir de su oscuridad un rostro divino. Se le pide a usted que vea a ese rostro”.
Albert Camus
¿Qué es la literatura sino contar nuestras vidas? La literatura no es más que una mentira que dice la verdad, opinan algunos escritores. Pero sin esa ficción nuestra vida estaría condenada a un sólo camino con dirección a la inevitable decadencia. Para conocer a alguien, no le preguntes por su vida; no permitas que te narre el motivo de sus actos, siempre mentirá como si estuviera contando un cuento. Mejor observa su mirada, estrecha su mano, calcula su tristeza, siente sus besos, y sabrás de qué está hecho.
¿Pero de dónde nace la literatura? ¿De dónde surgen las historias que los escritores hábilmente han transmitido por siglos? En el mundo editorial actual, donde el mercadólogo ha venido a sustituir al editor, pareciera que de ningún lugar. La mayoría de las novedades literarias nacen de la demanda de los lectores que buscan respuestas en letras que no tienen nada importante que aportar y mucho menos para reflexionar. Únicamente se busca satisfacer la necesidad de notoriedad para darle valor sin fundamento a nuestra existencia, y principalmente a nuestro ego como lectores. Somos cómplices de una sociedad llena de ruido y carente de voces claras que, al menos, tranquilicen la desgracia.
Así que, hoy más que nunca, se deben apreciar aquellos escritores pudorosos que, parafraseando a Beethoven, sólo enmudecieron el silencio para mejorarlo. Entre ellos, sin duda, el escritor mexicano Juan Rulfo (1917–1986), quien nos dejó dos obras de valor inalterable para iluminar el camino de los lectores: El llano en llamas (1953) y Pedro Páramo (1955).
Aunque muchos pretendieron descalificar la sobriedad y brevedad de Rulfo, lo cierto es que su aportación a la literatura mexicana y universal le valió el Premio Príncipe de Asturias de las Letras (1983); y hoy en día se le recuerda como uno de los más grandes escritores de la literatura universal.
En la actualidad, resulta casi incomprensible cómo sólo dos libros le valieron tanto prestigio, cuando en nuestros días los aplausos lo reciben los best seller, llenos de páginas y continuaciones que invitan al lector a no usar su imaginación, y lo lanzan a una novela inmensa, carente de ideas y llena de arrogancia.
La brevedad es considerada un valor en la literatura y un acto de humildad artística. Pero en su momento, Rulfo fue cuestionado al respecto:
─¿Por qué dejó de escribir, luego de publicar dos obras de arte?
─Es que se murió el tío Celerino, y era él quien me contaba las historias.
En su libro Bartleby y Compañía (2006), el escritor catalán Enrique Vila-Matas recupera este pasaje y lo cataloga como una de las respuestas más ingeniosas y de mayor valor literario.
Además, resulta un excelente cuestionamiento para escritores jóvenes: ¿quién es nuestro “tío Celerino”? ¿Por qué escribimos? Cualquier persona que practique la escritura sabe que existe una voz que no nos deja en paz. Y que al escribir nos enfrentamos a ella; la saciamos para que no nos destruya, o quizá para que nunca nos abandoné. Esa voz no es más que un motivo para continuar en el empedrado camino de las letras.
La literatura es quizá la analogía perfecta de la vida. Es decir, de una existencia que desde su nacimiento está condenada a perecer; y que, sin embargo, localiza la belleza de resistir e insistir noblemente, narrando para la posteridad algo que perdure en la memoria de la humanidad y que comparta la experiencia de haber vivido bajo cierto contexto; que invite al lector al aprendizaje absoluto.
El arte es dar voz a quien no la tiene; es dar fe y esperanza; es dar al hombre un pensamiento de porvenir que le permita existir con fundamento, incluso para destruirse. Así que como sociedad, seamos pacientes y recemos porque el tío Celerino regrese para contarnos las historias.
**
Si aún no conoces la obra de este escritor mexicano, te compartimos los siguientes cuentos cortos de Juan Rulfo que demuestran por qué es el mejor. Además, estas son las instrucciones para leer Pedro Páramo correctamente.