Los amores imposibles son inolvidables, como lo narra Noelia Vasconez:
Cada noche pálida de noviembre lo esperabas, justo donde las sombras te tocan, y él era el único capaz de verte a ti, espectro casual de mis pesadillas.
Portaba una bufanda desvaída por los lustros en los que lleva sentándose a nuestro lado. Recuerdo cuando lo vimos por primera vez.
Tu aliento siempre presente en mi nuca, como el constante recordatorio de tu presencia. Él vio a través de mí, pero nunca fui yo a quien buscaba.
Mi cuerpo era la corteza en la que él escudriñaba con la esperanza de reunirse contigo. Tú, mi sombra, tú, mi espectro.
Caí en la costumbre. Supe cómo adecuarme a los toques enérgicos de sus manos, y a los roces causales de sus labios, cuya pertenencia nunca reclamaría como mía.
Todo lo que él siempre quiso se hallaba agazapado en mi sombra, justo bajo mi aliento, detrás de mis palabras. Y tú, eras la única capaz de hablar con él, pero nunca cara a cara. Fui la máscara frente a la poesía que le recitabas.
Me convertí en el instrumento, él en el artista, y tú en su música.
He tratado de sentirme viva desde el día en el que se marcharon, pero ya no sé cómo puedo convertirme en un ser independiente. Aprendí de mala gana a interpretar un utensilio, y ahora, se me dificulta encontrar el rumbo de vuelta a mis orígenes.
Quedé con la incapacidad de verme a mí misma al espejo, y de sentirme como un humano palpitante. Viví demasiado tiempo dentro de esa ilusión ajena, un amor que nunca fue mío.
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Tal vez necesitas estar más atentos a las señales que esa chica especial te manda, pues es probable que ella desee ser quien revolucione tu definición de amor.
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Las fotografías que acompañan al texto pertenecen a Riccardo Mion.